martes, 30 de agosto de 2011

Capítulo 10

Después del triunfo de Lucas en el capítulo anterior, él se arriesga por tratar de desentrañar las preguntas sobre su vida. Veamos que tal sale.


Capítulo 10: El Libro Robado

Durante la cena los alumnos del Colegio sólo hablaban del Juicio de Réplica y de Gracia. Los curiosos pasaban a cada momento junto a la mesa de la chica. El inédito hecho de que una nativa de Eolia estudiara en el Colegio era la causa de todo ello. Difícilmente un habitante de alguno de los otros cinco planetas del Sistema conocía a algún eoliano en toda su vida. Eran un pueblo muy enigmático, nunca salían de su planeta y su contacto con el resto del Sistema se limitaba casi exclusivamente al área comercial y política. Por eso se contaban exageradas historias acerca de sus habitantes, casi siempre fuera de la realidad. Esta vez no fue la excepción y empezaron a circular todo tipo de rumores sobre el origen de Gracia y de por qué estaba en el Colegio. Se dijo que era hija de algún alto regente que venía a aprender sobre el resto de los planetas. También se dijo que era de una familia exiliada por algún acto de alta traición. Hasta se dijo que era hija de alguno de los míticos Jinetes de Bathra de Eolia. Pero Gracia no confirmó ni desmintió ningún rumor, sólo se limitaba a sonreír frente a todo el que le preguntaba. Fran pasó muchos problemas tratando de alejar a los curiosos durante la cena, aún más con Lucas en la misma mesa.

Terminaron de cenar y se fueron a sus habitaciones. Entonces Lucas y sus amigos se concentraron en lo que iban a hacer. Repasaron el plan hasta que lo supieron de memoria. Félix se ocultaría cerca del salón de Leyes y Ética, y desde ahí cuidaría la entrada al corredor lateral. Jan se quedaría detrás de un pilar en la entrada al corredor principal. Lucas y Fran entrarían al Salón de Honor, sacarían el libro, lo leerían, y lo volverían a su lugar. No deberían demorar más de media hora. Esperarían en su habitación una hora después del toque de silencio, cuando todos estuvieran durmiendo. Mientras esperaban, Jan y Lucas conversaban. Jan le exponía sus dudas sobre todo ese asunto:
- Todavía no es tarde para arrepentirnos – dijo. – Podremos quitar el plástico del cerrojo por la mañana y nadie se dará cuenta.
- No podemos retroceder ahora – contestó Lucas. – Entiende que todo esto es muy importante para mí. Desde que llegué aquí, en realidad desde que salí de Alfa, he sabido cosas que nunca imaginé, y me han pasado cosas, tu sabes…, mis sueños son más que recuerdos infantiles, tienen un significado y necesito saber cuál es. Y estoy seguro que en ese libro encontraré respuestas.
- Bueno, si es importante para ti entonces lo haremos. Lo que sucede es que estoy muy nervioso con esto. Durante la cena juraría que Fedorus no nos sacó los ojos de encima.
- Probablemente aún esté enojado por haber perdido el juicio. Sabes que él también es miembro del Comité de Elecciones.
- Sí, probablemente sea eso, o quizás me estoy volviendo paranoico – rieron. – En fin, lo que quería decir es que te ayudaremos a descifrar tus sueños, aunque la respuesta no esté en ese libro.
- Yo he leído – intervino Fran, recostado en su cama – que los sueños tienen un significado simbólico, en que cada elemento representa alguna cosa de la realidad. Y también existen los sueños premonitorios.
- ¿Premonitorios? – preguntó Lucas.
- Sí – prosiguió Fran. – son sueños que te dicen el futuro, pero como claves, metáforas. Si los examinas bien podrán anticiparte lo que sucederá. Bueno, si crees en eso.
- No sabía que te interesaran esos temas – dijo Jan. – Estoy muy sorprendido.
- Es que estuve hablando con Manlo Goicoch – contestó Fran. - Está con nosotros en primer año y es de Pegaso.
- Lo conozco –dijo Jan. – Los pegasianos le dan mucha importancia a ese tipo de temas, y a todo lo que sea espiritual. Les falta poner los pies en el planeta, como diría mi madre.
Siguieron conversando de ése y otros temas, hasta que llegó la hora. Despertaron a Félix, que se había quedado dormido vestido sobre su cama, y salieron. Llevaban los intercomunicadores que Eneas les había dado en el Parque de Tram y vestían el buzo deportivo del Colegio, que era de color negro. Los pasillos se encontraban completamente desiertos, iluminados sólo por tenues focos de luces auxiliares. Los chicos se detenían en cada intersección para asegurarse que nadie estuviera circulando. Dejaron a Félix en su puesto y siguieron avanzando. Más adelante Jan se separó y continuó solo, mientras Lucas y Fran se desviaban hacia el Salón de Honor. Cuando llegaron a la puerta, miraron en todas direcciones buscando alguna señal de movimiento. Fran puso su mano en la puerta y empujó. La puerta se abrió suavemente. Fran miró a Lucas y le dijo sonriente, en voz baja:
- ¿Qué te dije? Todo perfecto.
Entraron sigilosamente en el Salón de Honor. Se trataba de una amplia sala decorada elegantemente, al estilo de los tiempos de la colonización del Sistema, con auténticas pinturas y tapices en los muros. El techo era muy alto. Tenía un proscenio con una mesa y un atril de lectura, al frente del cual había una veintena de finas butacas. En uno de los muros laterales había un mueble vitrina de estilo antiguo. El muro detrás del proscenio tenía un gran escudo del Colegio tallado en piedra. Lucas volvió a preguntarse dónde había visto esa figura antes. Dijo en voz baja:
- Nunca había entrado aquí.
- Yo tampoco – contestó Fran, también en voz baja. – Este salón sólo se ocupa cuando viene una visita ilustre, o para premiaciones importantes, o para homenajes.
- ¿Dónde estará el libro?
- Debe estar en esa vitrina – dijo Fran, indicando el mueble.
Se acercaron y miraron al interior. Pudieron ver varias copas con inscripciones, un par de medallas enmarcadas y otros objetos. Destacaba un pequeño martillo de aspecto antiguo dentro de una caja transparente. En la repisa sobre el martillo había otra caja transparente. En su interior pudieron ver un viejo libro de tamaño pequeño, con tapas forradas en cuero sobre las cuales podía leerse en letras de platino: “Acta de Fundación. Colegio Protocolar”.
- ¡Ahí está! – dijo Lucas.
- Espero que este mueble no esté cerrado – contestó Fran.
- Vaya, no había pensado en eso.
Fran tomó el tirador de la puerta del mueble y lo abrió sin dificultad. Lucas miró un instante el contenedor de cristal sintético y lo sacó. Lo llevó hasta la mesa del proscenio y trató de abrirlo. Fran estaba a su lado, impaciente:
- ¡Vamos! - dijo - ¡Ábrelo ya!
- Creo que tenemos un problema - contestó Lucas.
Lucas le mostró el costado del contenedor. En el lugar donde la tapa cerraba, estaba un pequeño cerrojo de combinación con una pequeña pantalla verde luminosa. El teclado, aunque era de pequeño tamaño, tenía unas quince teclas sin ninguna marca en su superficie. Fran lo miró con desazón.
- ¿Qué haremos ahora? – preguntó.
- No lo sé, déjame pensar. Debemos encontrar la combinación rápidamente.
En ese momento se escuchó la voz de Félix a través de los intercomunicadores:
- ¡Lucas, Lucas! ¡Contesta!
- Félix, dime qué pasa – contestó Lucas, presionando el botón de su intercomunicador.
- Julius Fedorus acaba de pasar frente a mí – dijo Félix - Se dirige hacia ustedes.
- ¿Te vio? – preguntó Lucas.
- No, estaba oculto. Fedorus caminaba tratando de no hacer ruido, creo que nos seguía.
- Está bien. Quédate donde estás. Jan, ¿escuchaste eso?
- Sí, por aquí no hay nadie – contestó la voz de Jan.
- Mantente atento, – dijo Lucas – y ten cuidado.
- ¿Cómo nos habrá descubierto Fedorus? – preguntó Fran nerviosamente.
- Jan dijo hace un rato que lo había visto espiándonos durante la cena. Quizás nos escuchó antes, o nos ha estado siguiendo. De todas maneras no entremos en pánico, no debe saber que estamos aquí.
- Tenemos que abrir rápido esa caja y salir de aquí. Piensa alguna clave.
- Eso no sirve. Las teclas no tienen marcas, no representan letras ni números. La clave es una combinación de las teclas en orden. No sabemos el largo de la clave, así que son millones de posibilidades totalmente al azar.
Se volvió a escuchar una voz por el intercomunicador. Esta vez era Jan:
- Lucas, Fran, escuchen. Acaba de pasar el viejo Santos, el profesor de Ciencias. Creo que va a la cocina, así que no pasará cerca de ustedes. Sólo esperen un momento antes de salir. ¿Cómo van por allá?
- No muy bien – respondió Lucas. – El libro está encerrado en una caja con combinación. Trataremos de solucionarlo.
- No se demoren mucho – respondió la voz de Jan.
- ¿Ya sabes que hacer? – preguntó Fran.
- Lo único que se me ocurre es tratar de forzarla – dijo Lucas. – Sujétala y trataré de abrirla.
Lucas y Fran trataron de forzar la caja por algunos minutos, sin resultados. Estaban buscando algo con que hacer palanca, cuando volvió a escucharse la voz de Jan:
- ¡Lucas! ¡Estoy viendo a Fedorus al fondo del pasillo! ¡Parece que nos está buscando! ¡Deben salir de ahí ahora!
- Dejemos eso, - le dijo Fran a Lucas – se nos acabó el tiempo.
- No lo haré – respondió – Aquí están las respuestas que necesito.
- Es inútil, no hay nada que hacer. Debemos irnos. Devuélvelo a su mueble.
Lucas miró unos momentos el libro dentro de la caja. Estaba tan cerca que se resistía a dejarlo.
- Nos lo llevaremos – dijo Lucas.
- ¡¿Qué?!
- No puedo dejarlo aquí. Lo llevaremos y encontraremos la manera de abrirlo. Después lo devolveremos.
- ¡No puedes estar hablando en serio! ¡Se darán cuenta y habrá una investigación!
- No si tenemos suerte. No me mires así, no me iré sin este libro.
- Espero que sepas lo que haces – dijo Fran.
- Yo también – respondió Lucas.
Fueron hasta la puerta y la abrieron con mucho cuidado. Miraron sigilosamente hacia el exterior, asegurándose que no hubiese nadie y salieron. Fran sacó el plástico del cerrojo. Llamaron a Jan por el intercomunicador, quien pronto se les unió.
- ¿Qué pasó con Fedorus? – preguntó Lucas.
- Creo que siguió en dirección al comedor – respondió Jan. – Espero que no se tope con Santos.
- Bien, vayamos por Félix – dijo Lucas.
- ¡Espera un momento! – exclamó Jan, mirando la caja que traía en las manos – Espero que eso no sea lo que estoy pensando.
- No lo pudimos abrir, tuve que traerlo – contestó Lucas.
- ¡¿Cómo se te ocurrió semejante cosa?! – Jan no lo podía creer. Luego miró a Fran – Y tú ¿Cómo se lo permitiste?
- No lo pude evitar, – respondió Fran – es muy testarudo.
- Ya está hecho, – dijo Lucas – de nada vale lamentarse. Después que lo abramos, y lo leamos, lo devolveremos.
Siguieron hasta donde Félix se escondía y luego fueron los cuatro a su dormitorio. No vieron señal de Julius Fedorus en los pasillos. Jan seguía muy molesto. Quedaron de acuerdo que al día siguiente descubrirían la manera de abrir esa caja, o lo regresarían al Salón de Honor. Escondieron la caja con el libro en uno de los armarios y se fueron a dormir.

