martes, 26 de julio de 2011

Capítulo 5

Más sobre el viaje a Nixia. Comentarios plis.


Capítulo 5: Los Cuatro Amigos

El resto del primer día de viaje transcurrió sin mayores novedades para Lucas. Después de un reparador almuerzo en el salón comedor (descubrió que todo el ajetreo de esa mañana le había despertado un gran apetito), se fueron al camarote y empezaron a repasar los conceptos básicos de Astrografía del Sistema Estelar de Antiqua. Debido probablemente a la nueva experiencia de viajar por el espacio, estuvo bastante más aplicado que de costumbre en el estudio de los seis planetas del sistema estelar en que vivían. Especial dedicación puso al estudio del planeta Nixia, el destino de su viaje. Se trataba del planeta más alejado de la estrella central Antiqua, por lo que también del más frío. Tenía un radio de unos 7300 km, algo mayor que los 6200 km de Alfa Antiqua, lo que hacía que tuviera una mayor masa y por lo tanto una mayor gravedad. La consecuencia final era que sus habitantes en general eran más bajos y gruesos que un ser humano promedio, lo cual era muy conveniente para el clima extremadamente helado del planeta. Los otros planetas del sistema eran, acercándose hacia la estrella Antiqua: Pegaso, el gigante gaseoso que había sido colonizado sólo en su estratosfera, ya que era imposible habitar su superficie; Silvana, un planeta frío cubierto casi completamente por agua, en el que se habían colonizado los pocos archipiélagos boscosos que poseía; Alfa Antiqua, comúnmente llamado sólo Alfa, que era la capital del Imperio por ser el planeta más adecuado para la vida humana, y donde se concentraba la mayor cantidad de población; el siguiente era Eolia, el más pequeño del sistema, con una pequeña población de gente orgullosa y autosuficiente; finalmente el planeta más cercano a la estrella, y por lo tanto el más cálido, era Piros, un poco mayor que el anterior.
Eneas se encontraba bastante sorprendido ante la positiva actitud de Lucas hacia sus materias. Como no quería interrumpir la sesión de estudio, pidió la cena al camarote, que comieron junto a una entusiasta charla con Lucas sobre las distancias entre los planetas en distintas fechas del año. Luego se fueron a acostar. No fue fácil para el chico conciliar el sueño y pasaron varias horas antes que pudiera hacerlo, ya que aún estaba entusiasmado por los hechos de ese día.
Cuando Eneas lo despertó, le pareció que recién había cerrado los ojos. Se vistió y se dispusieron a tomar el desayuno que ya estaba servido sobre la mesa. Miró las luces de la habitación y trató de adivinar qué hora era. No tener ventanas en la habitación no ayudaba mucho.
- ¿Ya amaneció, Eneas? – le preguntó a su mayordomo.
- Estamos en el espacio, Lucas, y el crucero mantiene siempre la misma posición relativa con la estrella Antiqua – respondió Eneas. – No hay realmente un amanecer y un anochecer. Sin embargo las luces de la nave están programadas para simular claridad y oscuridad. De esa manera nos iremos adecuando al ritmo del día y de la noche de Nixia, que como ya sabes, es un poco más rápido que en Alfa Antiqua. ¿Recuerdas cuánto demora una rotación de Nixia?
- Eh… - por un momento Lucas pensó que ya había olvidado todo lo que aprendió el día anterior – creo que… ¿diecinueve horas y media?
- Exacto, pero no debes dudar.
- Estaba pensando, Eneas, que me sigues tratando de manera informal, aún cuando nadie puede oírnos.
- Sí, lo siento, si lo prefiere, cuando estemos a solas volveré a tratarlo como corresponde.
- No, por favor no. Me gusta mucho que me trates así. Nadie en palacio lo hace, excepto mi padre, pero a él nunca lo veo, así que por favor sigue llamándome por mi nombre.
- Está bien, Lucas.
- Bueno, me olvidaba de Diana. Ella también me trata con confianza. A propósito ¿cuándo te comunicarás con tu familia?
- Llamaré cuando lleguemos a Nixia. Les daré tus saludos, por supuesto.
- Gracias – Lucas miró al vacío y guardó silencio unos segundos. - Volveremos luego al estudio, supongo.
- Estaba pensando que pusiste tanto empeño ayer, que podíamos tomarnos un rato en la mañana para recorrer la nave. Eso por supuesto si quieres.
- ¡Claro que sí! – respondió con entusiasmo.