Lucas abrió los ojos. Esta vez supo enseguida dónde estaba. Se dirigió directamente dónde su madre lo esperaba sentada. Ella le dijo:
- Lucas, ¿por qué no me miras a la cara?
- He hecho algo de lo que no me siento orgulloso – contestó Lucas.
- ¿Te refieres a lo del Acta? – preguntó su madre con una sonrisa.
- ¿Lo sabías? Por supuesto que lo sabías, debí imaginármelo. Dime por favor, ¿estuvo mal que me lo llevara?
- Estuvo mal si crees que estuvo mal.
- En realidad no lo sé. En ese momento sentí que debía hacerlo, pero ahora no estoy seguro.
- Hay cosas que quieres saber y haces lo necesario para averiguarlas. Tu intención no fue hacer daño, ni apropiarte de algo que no es tuyo. Debes cuidar de que nadie salga dañado por lo que hiciste, y devolver el libro lo antes posible.
- Entonces ¿el libro me ayudará a saber lo que deseo?
- El libro te ayudará, pero no de la manera que esperas.
Lucas miró a su madre unos instantes, tratando de comprender lo que quería decir, pero sin atreverse a preguntar. Sentía que debía averiguar por sí mismo el significado de esas palabras.
- Madre, ¿qué hago aquí ahora?
- Viniste a recibir esto – abrió su mano, que tenía una medalla con la figura de una serpiente y una copa, desde la que brillaron dos pequeños rubíes. La puso alrededor del cuello de Lucas.
- ¿Por qué me entregas esto? – Preguntó Lucas, mientras miraba el tapiz del muro – No lo merezco.
- Oh, sí lo mereces. Es por lo que hiciste para ayudar a tu amiga.
- Había olvidado eso.
- No debes olvidarlo, estuviste muy bien. Fue tu segunda prueba. Ahora sólo queda una. Será la más difícil. Para superarla deberás tener mucho carácter. Ahora ven aquí. Es hora que descanses, mañana será un día difícil - Una vez más, Lucas se durmió en su regazo.

Los cuatro chicos se levantaron muy temprano por la mañana. Estuvieron callados durante el desayuno, a pesar de que algunos compañeros se les acercaron para felicitarlos por el juicio del día anterior. Ninguna de las tres chicas apareció por el comedor esa mañana, probablemente para evitar a los curiosos que aún querían ver a Gracia. Después se dirigieron a la clase de Principios de Diplomacia. El profesor era nativo de Alfa, Salvador Mecan se llamaba, por lo que la clase no resultaba tan árida y aburrida como las que dictaban los profesores nixianos, pero eso no evitó que Lucas estuviera distraído las dos horas que duraba.
- ¡Señor Laertes! – gritó de pronto el profesor Mecan, con lo que Lucas literalmente saltó de su asiento.
- ¡Sí señor, diga! – respondió el chico, sorprendido. El resto de los chicos de la clase rieron.
- Le ha preguntado dos veces sobre la regla básica del inicio de negociaciones entre planetas de un mismo sistema.
- La regla básica, sí señor. Es… la regla… tiene que ver con, creo que con…
- Quizás el trabajo le ayude a recordarla, y de paso a poner atención en clases. Quiero para nuestra próxima clase un informe completo sobre esa regla y su aplicación en las últimas negociaciones de intercambio de información entre Alfa y Piros. Encontrará todo lo que necesita en la biblioteca.
- Ahora sí que la hiciste buena – le susurró Fran, que estaba sentado detrás.
La siguiente clase era Ciencias. Sin embargo no fue Juis Santos quien llegó hasta el Laboratorio donde se dictaban las clases, sino el profesor Gio Pichot, de Cultura Física.
- Reemplazaré al profesor Santos unos minutos – les dijo a los alumnos. – Surgió algo urgente que ha requerido de su presencia. Saquen su texto de ciencias y por favor repasen en silencio la materia de la última clase.
Lucas, Jan, Fran y Félix intercambiaron unas significativas miradas. No pudieron dejar de relacionar esta repentina ausencia con el hecho de que el profesor Santos estuviera en los pasillos la noche anterior.
- ¿Crees que Santos nos descubrió? – le susurró Félix a Lucas.
- No, seguro ya lo sabríamos si así fuera – respondió Lucas.
Quince minutos después el profesor Santos entró en el laboratorio y saludó al profesor Pichot, quien salió. Se veía algo nervioso. Dijo a sus alumnos:
- Disculpen el retraso, tuve que ocuparme de un asunto urgente. Ahora saquen los materiales que ocupamos la última clase. Seguiremos con el experimento de degradación de la pirita.
No hizo ninguna señal significativa hacia los cuatro chicos. La clase se desarrolló normalmente. Sin embargo los chicos no pudieron evitar estar inquietos durante ella. Cuando terminó, los cuatro salieron rápidamente para ir a un lugar tranquilo a conversar de lo ocurrido. En uno de los pasillos se toparon con Hugo y Rigo.
- Hola chicos, ¿dónde van ahora? – preguntó Rigo.
- Hola, - contestó Fran – vamos al patio exterior. Queremos tomar algo de aire, la clase de ciencias estuvo muy pesada.
- Está muy frío afuera, tengan cuidado – dijo Hugo. - ¿Supieron las últimas noticias?
- No hemos sabido nada – respondió Jan algo nervioso - ¿Qué ocurrió?
- Pues que anoche alguien robó el Acta de Fundación del Salón de Honor – dijo Hugo y miró a Lucas de una manera extrañamente acusadora. - ¿No es una coincidencia que hayamos estado hablando de eso hace un par de días?
- Sí, una coincidencia, sólo una coincidencia – respondió Lucas notoriamente nervioso. - ¿Ya descubrieron quien lo hizo?
- Entiendo que aún no, pero hay una investigación, – dijo Rigo – seguramente lo descubrirán y luego, bueno, seguramente expulsarán a quien o quiénes hayan sido. - Los cuatro palidecieron. Rigo se despidió – Bueno, nos vemos más tarde.
Lucas, Jan, Fran y Félix siguieron su camino sin despedirse. Cuando llegaron al patio exterior ni siquiera notaron el persistente viento frío que soplaba. Caminaron sobre la nieve hasta que se refugiaron detrás de la estatua de uno los Vigilantes.
- Estamos perdidos, - dijo Félix – nos descubrirán y nos expulsarán a los cuatro.
- Jan, ¿estás seguro que Santos no te vio anoche? – preguntó Lucas.
- Sí muy seguro – respondió el chico. – Además si me hubiera visto me habría dicho algo en ese momento, se supone que no podemos salir de las habitaciones después del toque de silencio.
- Es cierto, - dijo Lucas –debemos estar tranquilos. Nadie nos vio anoche, y no ocupamos nuestras tarjetas ni siquiera para salir de nuestra habitación.
- Además sabemos que no hay ningún sistema de vigilancia en el interior del Colegio – acotó Fran. - El Consejo de Padres siempre se ha preocupado de eso. Recuerden que aquí estudian muchos hijos de gobernantes y dirigentes importantes, como tú Lucas, y ninguno quiere que lo espíen.
- Entonces no tienen manera de descubrirnos – dijo Lucas. – Sólo debemos permanecer callados. Cuando logremos leer el libro lo dejaremos en algún lugar donde algún profesor lo encuentre. Con el tiempo se olvidarán del asunto.
- Se olvidan de algo – dijo Jan.
- ¿De qué? – preguntó Lucas
- De Julius Fedorus – respondió Jan. – Él estaba en los pasillos anoche. Probablemente nos seguía.
- No estamos seguros de eso – dijo Fran. – Puede haber estado por otra razón. No nos vio entrar al Salón de Honor, eso sí te lo puedo asegurar.
- ¿Qué haremos? – preguntó muy angustiado Félix.
- Nada, - respondió Lucas – no haremos nada. Seguiremos como siempre. Yo iré a la biblioteca a comenzar el informe que me encargó el profesor Mecan y ustedes harán lo de costumbre. Debemos confiar en que Fedorus no sabe nada, y aunque así fuera no tiene pruebas contra nosotros. Nos juntaremos en el comedor a la hora del almuerzo.
- Está bien – dijeron los demás.
Cuando se iban de vuelta al Edificio Central, Lucas miró con inquietud la estatua del Vigilante en que se habían resguardado. La figura representaba a un ursus.
Lucas estuvo una hora recopilando información sobre las negociaciones entre Alfa y Piros, pero no pudo apartar de su mente el asunto del libro. Si eran descubiertos lo expulsarían y tendría que volver al palacio. Tendría que enfrentar a su padre, pero no sabía cómo lo iba a tomar, si se enojaría o si no le importaría. Además expulsarían a sus amigos por su culpa. Su madre se lo había advertido, sufrirían por él. No podía permitirlo, pero tampoco podría evitarlo. Decidió que asumiría toda la culpa si los descubrían. Finalmente llegó la hora de almorzar. Guardó toda la información que encontró en su visor y se dirigió al comedor. Cuando llegó vio a Jan y Félix en una mesa con sus bandejas de comida. Recogió la suya y fue hasta ellos.
- ¿Alguna noticia? - preguntó - ¿Dónde está Fran?
- No quiso estudiar con nosotros en la habitación, – respondió Jan – dijo que iría a ver que escuchaba por ahí. No te preocupes, no dirá nada, no es tan tonto.
En ese momento Fran entró al comedor. Cuando vio a los chicos se dirigió directamente hasta ellos, sin ir a buscar su bandeja. Se sentó, estaba agitado, y empezó a hablar:
- No creerán lo que voy a decirles. Estuve averiguando por ahí, y uno de los auxiliares de aseo que conozco conoce a alguien de mantenimiento que conoce a alguien de electrónica que… en fin, el asunto es que el Director de Disciplina, Ignatus, sabe el nombre de uno de los que robaron el libro.
Los tres chicos quedaron petrificados. Jan pudo finalmente preguntar:
- ¿De quién?
- Julius Fedorus – dijo Fran.
- ¡¿Qué?! – exclamó Jan – pero ¿cómo?
- Pues parece que el profesor Santos vio pasar a Fedorus por los pasillos anoche, - respondió Fran - y cuando descubrieron que faltaba el libro habló con Ignatus. El tipo de electrónica dijo que habían revisado el registro del cerrojo del Salón de Honor, y adivinen, Fedorus abrió la puerta con su tarjeta esa noche.
- Pero, ¿por qué lo habrá hecho? – preguntó Félix.
- Probablemente sí nos vio salir del Salón, después de todo, – respondió Fran – y entró a ver que habíamos hecho. No debe haberse dado cuenta de que faltaba el libro hasta que supo la noticia esta mañana.
- Eso es terrible – dijo Félix – lo acusarán y nos delatará. Dirá que nos seguía y sabrán que fuimos nosotros. Nos expulsarán.
- No será así, - respondió Fran – sería su palabra contra la nuestra. Fue a él a quién Santos vio en los pasillos, y fue su tarjeta la que abrió las puertas del Salón de Honor. Desde que llegamos al Colegio nos ha estado molestando, así que pensarán que nos acusa para salvarse de la expulsión.
- Eso no es algo de lo que sentirnos orgullosos – dijo Jan.
- Pero es nuestra única salida – siguió Fran. – Fedorus decidió ser nuestro enemigo desde que llegamos sin que le hiciéramos nada. Es él o nosotros ¿Qué opinas tú, Lucas?
Lucas había estado escuchando en silencio durante toda la conversación. Todo el asunto le daba vueltas en la cabeza. Fedorus sería acusado y seguramente expulsado. ¿Qué debía hacer ahora? Su madre le había dicho: “Debes cuidar de que nadie salga dañado por lo que hiciste”. ¿Acaso había sido uno de esos sueños premonitorios de los que le había hablado Fran? ¿Cómo sabría su madre lo que pasaría? Abandonar el libro para que un profesor lo encontrara no salvaría a Fedorus. Es cierto que ese chico había sido hostil desde que llegaron, pero no debía cargar con su culpa. De pronto vio muy claro lo que debía hacer.
- Entregaré el libro a Ignatus – dijo Lucas resueltamente.
- ¡No puedes hacer eso! - exclamó Fran - ¡Será nuestro fin en este Colegio!
- No se preocupen, – respondió Lucas – diré que lo hice solo. Yo los obligué a ayudarme, yo debo cargar solo con la responsabilidad.
- Tú no nos obligaste a nada, nosotros quisimos ayudarte – dijo Jan.
- Es cierto – dijo Fran – no podemos permitir que te expulsen. No debes hacerlo.
- Sí debo – respondió Lucas – todo esto es mi culpa.
Guardaron silencio, pues Hugo, Rigo y Néstor entraron al comedor y se acercaron hasta ellos.
- Hola, ¿supieron lo de Fedorus? – peguntó Hugo.
- Fran nos estaba contando – respondió Jan - ¿creen que sea cierto?
- Sí, el profesor Pichot nos lo contó hace unos momentos en el Gimnasium – respondió Nestor.
- Vaya, seguramente lo expulsarán – dijo Fran, tratando de parecer tranquilo.
- Sí, seguramente lo harán – respondió Hugo, mirando a Lucas. El chico seguía pensativo, con la cabeza gacha. - De hecho ahora se encuentran Fedorus e Ignatus en la oficina del Rector.
Al oír eso Lucas levantó la cabeza y miró a Hugo. Se levantó y dijo
- Debo ir a hacer algo.
- Lucas, no. – le pidió Fran.
- ¿De qué se trata? – preguntó Hugo.
- Algo que debo hacer solo – respondió Lucas. Salió del comedor mientras sus amigos lo miraban.
Lucas se dirigió hasta su habitación y sacó del escondite la caja con el libro. La puso dentro de un bolso y salió con paso decidido hacia la oficina del Rector. A medida que se iba acercando fue disminuyendo su marcha. Dudó unos instantes frente a la puerta, pero recordó a su madre y tocó. La puerta se abrió y tragando saliva entró a la recepción, donde detrás de un escritorio estaba el secretario del Rector, un nativo de Nixia. El secretario dejó de escribir en su computador, lo miró de arriba abajo y preguntó:
- ¿Qué deseas, chico?
- Necesito hablar con el señor Rector – respondió Lucas.
- En este momento se encuentra ocupado.
- Lo sé. Lo que debo decirle tiene que ver con el asunto que está tratando.
- Lo siento, pero no puedo molestarlo – dijo el secretario y volvió a lo que estaba haciendo.
Lucas lo miró impaciente. Metió la mano en el bolso que traía, sacó la caja con el Acta de Fundación y la puso en el escritorio del secretario. Éste la miró unos instantes y presionó el botón del intercomunicador que tenía junto a él.
- ¿Señor Rector? – dijo.
- Pedí expresamente que no me interrumpieran – se escuchó a través del intercomunicador.
- Mis disculpas, señor Rector, pero aquí se encuentra el príncipe Lucas y trae el libro extraviado.
Se produjo silencio durante unos segundos.
- Hazlo pasar – dijo la voz del Rector.
El secretario presionó un botón bajo el escritorio y la puerta deslizante que tenía a sus espaldas se abrió. Lucas tomó la caja con el Acta de Fundación y entró en el despacho del Rector. Adentro se encontraba el Rector sentado detrás de un amplio escritorio de color negro, finamente decorado. A su lado estaba Andro Ignatus, y de pie frente a ellos se encontraba Julius Fedorus. Los tres miraban a Lucas mientras entraba, se acercaba al escritorio y dejaba la caja con el libro sobre él.
- ¿Dónde encontró eso, príncipe? – preguntó el Rector.
- Yo lo tomé del Salón de Honor, no Fedorus – respondió Lucas. El Rector miró a Fedorus y le preguntó:
- ¿Es cierto eso? - preguntó a Fedorus.
- Sí señor Rector – contestó el chico.
- ¿Por qué no me lo habías dicho? – volvió a preguntar el Rector.
- Usted no me habría creído si culpaba al Príncipe del Sistema Estelar de Antiqua, señor Rector – respondió Fedorus.
El Rector miró nuevamente a Lucas y le preguntó:
- ¿Entiende las consecuencias de lo que ha hecho, príncipe?
- Sí, señor rector – contestó Lucas.
- Deberé aplicarle el mismo castigo que iba a recibir Fedorus – dijo el Rector.
- Entiendo eso, señor – contestó Lucas.
El rector lo miró unos instantes. Luego dijo, dirigiéndose a Fedorus:
- Puedes retirarte.
Julius Fedorus se dio media vuelta y se puso a caminar. Cuando pasaba junto a Lucas le dijo, en voz baja:
- Todavía no hemos terminado – y salió del despacho.
Lucas no se inquietó por la amenaza, Julius Fedorus era el menor de sus problemas en ese momento. El Rector le preguntó:
- ¿Qué razones tuvo para tomar esta reliquia de nuestro Colegio?
- No puedo contestar a eso, señor Rector – respondió Lucas.
- Eso no le ayuda nada – dijo Ignatus, hablando por primera vez – conteste la pregunta del Rector.
- Lo siento – dijo Lucas – pero realmente no puedo decírselo.
- ¿Y puede decirme si lo hizo solo o si alguien lo ayudó? – preguntó el Rector.
- Lo hice solo – respondió Lucas sin vacilar.
- Está bien – dijo el Rector – desde hoy y todos los días durante dos meses deberá presentarse en la cocina a las seis de la tarde para ayudar con los quehaceres. Por supuesto que eso no será excusa para descuidar sus deberes escolares. Además quedará en estado condicional hasta fin de año. No se le aceptará ninguna otra falta como ésta.
Lucas lo miró sorprendido.
- Eeeh… ¿no va a expulsarme? – preguntó
- ¿Prefiere que lo haga?
- ¡No, señor Rector! - respondió Lucas - ¡Por supuesto que no!
- Como miembro de la Comisión Por La Tradición – explicó el Rector – Julius Fedorus sabía que el Acta de Fundación que se exhibía en el Salón de Honor, y que nos trajo ahora, sólo es una copia. El original está guardado en una bóveda en Ciudad Blanca, lejos del alcance de mocosos irresponsables. Es por eso que sólo lo consideramos una falta menos grave. En su caso príncipe, aunque usted pensaba que se trataba del libro original, también debemos tomar en cuenta que vino a devolverlo voluntariamente. Por eso le aplicaré el mismo castigo que ya le había comunicado a Fedorus.
- Espero que se de cuenta de la suerte que ha tenido – intervino Ignatus.
- Sí señor, muchas gracias – respondió el chico.
- Por supuesto le informaremos de esto a su Majestad El Emperador, su padre – dijo el Rector. – Ahora puede retirarse.
Lucas no esperó que se lo dijeran dos veces y salió rápidamente. Afuera lo esperaban Jan, Fran, Félix, Hugo, Rigo y Néstor.
- ¿Cómo te fue? – preguntó Jan, con cara de funeral. Lucas iba a responder, pero miró a Hugo. Jan le dijo – No te preocupes, ya lo saben, tuvimos que contarles.
- Bueno, no tan mal – respondió Lucas y les contó lo que había pasado.
- Vaya, - dijo Fran – eso no lo cuentas dos veces.
- Es cierto, tuviste mucha suerte – intervino Hugo. – Estuvo muy bien lo que hiciste. No lo de sacar el libro, eso fue un estupidez. Me refiero a contar la verdad, y proteger a tus amigos, y por supuesto a Fedorus.
- Es algo que debía hacer – respondió Lucas.
- Es cierto – dijo Hugo. – Ahora debemos ir a clases ¿qué tienen en la tarde?
- Tenemos Leyes y Ética – respondió Fran. – Después estudiaremos, aunque parece que Lucas tiene trabajo en la cocina.
- Nosotros deberíamos ayudarte – dijo Félix.
- No se preocupen, – respondió Lucas – ya les dije que era mi responsabilidad. Además no creo que los dejen entrar en la cocina.
- Pues debemos ayudarte de alguna manera – continuó Félix. – Ya lo sé, te ayudaré con tu informe de Diplomacia mientras estás cumpliendo el castigo.
- Bueno, muchas gracias – dijo Lucas. – Te dejaré mi visor cuando vaya a la cocina. No lo hagas demasiado bien, o el profesor Mecan sabrá que no lo hice yo. – todos rieron y se separaron para ir a sus clases.

Cuando dieron las seis de la tarde Jan, Fran y Félix acompañaron a Lucas hasta la cocina. Se despidieron de él como si entrara a la cárcel y no lo fuera a ver en años. Lucas se rió y les dijo:
- Vamos chicos, nos veremos en un par de horas ¿Qué tan pesado puede ser el trabajo de la cocina?
- Es que los cuatro deberíamos entrar ahí – dijo Fran.
- Ya discutimos eso – contestó Lucas. – Sólo recuerden ayudarme con las tareas escolares.
- No te preocupes – dijo Félix – tu informe estará listo cuando llegues a la habitación.
Se despidieron y Lucas entró a cumplir su castigo, con una sensación de tranquilidad y de qué las cosas no podrían haber salido mejor, dadas las circunstancias.

© 2011 Marcos Scotti D.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Capítulo 9

Las cosas aparentemente se tranquilizan y los chicos entran de lleno en su vida escolar. En un colegio dedicado a la política pasan cosas muy interesantes, y esas cosas tienen que ver con Lucas más de lo que él mismo sospecha.




Capítulo 9: El Juicio de Réplica

La noticia de la aventura de los chicos se difundió rápidamente por el Colegio. El principal promotor de ella era Fran, quien la contaba con lujo de detalles a quien le preguntara. Además el boca a boca fue agrandando la historia hasta proporciones épicas. También ayudó que, en el informativo diario de televideo de Nixia, se anunciara que había sido visto un ejemplar de ursus en el Parque de Tram, después de cincuenta años. La valentía con que había actuado Lucas era el tema de conversación favorito en los descansos escolares, con lo que muchos chicos empezaron a verlo con algo de simpatía. Incluso había algunos que lo saludaban cuando se cruzaban con él en los pasillos.
- Parece que todo se está arreglando con los demás chicos del Colegio – decía Jan. – Pronto todos te aceptarán y podremos estudiar tranquilos.
- Espero que así sea, – contestaba Lucas – aunque todavía presiento que algo raro pasa aquí.
El tiempo transcurrió tranquilamente y las cosas parecieron efectivamente arreglarse. El clima se hizo aún más frío y empezó la temporada de tormentas. Esto impedía cualquier actividad al aire libre. Pronto llegaron los exámenes del primer semestre. Los cuatro chicos se dedicaban a sus estudios, ayudados por sus nuevas amigas. Jan y Félix demostraban ser excelentes alumnos, mientras que Lucas no lo hacía mal, aunque se inclinaba a estudiar sólo las materias que le interesaban, como Astrografía, Ciencias e Historia Estelar. También tenía aptitudes para Cultura Física, que era la única en que Fran destacaba, y la única en que Félix tenía problemas. Estas clases las dictaba en el Gimnasium el profesor Gio Pichot, quien podría considerarse alto de estatura, tomando en cuenta que era nativo de Nixia. Unos tres meses luego del incidente en la caverna, Lucas, Jan, Fran y Félix estaban descansando luego de una clase especialmente intensa, en que habían tenido que correr por la nieve alrededor del edificio principal del Colegio, con control de tiempo.
- Todavía no entiendo por qué debemos tener clases de gimnasia – se quejó Félix, que aún no recuperaba completamente el aliento – si vinimos a prepararnos para cargos políticos, no para ser atletas profesionales.
- No reclames tanto – replicó Fran, que se encontraba fresco y estimulado por el ejercicio – tu cabeza no es lo único que debes ejercitar para dirigir un ministerio.
- Eso es cierto – acotó Jan. – Es como dicen en Eolia, Mente Sana en Cuerpo Sano, si no me equivoco. Además estos ejercicios, principalmente los de salto y de natación, están dirigidos a contrarrestar los efectos de la gravedad de Nixia, que hace más difícil el crecimiento.
- Yo he oído decir que a la comida se le agrega algún tipo de hormona de crecimiento, – acotó Félix – excepto para los nativos de Nixia, creo.
- ¿Y eso es legal? – preguntó Lucas.
- Sí, claro, – dijo Jan – siempre y cuando tus padres lo sepan. Lo de la hormona es cierto, y se les comunica a todos los padres antes del inicio de las clases, según me contó Rigo. De todas maneras, ante cualquier cosa así el Consejo Escolar se preocupa de cuidar los intereses de los estudiantes.
- ¿El Consejo Escolar? - preguntó Lucas - ¿Qué es eso?
- Es una directiva con representantes, que son elegidos por todos los estudiantes. - respondió Jan - Es totalmente independiente de la Dirección del Colegio. El presidente debe ser un alumno del quinto curso, y además hay seis consejeros que se cambian todos los años. De hecho las elecciones para este año serán dentro de dos semanas. Ayer se abrieron las inscripciones para los candidatos.
- Vaya, - dijo Fran – no sabía eso.
- Yo tampoco – dijo Lucas a su vez.
- Pues lo sabrían si se molestaran en leer el Boletín Estudiantil – respondió Jan.
- ¿Hay un Boletín Estudiantil? – preguntó Fran.
- Ustedes no tienen remedio – dijo Jan. En ese momento llegó Aída hasta donde estaban los chicos. Se acercó a ellos y los saludó.
- ¡Hola chicos! Se ven bastante cansados, ¿cómo estuvo su clase de Cultura Física?
- Estupenda, como siempre – respondió Fran. - ¿Dónde están tus amigas?
- Creo que en clases de Matemáticas – dijo Aída. – Y ustedes, ¿de qué estaban hablando?
- Les contaba a los chicos sobre las elecciones del Consejo Escolar – respondió Jan.
- Qué coincidencia – dijo Aída. – Apuesto a que no adivinan quién se postuló para el Consejo esta mañana.
- Nos rendimos, - dijo Lucas – cuéntanos.
- ¡Gracia! – respondió Aída con entusiasmo.
- ¿Gracia? - preguntó Fran con cara de sorpresa - No sabía que le interesara la política.
- A todos los que estudiamos aquí se supone que nos interesa la política; – dijo Jan – el asunto es que en el Consejo tendrá que hablar mucho sobre los asuntos de los estudiantes, y hablar no es la principal virtud de Gracia.
- Lo sé – dijo Aída. – Para Moira y para mí también fue una sorpresa, pero ya que lo hizo espero que ustedes la apoyen lo mismo que nosotras.
- ¡Por supuesto! – exclamaron los chicos.
Dos días después las inscripciones se cerraron. Los cuatro chicos se juntaron con sus amigas en el comedor para almorzar. Moira llegó en último lugar. Traía el Boletín Estudiantil de esa mañana y venía furiosa. Se sentó bruscamente en su silla y dijo:
- ¡Es increíble hasta dónde son capaces de llegar! ¡Este Colegio no tiene remedio!
- ¿Qué sucede? – preguntó Aída. Los demás esperaban su respuesta con mucha curiosidad.
- ¿No leyeron esto? – dijo Moira indicando el Boletín.
- Pues no – dijo Fran - ¿qué dice?
- Trae la lista de los candidatos para las elecciones del Consejo Escolar – respondió Moira, aún enojada. - ¿Saben lo que dice junto al nombre de Gracia? - no esperó a que le contestaran - Dice “objetada”. - Todos pusieron cara de sorpresa, excepto Gracia. Lucas preguntó:
- ¿Y eso qué significa?
- Que encontraron alguna razón para dejarla fuera de las elecciones – respondió Moira.
- ¿Dice cuál es esa razón? – preguntó Félix.
- No dice nada – respondió Moira – pero yo les diré cuáles la razón. Es porque es mujer. Este Colegio es una cuna de machistas. No me extraña que este Sistema Estelar esté gobernado como está. Sin ofender, Lucas.
- No te preocupes – dijo el chico.
Lucas miró a Gracia. Extrañamente parecía muy tranquila con la noticia. Lucas le preguntó directamente:
- ¿Y ahora qué piensas hacer?
Todos la miraron esperando su respuesta. Gracia se enderezó, carraspeó, y comenzó a hablar tranquilamente:
- Bueno, el reglamento del Consejo Escolar dice que cuando un candidato es objetado, ese candidato puede pedir que se realice un Juicio de Réplica. En él se pueden rebatir los argumentos de la objeción.
- ¿Y vas a pedir ese Juicio de Réplica? - preguntó Jan.
- Ya lo hice ayer - respondió Gracia.
- ¿Sabías que te iban a objetar? - preguntó Moira con sorpresa - Bueno, en realidad era esperable.
- ¿Cuándo se realizará el juicio? - preguntó Lucas.
- En cuanto designe mi representante - respondió Gracia.
- ¿Por qué necesitas uno? - volvió a preguntar Lucas.
- El reglamento lo dice. El candidato objetado no se puede defender él mismo porque está, obviamente, objetado.
- ¿Y quién será tu representante? - preguntó Lucas una vez más.
- Tú, Lucas - dijo finalmente la chica, con una sonrisa en la cara.
- ¿Yo? - Lucas quedó tan sorprendido como sus amigos con la respuesta de Gracia - ¿Por qué yo? Digo, gracias por la confianza pero… creo que debe haber otros más preparados para esto, alumnos de cursos superiores, quizás algún profesor, no lo sé.
- Sólo puede ser un alumno, – dijo Gracia – y creo nadie que no esté en esta mesa querría ayudarme. Estoy segura que lo harás bien.
- Disculpa Gracia – intervino Jan – pero creo que Lucas tiene razón. Quizás podamos convencer a algún alumno de cuarto o quinto para que te represente. Nosotros recién estamos conociendo el Colegio. Ninguno es realmente adecuado.
- Lo siento – dijo tranquilamente Gracia – pero no aceptaré a nadie más. Si Lucas no quiere aceptar entonces me retiraré de las elecciones y dejaré que ganen los prejuicios de este Colegio.
- ¡No puedes hacer eso! - exclamó Aída - ¡Sentaría un precedente! ¡Sería el fin de las posibilidades de que una mujer integrara el Consejo Escolar!
- Entonces es decisión de Lucas – concluyó Gracia.
Todos miraron a Lucas. Trató de replicar, pero no se le ocurrió qué decir. Después de unos instantes suspiró y dijo:
- Está bien, lo haré. Pero insisto que es un error.
- Gracias, – dijo Gracia – sabía que aceptarías. Ahora iré a inscribirte como mi representante. – la chica se levantó y salió alegremente del comedor.
- No te preocupes – dijo Aída a Lucas – todos te ayudaremos a preparar la réplica.
- Y te estaremos apoyando durante el juicio – dijo Jan.
- ¿Estarán ahí? – preguntó Lucas sorprendido.
- Por supuesto – contestó Jan. – El juicio es público. Todo el Colegio estará ahí.
- ¡Oh, no! – dijo Lucas, agarrándose la cabeza con las manos.
- No te lamentes – le dijo Fran, palmoteando su espalda – hay cosas peores que eso.
- Pues preferiría enfrentar al ursus otra vez – terminó Lucas.

Como representante de Gracia, Lucas tuvo que ir a enterarse de las razones por las que objetaron la candidatura de la chica. Para desazón del chico, el encargado del Comité de Elecciones del Consejo Escolar era ni más ni menos que Baldo Cruz. Después de una breve búsqueda, Lucas y Félix, quien se había ofrecido como asistente, lo encontraron saliendo de una clase de Leyes y Ética junto a su inseparable amigo Julius Fedorus. Lucas no estaba muy contento de tener que hablar con ellos, pero pensó que era mejor salir del trámite de una vez. Así que con paso resuelto se les acercó. Cuando Baldo lo vio venir por el pasillo susurró unas palabras al oído de Fedorus, quien salió caminando rápidamente por el lado contrario.
- Vaya, qué honor verlo aquí, Su Majestad – dijo sarcásticamente Baldo, cuando los dos chicos llegaron a su lado.
- Deja eso, – replicó Lucas, con tono molesto – no vine aquí buscando problemas. Estoy por el asunto de las elecciones. Voy a representar a Gracia Aaleia en el Juicio de Réplica.
- Sí, me llegó la noticia esta mañana, – dijo Baldo – cuando el comité se reunió para analizar la petición de juicio. Pobre chica, es una lástima que no le hayan aconsejado mejor, para encontrar un representante de más… experiencia.
Lucas se tuvo que guardar su réplica al insulto encubierto de Baldo, porque en el fondo opinaba igual que él.
- Lo que necesito es saber el motivo de la objeción. Según el reglamento del Consejo Escolar, todos los alumnos tienen el mismo derecho a postularse para consejeros, no importan las diferencias, ni el curso.
- ¿Por qué lo dices? ¿Acaso quieres postularte tú mismo?
- Nada de eso. Además ése no es el punto. Gracia tiene todas las aptitudes para representar a sus compañeros tan bien como cualquiera.
- Sé bien cuál es el punto. Y sobre eso, déjame decirte que no es tan así como dices. – En ése momento volvió Fedorus trayendo un visor de pantalla flexible, que le entregó a Baldo – Precisamente aquí tengo el Acta de Objeción que se levanto contra Aaleia. – Baldo se puso a leer el aparato - Se cita el artículo 5 de la sección de elecciones del reglamento del Consejo Escolar que dice que: “Todo aquel que desee postularse para consejero debe representar de la mejor manera la diversidad de intereses y necesidades de los alumnos de nuestro Colegio Protocolar. Es deber del Comité de Elecciones velar porque los postulantes representen el más amplio espectro de razas, nacionalidades y tendencias intelectuales de nuestra sociedad que sea posible.”
- ¿Y eso qué tiene que ver? – preguntó Lucas.
- Pues que tu amiga no representa a nadie. Ella ya está en segundo año y no pertenece a ningún grupo de estudio, ni a ningún taller de debate, ni a ningún semillero político, ni a ningún círculo diplomático, ni a ninguna selección deportiva ni a nada. No tiene más amigos que las otras dos chicas, ni habla en las sesiones abiertas del Consejo Escolar, ni siquiera como disidente. Nadie sabe nada de ella.
- Pero tiene muy buenas notas, en todas las materias – replicó Lucas. – Si se tomaran la molestia de conocerla se darían cuenta que es una chica excelente, con muchas ideas que pueden ser de gran utilidad en el Consejo Escolar.
- No vengas con eso. El hecho es que ella no participa de la vida de nuestro Colegio. Ella no tiene representatividad.
- Eso es un tecnicismo, y además muy subjetivo – ya Lucas se estaba exasperando. - A mí me parece más bien un abierto acto de discriminación.
- Pues la verdad yo no sé qué hace esa chica en nuestro Colegio – Baldo también subió el tono de su voz. - Debería haberse quedado en su casa aprendiendo a cocinar o algo así.
- Así que al fin aparece la verdadera razón de la discriminación. Pues siento mucho que al Comité no le guste que una mujer forme parte del Consejo, pero ella tiene todo el derecho a hacerlo.
- No estoy de acuerdo, pero ninguno de los dos saca nada con discutirlo en este momento. El Juicio de Réplica será mañana, allí podrás exponer tus argumentos y el Comité expondrá los suyos. Será el Consejo Escolar quien decida.
- Está bien – contestó Lucas, más calmado. - Necesito el texto completo de la objeción, para poder estudiarlo.
- Me encargué de enviarlo al terminal de datos de tu habitación hace unos momentos; de ahí podrás pasarlo a tu visor. Nos veremos mañana.
- Ahí estaré – dijo Lucas, retirándose. Cuando habían salido del pasillo, Félix dijo a Lucas:
- Estuviste muy bien con ese Baldo, lo pusiste en su lugar. No te había visto tan interesado en algo desde que nos conocimos. Quizás deberías considerar ser abogado, diplomático no, claro.
Pero lo único que estaba considerando Lucas en ese momento era cómo iba a rebatir los argumentos del Comité contra Gracia. No tenía idea qué camino tomar. Pensó que lo mejor era discutirlo con Gracia y con sus amigos. Probablemente Félix y Jan podrían ayudarlo mucho, y también podía hablar con Hugo, que siempre era muy razonable.

Lucas citó al grupo completo en la biblioteca, justo después del almuerzo, cuando no había muchos alumnos en ese sitio. Estaban sus compañeros Jan, Fran y Félix; también sus amigas Aída, Moira y por supuesto Gracia. Finalmente estaban Hugo, Rigo y Néstor. Juntaron tres mesas para conversar y lanzar ideas de la defensa de Gracia. Lucas leyó en voz alta el Acta de Objeción y luego relató su discusión con Baldo Cruz.
- Eso sólo confirma lo que yo pensaba – dijo Moira luego que Lucas terminara su relato - Estuviste muy bien al decirle a ése tal Cruz que era una injusticia. Pienso que ése es el argumento que debemos usar, que se trata sólo de una abierta y asquerosa discriminación.
- No estoy muy de acuerdo – replicó Hugo. – Podemos usar la discriminación para sembrar dudas sobre su posición, pero necesitamos otro argumento que contrarreste directamente el de ellos. Me refiero a que si ellos dicen que Gracia no es representativa, debemos demostrar que sí lo es.
- Pero eso podría ser muy subjetivo – dijo Felix.
- Sí – contestó Hugo – pero el argumento de ellos también lo es. Lo importante es que convenzamos al Consejo Escolar que Gracia representa a un gran número de alumnos de este Colegio.
- No quiero ser pesimista – intervino Rigo – pero la verdad es que nuestra amiga no es precisamente popular entre los alumnos. Estoy seguro que muchos ni siquiera saben que es alumna de este Colegio. Yo mismo no la conocía hasta hace poco. Disculpa la franqueza, Gracia. – La chica lo miró despreocupadamente, y sonrió como siempre.
- Precisamente ése puede ser un punto a explotar – dijo Félix. – Podemos decir que ella representa a todos los que no son populares, a los que estudian silenciosamente para aprobar sus cursos y luego salen a dejar bien puesto el nombre del Colegio en sus planetas.
- No es mala idea – intervino Aída. – Podemos mostrar los logros que Gracia tuvo en primer año, yo sé que son varios, y exponerlos como los logros que todos conseguimos y que no son publicitados como los de otros que tienen más contactos en la Dirección del Colegio o que simplemente son más vistosos.
- Me parece muy buen punto – dijo Lucas. – Trabajaremos en eso y veremos a dónde nos lleva. Primero necesito una lista completa de todas las actividades que se realizan en el Colegio que no aparecen en los destacados del Boletín Estudiantil. Ésa la podemos hacer entre todos, pero creo que los que son más antiguos pueden aportar más. Todos hagan su lista y entréguensela a… ¿Hugo, te puedes encargar?
- Claro, por supuesto – respondió Hugo.
- Bien. De ti, Gracia, necesito que hagas una recopilación completa de todas las actividades que has hecho en el Colegio desde que ingresaste. También tu información personal, dónde vives, cuáles son tus intereses. No omitas nada, todo es importante. Prácticamente necesito tu biografía completa de este último año y medio.
- Te la tendré al final del día – contestó Gracia. – Quiero aprovechar de agradecerte por lo que haces, Lucas, veo que no me equivoqué al escogerte. También quiero agradecerles a todos ustedes por apoyarlo. Estoy segura que ganaremos este juicio.
La voz dulce con que habló Gracia, acompañada de sus ojos profundamente azules les dio más ánimos a todos, que se retiraron de la biblioteca con la convicción de la victoria. Sin embargo y a pesar del entusiasmo que mostró en la reunión, Lucas no estaba tan seguro. Le pidió a Hugo que se quedara un rato con él en la biblioteca, y comenzó a exponerle sus temores:
- No estoy seguro de esto. Tengo la extraña sensación que aquí hay algo más de lo que dicen.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Hugo, muy interesado.
- A que se están tomando muchas molestias sólo para dejar a una chica fuera de unas elecciones que probablemente no gane. Tienes que admitir que es cierto que no es para nada conocida entre los alumnos del Colegio.
- Sí, es cierto, yo también lo había pensado. Creo que no pensaron que ella recurriría al Juicio de Réplica, pues eso hará que se haga conocida. Yo, la verdad, estoy bastante optimista de obtener una victoria en este proceso, porque es algo que ellos no previeron. Sólo debes tener confianza en ti mismo, y encontrar el argumento adecuado. Es muy importante que pienses esto muy bien.
- Lo sé, lo sé. Sólo que no estoy seguro de cómo enfrentarlo. Espero que sea suficiente nuestro argumento. Si fallo, temo decepcionar a todos.
- No tengas miedo de eso; en primer lugar ninguno de nosotros querría estar en tu lugar. Si nuestro argumento no es suficiente, confío en que encontrarás uno mejor.
- Pero no es sólo eso lo que me preocupa. También temo que este juicio esté decidido de antemano. Probablemente los miembros del Consejo Escolar tengan los mismos prejuicios que el Comité.
- Pienso que no debes preocuparte por eso. El presidente del Consejo Escolar es Donai Elorret. Es un excelente alumno y una excelente persona. Nunca he escuchado de él alguna idea prejuiciosa ni nada parecido. Según sé, su madre es alcaldesa de un municipio de Pegaso, por lo que no puede estar en contra de las mujeres en cargos de importancia. Como todo nativo de su planeta, es de mente abierta. Además probablemente obtenga las Tres Medallas cuando egrese del Colegio a fin de año.
- ¿Las Tres Medallas? - preguntó Lucas - ¿Qué son?
- ¿Has oído hablar de las Cofradías? - preguntó a su vez Hugo.
- Sí, son tres. Sus símbolos están en una placa del comedor central. Se supone que son secretas.
- Exactamente. Bueno, las tres Cofradías fueron fundadas junto con el Colegio hace unos seiscientos años. Desde entonces esas Cofradías otorgan un premio llamado las Tres Medallas al alumno que tenga a lo largo de sus cinco años en el Colegio una notable entrega hacia sus compañeros y su comunidad, notas prácticamente perfectas en todos los cursos y un comportamiento intachable en todas sus actividades, tanto dentro como fuera del Colegio. Es lo que llaman las tres partes del espíritu del Colegio Protocolar: Valor, Sabiduría y Verdad. Es lo que representan los símbolos de las Cofradías. La última vez que se entregó ese premio fue hace casi treinta años, por lo que yo diría que Donai Elorret nos da garantías de un juicio justo. No debemos preocuparnos por eso.
Sin embargo, a Lucas el asunto de las Tres Medallas empezó a interesarle más que el juicio. No pudo evitar relacionarlas con la medalla que su madre le dio en su sueño.
- Pero dime – dijo a Hugo – esas Tres Medallas, ¿son en realidad tres medallas, es decir, de metal, talladas, con cadenas y todo?
- Esa es una pregunta curiosa – contestó Hugo – porque justamente es sólo el nombre. Lo que se entrega es un diploma de platino con la figura de los tres símbolos donde se acredita que se obtuvo el premio. Me parece que originalmente sí eran tres medallas de plata o un metal parecido, además se les daba todo un significado mágico, medio religioso, no estoy muy seguro. Creo que tenía que ver con el mundo de los sueños.
Esta última afirmación dejó perplejo a Lucas. ¿Sería posible que sus sueños tuvieran mayor relación con la realidad de lo que él pensaba? De pronto su única preocupación era averiguar lo más posible sobre esas Tres Medallas y las Cofradías. Supo que su idea de ingresar a una de ellas era correcta. Lo difícil era averiguar cómo hacerlo.
- Hugo, dime – preguntó Lucas - ¿Dónde puedo saber más de las Tres Medallas?
- No creo que las Tres medallas sean importantes en el caso de Gracia. Debemos concentrarnos en la argumentación que acordamos – respondió Hugo.
- Lo sé, pero por favor responde mi pregunta. Tengo mis motivos y créeme que son importantes.
- Supongo que habrá varios libros aquí en la biblioteca que hablen de eso. Pero si quieres información de primera mano y más completa deberías consultar el Acta de Fundación del Colegio Protocolar. Tengo entendido que ahí está explicada toda la simbología de las Cofradías, y además cuál es su origen.
- Bien, muchas gracias. Pediré ahora mismo una copia aquí en la biblioteca.
- Pues te irá mal con eso, porque aquí no tienen ningún ejemplar de esa Acta. Creo que nunca fue digitalizada.
- ¿Digitalizada? ¿Qué quieres decir con eso?
- Lo que sucede es que el Acta es un libro hecho en papel.
- ¿Papel? Pero tengo entendido que el papel no se ocupa en libros desde antes de que se colonizara el Sistema. ¿Cómo puede ser posible?
- No lo sé, pero seguro que es así. Sólo existe un ejemplar.
- ¿Y dónde está ese ejemplar?
- Está aquí en el Colegio, guardado en una vitrina del Salón de Honor. Pero no creo que te dejen revisarlo. Tiene seiscientos años y se guarda en un contenedor especial de conservación.
- Sí claro, - dijo Lucas, después de pensar un momento - tienes razón. Es mejor entonces que nos dediquemos al Juicio de Réplica.
- Es cierto, vamos.
Ambos salieron juntos de la biblioteca, pero Lucas no pudo sacarse de la cabeza que en esa Acta encontraría respuestas para todo lo que le estaba pasando.

El informe que Gracia le entregó durante la cena, si bien era muy completo, no parecía muy prometedor. La chica obtenía siempre los primeros lugares en las diferentes materias, pero no iba más allá. Sacaba el primer lugar en Lenguaje de su curso, pero no entraba a ningún taller literario; el primer lugar en Principios de Diplomacia, pero no pertenecía al Círculo Diplomático; era excelente en Astrografía, pero no participaba del grupo de Ciencias; superaba de manera impresionante a todos sus compañeros en Cultura Física, pero no realizaba ningún deporte complementario. Esto era inexplicable para Lucas.
- No entiendo – le decía a Gracia mientras leía – cómo es que no aprovechas todas tus aptitudes para aprender más en los talleres complementarios. Podrías ser la alumna más destacada de este Colegio.
- No me interesa ser conocida – respondió la chica – mi única intención en este Colegio es aprender lo que debo saber y luego poder aplicarlo cuando vuelva a mi planeta.
- No te interesa ser conocida – dijo Aída – pero de pronto quieres ser miembro del Consejo Escolar.
- Además no se trata sólo de reconocimiento – intervino Hugo. – Los talleres le pueden dar mayor profundidad a tus conocimientos, en lo que más te interesa. Además pertenecer a algunos de ellos te abre puertas en muchos ministerios del gobierno.
- Eso depende del planeta que estemos hablando – respondió Gracia.
- Bueno, pero eso no es lo importante – dijo Lucas. – Lo que tenemos que hacer es seleccionar lo más relevante y compararlo con la lista que recopiló Hugo. Me dedicaré a eso esta noche y mañana durante los descansos. Si alguien tiene alguna otra idea, por favor no se la guarde. Estamos contra el tiempo.

Los chicos terminaron de cenar y se dirigieron a sus habitaciones. Félix y Jan ayudaban a Lucas en los escritos, y Fran se encargaba de ordenar la información. No era demasiado trabajo, así que pronto terminaron. Cuando terminaron de ordenar los escritorios y se preparaban para dormir, Lucas se decidió a hablarles a sus amigos del otro asunto que lo preocupaba. Se había convencido que lo que se proponía hacer no podría realizarlo solo, y que si en alguien podía confiar, era en sus tres compañeros.
- Hay otro asunto del que quería hablarles – les dijo. – Es algo delicado, pero estoy seguro que ustedes podrán ayudarme.
- Por supuesto, – dijo Jan – lo que necesites.
- Gracias. Esto no se lo he dicho a nadie, excepto a mi amiga Diana, ya les he hablado de ella. Como saben, mi madre murió cuando era muy pequeño, - sus ojos se ensombrecieron al decir eso – y yo no pude conocerla. No tengo recuerdos de cómo era. O eso es lo que creo.
- No entiendo que quieres decir con eso, - dijo Fran - ¿La recuerdas o no?
- No concientemente – contestó Lucas – pero desde hace varios años he soñado con ella. Estamos juntos, jugamos. A veces me aconseja. Siento que me quiere mucho. Me ha ayudado mucho a soportar la soledad del palacio.
- Bueno, eso me parece normal – dijo Félix. – Todos necesitamos a nuestra madre, y tú sueñas con ella porque la extrañas.
- Pero es que realmente creo que es ella, – replicó Lucas – Y nunca he visto una holoimagen de su cara.
- Entonces no puedes estar seguro – dijo Jan. – Pero eso es fácil de solucionar. En los bases de datos del Colegio debe haber más de una imagen de ella. Mi madre me contó que fue una Emperatriz muy querida, al igual que lo era tu padre. Fue luego que ella murió que el Emperador se volvió… bueno, tú sabes. Podemos buscarla en el terminal que tenemos aquí.
Jan se levantó y comenzó a operar el teclado del terminal, buscando la sección apropiada. Los demás chicos se agrupaban a sus espaldas mirando el monitor, expectantes. Encontró el capítulo “Historia Reciente del Imperio” y avanzó hasta las biografías. Encontró lo que buscaba. Bajo el título “María Alexandra Eileina Opal, Emperatriz del Sistema Estelar de Antiqua” se podía ver una hermosa holoimagen que la mostraba en el momento de su matrimonio con el Emperador. La Emperatriz se veía radiante, opacando a todos los que estaban a su alrededor. Lucas sintió que sus ojos se humedecían al ver la imagen.
- ¿Es ella? – preguntó Jan.
- Sí – fue la única respuesta de Lucas.
- Eso es extraño – dijo Fran.
- No tanto – intervino Félix. – Lucas vio a su madre cuando era un bebé. Ahora no lo recuerda, pero su rostro quedó grabado en su subconsciente, después de todo, la madre es la persona más importante para un niño tan pequeño. Entonces ahora su subconsciente rescata esa imagen y hace que aparezca en sus sueños, cuando más ha necesitado su compañía. Me parece lógico.
- Yo también pensaba eso, – dijo Lucas – pero este último tiempo he tenido unos sueños muy peculiares.
Lucas contó su sueño de las tres puertas cuando su madre le entregó el prendedor, y cómo luego había recibido el mismo de su padre.
- Les aseguro que nunca había visto el prendedor, ni la insignia de la Cofradía. – dijo Lucas para terminar su relato.
- Ahora sí que no podrán negar que es extraño – dijo Fran.
- Mucho, la verdad, - acotó Félix – pero supongo que debe haber alguna explicación que no sea muy evidente. Quizás si la buscamos podamos encontrarla.
- Tal vez, pero ahora surgió otra cosa – dijo Lucas, y les relató el sueño que tuvo después del episodio en la caverna del ursus. Luego les contó la conversación que tuvo con Hugo acerca de las Tres Medallas, y cómo era evidente para él que estaban relacionadas con sus sueños.
- Vaya, - dijo Fran – esto realmente se pone cada vez más misterioso.
- Pero estoy seguro que podré encontrar respuestas en el Acta de Fundación que mencionó Hugo – siguió Lucas – Sólo debo tener la oportunidad de leerla un momento.
- Pero Hugo tiene razón cuando dice que nunca te dejarán hacerlo – dijo Jan. – Debe ser un libro muy valioso y no lo expondrán a que se deteriore de ninguna manera.
- Ya lo sé – respondió Lucas. – Es por eso que necesito su ayuda. Quiero que me ayuden a sacar ese libro de donde está guardado.
- ¿¿Queeé?? – preguntaron los tres chicos al mismo tiempo. La sorpresa se reflejaba claramente en sus rostros.
- ¡No pongan esa cara! - exclamó Lucas al verlos - No les estoy pidiendo que lo robemos; sólo quiero poder leerlo y luego lo regresaremos, ni siquiera lo sacaremos del Salón de Honor.
- ¡Podrían expulsarnos por eso! – protestó Félix.
- No pasará nada, lo he pensado bien – dijo Lucas. - Entraremos de noche, cuando todos estén durmiendo. Dos de ustedes se quedarán vigilando en los pasillos, y yo con el otro entraremos al Salón. Sacaremos el libro, lo leeré y lo regresaré. No creo que nos tome más de una hora. Aún tenemos los intercomunicadores que nos dio Eneas. Los usaremos y no habrá problemas.
- No me gusta, – dijo Félix – hay muchas cosas que podrían salir mal.
- A mí me encanta – dijo en cambio Fran, con una sonrisa en la cara. – Debemos hacerlo, por nuestro amigo. Vamos, no me miren así, ustedes están tan intrigados como yo con este asunto. No podemos renunciar a la oportunidad de aclararlo. Es importante para Lucas.
- ¿Cuándo lo haríamos? – preguntó Jan, aún no muy convencido.
- Mañana en la noche sería perfecto – contestó Lucas. – Todos estarán aún comentando el resultado del Juicio de Réplica. Se han suspendido todas las actividades complementarias a las clases para que los alumnos puedan asistir al Aula Magna, así que todos se desocuparán temprano. No habrá grupos de estudio y probablemente la cena se sirva antes, luego de terminado el Juicio. No habrá nadie ocupando el Salón de Honor, ni los salones cercanos. A propósito, ¿alguno conoce el Salón de Honor? – Todos negaron con la cabeza – Bien, tendremos que ir a reconocerlo antes del Juicio.
- Espero que esto no haga que descuides la defensa de Gracia. Recuerda que ella cuenta contigo – dijo Félix.
- No te preocupes, - respondió Lucas – ya tenemos todo controlado. Nada fallará, estoy seguro que ganaremos.
Pero en su interior no estaba tan seguro.

Al día siguiente se levantaron muy temprano para ir a conocer el Salón de Honor antes que más alumnos estuvieran circulando. Decidieron no usar sus tarjetas de identificación para encontrarlo porque podían ser rastreadas, así que tuvieron que buscarlo durante un rato. Cuando llegaron, la puerta de entrada se encontraba cerrada.
- ¿Ven? - dijo Jan - Éste es el primer problema. No podemos usar nuestras tarjetas de identificación para abrir la puerta, porque quedará registrado.
- Podemos usar la tarjeta de alguien más – sugirió Fran.
- Eso ni pensarlo – respondió Lucas. – No podemos dejar que culpen a otra persona por esto. Debemos encontrar otra solución.
- Recuerdo un truco que usa Rigo en nuestra casa de Alfa – dijo Jan – para entrar en la sala donde nuestro padre guarda las provisiones. No me pregunten por qué lo hace. Cuando alguien abre la puerta, él coloca un bloqueo en el cerrojo, y si es un cerrojo simple, no detectará el truco. Si es de doble seguridad emitirá una alerta de falla.
- Me parece buena idea – dijo Fran. – Este cerrojo se ve bastante simple.
- Entonces eso haremos – dijo Lucas. – Jan, ¿qué podemos usar como bloqueo?
- Un trozo de alguna masa, o un plástico adhesivo, es lo que generalmente usa Rigo – contestó Jan.
- Yo me encargaré de eso; – dijo Fran – haré guardia después de clases hasta que alguien abra el Salón, y me las arreglaré para bloquear el cerrojo.
- Bien, está arreglado – dijo Lucas. – Ahora vamos a desayunar y luego a clases. Recuerden que en la tarde tendremos el Juicio de Réplica.
Félix, que había guardado silencio durante toda la conversación, dijo finalmente:
- Insisto que esto no me gusta nada.

Cuando aún faltaban veinte minutos para comenzar el Juicio de Réplica, el Aula magna se encontraba completamente llena. Todos los alumnos del Colegio se encontraban ahí, ocupando las tribunas. En el pasillo frente al escenario se había dispuesto una tribuna extra más pequeña, en la que se encontraban sentados los profesores y directivos del Colegio. El escenario estaba ocupado por una mesa larga con siete sillas, donde se sentarían los miembros del Consejo Escolar. Además había dos escritorios, uno a cada lado de la mesa, que ocuparían el representante del Comité de Elecciones y el representante del postulante objetado. Lucas esperaba muy nervioso bajo el escenario, acompañado de Félix. En ese momento Fran entró al Aula y se dirigió donde ellos se encontraban.
- Está hecho, - dijo – no fue tan difícil. Alguien de mantenimiento entró a limpiar después del almuerzo, y pude pegar un trozo de plástico en el cerrojo sin que se diera cuenta. Después cerró la puerta, y el cerrojo no emitió ninguna señal. Me acerqué y abrí para comprobar. Todo resultó perfecto.
- Excelente, – dijo Lucas – ahora me podré concentrar en el Juicio.
- ¿Cómo va todo? – preguntó Fran.
- Espero que bien, ya veremos – contestó Lucas. – En todo caso hicimos lo mejor que pudimos.
- Todo saldrá bien – dijo Félix.
Fran se fue a reunir con el resto del grupo en las tribunas. En ese momento entraron al escenario los miembros del Consejo Escolar, desde una puerta lateral. En el centro se encontraba Donai Elorret, fácilmente reconocible por ser el más alto de los siete. Además había tres alumnos de Alfa, dos de Nixia y uno de Piros, todos identificables por sus aspectos. Cuando se ubicaron en su mesa, subieron Lucas y Baldo Cruz.
Desde su asiento, el Rector Marius de La Torre golpeó tres veces el piso con su bastón, con lo que todos los alumnos y profesores se levantaron de sus asientos. Luego, al igual que en la ceremonia de inicio de año, entonaron el himno del Colegio Protocolar y volvieron a sentarse. Todos los espectadores permanecieron en silencio. Después de un momento uno de los consejeros nixianos, sentado a la derecha de Donai Elorret, se levantó, se aclaró la garganta, y dijo en voz alta, leyendo:
- ¡Comienza el Juicio de Réplica a favor de Gracia Aaleia, quien ha sido objetada como candidata a miembro del Consejo Escolar de nuestro querido Colegio Protocolar! ¡Donai Elorret preside!
Se levantó una serie de murmullos en las tribunas mientras el consejero se sentaba, que cesaron rápidamente cuando Donai Elorret se levantó.
- ¿Quién representa a Gracia Aaleia? – preguntó en voz alta.
- Este… yo… Lucas Laertes… señor – contestó Lucas muy nervioso, pues era la primera vez que hablaba en público. De las tribunas se escucharon varias risas disimuladas.
- ¿Quién representa al Comité de Elecciones? – preguntó Donai Elorret.
- Baldo Cruz – respondió el mismo Baldo.
Donai Elorret se sentó pero continuó hablando:
- Baldo, por favor lee el texto de la objeción.
Baldo tomó su visor flexible y leyó el Acta de Objeción que Lucas ya conocía. Cuando hubo concluido, se sentó frente a su escritorio y Donai Elorret esperó a que los murmullos terminaran antes de decir:
- Lucas, ¿Qué tienes que decir a la objeción leída?
Lucas tomó de su escritorio el visor con el argumento que había preparado con la ayuda de Félix. Comenzó a leer, muy ceremoniosamente:
- “Miembros del Consejo Escolar: Es mi deber alzar la voz ante la gran injusticia que se quiere cometer con nuestra compañera Gracia Aalelia… perdón Aletia… ¡perdón, Aaleia! Gracia Aaleia” – se escucharon varias risas de las tribunas. Lucas tomó un poco de agua del vaso que tenía en el escritorio para tratar de calmar sus nervios. – “Decir de ella que no nos puede representar constituye una afrenta no sólo a su persona, sino a todos los que estamos en este salón” – Lucas vio que el consejero de Piros trataba de disimular un bostezo. Continuó: - “Es por eso que al combatir este atropello, no sólo luchamos por Gracia, sino por todos los alumnos de nuestro Colegio que no tienen una voz que los represente. Estamos seguros que este intento de acallarlos no podrá prosperar, sino que se hundirá en su propia…” – un ruido repentino interrumpió a Lucas. Uno de lo consejeros de Alfa había tirado accidentalmente el puntero de notas con el que había estado jugando. Las risas de las tribunas ya no eran tan disimuladas. Donai Elorret aprovechó la interrupción para decir:
- Disculpa Lucas, pero ¿nos llevará a alguna parte toda esta palabrería?
- Sí, claro, en seguida – Lucas movió nerviosamente el cursor de su visor para saltarse la introducción. Siguió leyendo: - “Gracia Aaleia ha demostrado durante su estadía en el Colegio ser una de las mejores alumnas de su curso, obteniendo los primeros lugares en todos las materias. Es cierto que ella no ha ingresado a ninguna de las clases extras que profundizarían sus conocimientos, y donde seguramente tendría muy buenos resultados. Tal vez lo haga más adelante, o tal vez no. Pero negarle la posibilidad de ocupar el cargo de consejera es insinuar que todos aquellos que no pueden ingresar a esas clases son menos que el resto. Es negarles el derecho a que se escuche su voz en el Consejo. Es decir que en este Colegio existen alumnos de primera y de segunda categoría.” – Lucas hizo una pausa para tomar más agua. Unos cuantos aplausos se escucharon de diversas partes de las tribunas. – “No quiero ser desconfiado y pensar que existe el oculto motivo de dejar fuera de esta elección a Gracia porque es mujer. Eso sería desconocer la igualdad entre hombres y mujeres, ampliamente aceptada por nuestra sociedad. Es por eso que ahora le pido al Consejo Escolar, a nombre de Gracia y a nombre de todos nuestros compañeros menos destacados, que anule la objeción que tan arbitrariamente se ha levantado contra ella. Muchas gracias”
Cuando Lucas terminó de leer, una parte de los alumnos aplaudió animadamente, especialmente los de primer año y los amigos de Lucas. El resto lo hizo en forma moderada, haciendo gestos de aprobación con la cabeza. Eso le dio nueva confianza a Lucas, que se sentó a esperar la ronda de debate. Donai Elorret habló:
- Baldo puede ahora rebatir el argumento de Lucas.
- Gracias – dijo Baldo. – Es necesario que se entienda que el sentido de la representatividad que se les exige a los postulantes no es una cosa general, como ha expuesto Lucas. Se trata de algo concreto. En el Consejo hay quienes representan a los que serán diplomáticos, a los que se destacan en leyes, a los talleres científicos, a los talleres éticos. Pero no sabemos a quién quiere representar concretamente Gracia Aaleia.
- Eso me parece sensato – intervino uno de los consejeros nixianos. – Dinos, Lucas ¿a quién representa concretamente Gracia Aaleia?
- Pues ya lo dije. A todos, a los menos destacados – respondió Lucas.
- Eso es muy ambiguo – atacó Baldo. – los “menos destacados” no son ningún grupo. Trata de encontrar a alguien que admita que es uno de ellos.
- No lo admitirían, porque no tienen quién los represente – se defendió Lucas. – Ése es el papel que quiere representar Gracia.
- No lo admitirían, porque sería admitir el fracaso – siguió Baldo. – Quién ingresa a este Colegio lo hace para dirigir gobiernos, para ocupar cargos políticos, para ser embajadores. Los alumnos de este Colegio deben ser destacados; si no en todo, en algún área que puedan desarrollar luego profesionalmente. Gracia no se destaca en ningún área, y por eso no puede representar a los alumnos de este Colegio.
- ¡¿Cómo puedes decir que ella no se destaca?! - Lucas estaba tan enojado que casi no se podía contener - ¡Sólo es cosa de leer sus antecedentes! - buscó en su visor y empezó a enumerar mientras leía - ¡Primer lugar en Leyes! ¡Sobresaliente en Pensamiento Ético! ¡Primer lugar en Principios de Diplomacia! ¡Primer lugar en Lenguaje! ¡Tiene el récord del Colegio en la carrera de diez mil metros! ¡Destacada en Ciencias! ¡Excelente presentación! ¡Nativa del planet…! - de pronto Lucas detuvo su lectura en seco y se quedó inmóvil. Todos los espectadores, incluyendo a los profesores y al Rector, habían seguido la discusión con mucho interés, y ahora se encontraban expectantes a Lucas. También Baldo Cruz lo miraba extrañado, al igual que los consejeros. Después de unos segundos, Donai Elorret preguntó:
- Lucas ¿te encuentras bien? ¿Qué pasa?
Lucas aún estaba procesando la información que acababa de encontrar. Habían estado tan concentrados en los logros académicos de Gracia, que habían pasado por alto los antecedentes básicos. Miró hacia la tribuna y buscó entre los alumnos que lo miraban fijamente con cara de interrogación. Pronto encontró el rostro que buscaba. Allí estaba Gracia viéndolo plácidamente, con una sonrisa en los labios. Miró luego hacia la mesa del consejo y continuó hablando, pero lentamente, mientras ordenaba sus ideas:
- Y… además de destacar en todo esto, ella… Gracia… tiene todo el derecho a representar… porque como el Reglamento del Consejo Escolar dice… - Lucas empezó a buscar ansiosamente en su visor, hasta que dio con el capítulo adecuado – “Es deber del Comité de Elecciones velar porque los postulantes representen el más amplio espectro de razas, nacionalidades y tendencias intelectuales de nuestra sociedad que sea posib…”
- Ya sabemos eso, – interrumpió Baldo en forma impaciente – yo mismo lo cité en mi presentación. Dinos cuál es tu punto.
- Las nacionalidades, se refiere a los planetas; ése es mi punto – dijo Lucas tranquilamente. – En el consejo deben estar representados todos los planetas de nuestro Sistema.
- ¡Eso nunca ha sido un problema! - contraatacó Baldo - siempre tenemos varios candidatos de cada planeta - tomó su visor y se puso a leer. - Este año tenemos ocho candidatos de Alfa, cinco de Nixia, seis de Silvana, dos de Pegaso, cinco de Piros que es más que ningún otro año que yo recuerde.
- Pero en tu lista falta un planeta – dijo Lucas.
- No falta ningún planet… - ahora fue Baldo quién se interrumpió de pronto. Pensó unos segundos y luego se puso a buscar frenéticamente en su visor. Cuando encontró lo que buscaba se quedó mirándolo como si no creyera lo que veía. Donai Elorret preguntó en medio del silencio general:
- ¿Baldo, qué sucede?
Pero fue Lucas quien contestó:
- Gracia Aaleia es nativa de Eolia.
No se escuchaba ni un suspiro en el salón. Lucas miró a Donai Elorret, que se puso a consultar su propio visor flexible. Luego intercambió palabras con el resto de los consejeros en voz baja. Después de unos instantes Donai Elorret se levantó de su asiento, y declaró de forma solemne:
- Hemos determinado que Gracia Aaleia tiene pleno derecho a ser candidata al Consejo Escolar, para representar a su planeta Eolia. Se rechaza la objeción. El Juicio de Réplica ha terminado.
No hubo aplausos, pero comenzó un murmullo que pronto se convirtió en abiertas conversaciones en voz alta entre los alumnos. Todos comentaban lo sucedido. Descubrir que un nativo de Eolia estudiaba en el Colegio protocolar era como encontrar un ursus hibernando en la biblioteca. De pronto las conversaciones fueron interrumpidas por el ruido de tres bastonazos en el suelo. Cuando se hizo silencio, el Rector Marius de La Torre habló solemnemente desde su asiento:
- Una vez más la Dirección de este establecimiento ve con satisfacción y orgullo cómo sus alumnos son capaces de autogobernarse con sabiduría. Esto nos confirma que los futuros gobernantes de nuestro sistema saldrán de nuestras aulas con la mejor preparación. Quiero recordarles que según nuestra política ningún alumno puede ser acosado por su procedencia. La señorita Aaleia no debe ser molestada y debe permitírsele estudiar en forma tranquila. No son muchos los eolianos que han estudiado aquí, por eso nos enorgullece tenerla. Ahora pueden retirarse.
Marius de La Torre nuevamente golpeó tres veces el suelo con su bastón, y los chicos comenzaron a salir. Se formó un grupo en torno de Gracia y sus amigos, pero Fran los disolvió agitando las manos y diciendo:
- Ya, está bien, muévanse. Escucharon al Rector, por favor déjenla tranquila, no hay nada que ver.
Los hizo retirarse de a poco. En eso llegó Lucas hasta donde estaban. Gracia se le acercó y lo abrazó. Le dijo:
- ¡Muchas gracias Lucas! Lo hiciste muy bien. Estaba segura que lo lograrías.
- ¿Por qué no me dijiste que eres de Eolia? – fue la respuesta de Lucas.
- Te lo escribí. En mi biografía estaba todo – respondió la chica.
- ¡En una esquina, con letra pequeña! - se quejó Lucas – Debiste avisarme, habría sido más sencillo.
- Pero ya ves que no era necesario. Tú solo encontraste la manera de ganar este juicio. – Gracia le besó la mejilla – Confiaba que lo lograrías, nunca dudé de ti. Ahora iremos a cenar, ¿vienen?
Gracia salió con sus amigas. El resto del grupo se puso a felicitar a Lucas por su triunfo. También reconocieron la ayuda de Félix. Hugo, Rigo y Néstor se despidieron y salieron del salón. Ya sólo quedaban Lucas, Jan, Fran y Félix. Éste último dijo:
- Es mejor que nosotros también vayamos a cenar.
- Es cierto, - respondió Lucas – esta noche tendremos trabajo que hacer.
Salieron del Aula Magna, que aparentemente se encontraba vacía. Lo que los chicos no vieron era que Julius Fedorus estaba escuchando detrás de la tribuna más cercana, y había puesto especial atención a esta última frase.



© 2011 Marcos Scotti D.