Terminaron su desayuno y salieron de la habitación caminando por el pasillo principal. Se dirigieron al Observatorio, pues Lucas quería ver si reconocía alguno de los planetas que habían estudiado el día anterior. Sentados mirando al exterior se encontraban varios monjes, algunas personas con aspecto de turistas y un grupo de cuatro chicos. Dos de ellos se veían de la edad de Lucas y los otros dos eran algo mayores. Lucas los observó un rato. Los vio tan animados juntos que tuvo ganas de acercarse y conversar, pero sospechó que Eneas se opondría. Además estaban los guardias imperiales. Podía ver a tres en ese momento, sentados mirando al exterior. Los habían estado siguiendo desde que salieron del camarote.
- Eneas, me preguntaba si sería posible conocer a alguien durante el viaje.
- ¿Conocer a alguien, a que te refieres?
- Bueno, tú sabes, además de Diana no he tenido amigos.
- Te refieres a esos jóvenes. Lo siento, pero no es posible.
- ¡Pero si sólo quiero conversar! Además ellos probablemente también van al Colegio en Nixia. Serán mis compañeros pronto.
- No sabemos eso, podrían descender antes, en Silvana o en Pegaso, pero si van a Nixia entonces los conocerás cuando lleguemos. Eres mi responsabilidad durante el viaje. No podemos tomar riesgos.
- Entonces vamos a otro sector, Eneas - dijo medio frustrado - quiero conocer mejor la nave.
- Por supuesto, podemos ir a conocer el Auditorio. Según entiendo hay espectáculos continuados durante todo el viaje.
Llegaron rápido al Auditorio, ya que se encontraba cerca de donde estaban. Unas cuantas personas observaban a un mago. El público no se veía muy entusiasmado, pues la magia había perdido mucho atractivo desde la invención del deflector de fotones, que hacía que prácticamente cualquier cosa de tamaño mediano pudiera esconderse de la vista, con la iluminación apropiada. Pero por alguna razón parecía que a Eneas le gustaban mucho los magos. Hizo que Lucas y él se sentaran lo más adelante que pudieron llegar en la semipenumbra del Auditorio. Después de unos minutos en los que Lucas se aburrió como en el desfile de su cumpleaños, le dijo a Eneas en voz baja:
- Eneas, necesito ir al baño.
- Espera unos minutos, esto está por terminar.
- Lo siento, pero no puedo esperar.
- Está bien, te acompañaré.
- No es necesario, sigue viendo tu espectáculo.
- Está bien. Los baños están cerca de la salida. Vuelve inmediatamente.
Lucas se dirigió a la salida y cuando se aseguró que Eneas no lo miraba salió al exterior. Caminó por un amplio pasillo buscando qué hacer ahora que estaba libre. Al mirar hacia atrás se dio cuenta que dos guardias imperiales vestidos de civil lo seguían. Aceleró un poco el paso y entró a un enorme salón de dos niveles de altura, muy similar al espaciopuerto de Alfa Antiqua, excepto que no tenía ventanales en el cielo raso. En ese momento se encontraba atestado de gente. Se trataba de uno de los varios centros comerciales que tenía el crucero y que estaba repleto mayormente de tiendas de ropa y souvenirs. Al dar vuelta detrás de una tienda de pantallas de video y equipos de audio logró esconderse entre unas personas. Esperó hasta que los guardias pasaron junto a él, sin verlo, muy apurados y se perdieron de vista entre la gente. Salió de su escondite, pero al girar para volver por donde entró, se paralizó pues estaba frente a frente a los cuatro chicos del Observatorio, que lo miraban fijamente.
- Vaya, miren lo que tenemos aquí – dijo el mayor de ellos.
- ¿Quién crees que es, Hugo? – preguntó uno de los menores.
- No lo sé, Fran. Pero con esa ropa que lleva sólo puede ser un campesino de Silvana.
- Entonces preguntémosle – dijo el chico llamado Fran.
- Dinos, ¿quién eres, y de dónde vienes? ¿Por qué llevas esa ropa, si no estamos en el campo?
Antes que Lucas pudiera responder, una voz detrás de ellos dijo:
- Es por el Anemonnia ¿no es cierto?
Se dieron vuelta hacia donde venían las palabras y vieron a Baldo Cruz que se les acercaba. Ante la sorpresa de todos dijo:
- Tú eres el Príncipe Lucas.
- ¿El Príncipe? - dijo el otro chico menor del grupo - ¿en serio?
- Vamos, es evidente – respondió Baldo. - Nos dirigimos al Colegio Protocolar en Nixia. Es una escuela que prepara para la política y diplomacia. No es barata, así que un campesino de Silvana no podría ingresar. Todos saben que este año el Príncipe cumple doce y debe empezar sus estudios allí, así que sólo puedes ser tú tratando de pasar desapercibido, debido al Anemonnia. Habrías sido más discreto si hubieras conservado tu ropa de príncipe, así no estarías tan fuera de lugar.
- Pero también podría ser sólo un campesino que viaja para trabajar en Nixia, o quizás se baje antes, en el mismo Silvana – dijo Hugo.
- En Nixia no hay campos que cultivar – respondió Baldo - sólo minas de hierro y berilio, y sospecho que no se bajará en otro planeta. Vamos, admite que eres el Príncipe.
- ¿Y qué si lo fuera? – contestó Lucas.
- Oh, no te enojes – dijo el otro chico mayor del grupo – sería genial si lo fueras. Mi nombre es Rigo Nobis y él es Hugo Baltra; somos compañeros de tercer año en el Colegio Protocolar de Nixia. Él es Fran Casas y finalmente mi hermano Jan. Ellos van a primer año, igual que tú, supongo. Ya nos presentamos, ahora nos puedes decir tu nombre.
Lucas vaciló un momento. Finalmente dijo:
- Lucas.
- Lo sabía – dijo Baldo – le iré a contar a mi padre. Y ustedes tengan cuidado, seguro que sus guardias andan cerca – concluyó, alejándose por dónde había llegado.
- No le hagas caso, es un pesado. Se llama Baldo Cruz y está en cuarto año. Su padre es el dueño de esta línea de cruceros y por eso cree que puede mandar a cualquiera – dijo Rigo.
- Pero podría ser cierto, – dijo Jan dirigiéndose a su hermano – quizás sus guardias anden por aquí. Nos pueden detener sólo por hablar con él.
- No si está en el Anemonnia. En ese caso ni siquiera traerá guardias – respondió Rigo.
- Entonces sería bueno saber si ya se hizo la ceremonia – dijo Hugo.
- Por supuesto que se hizo. No trae ni el collar ni el anillo – acotó Fran.
- En ese caso podría no ser el príncipe – le respondió Hugo.
- ¡Dejen de hablar como si no estuviera aquí! Sí soy Lucas y sí soy el Príncipe. La ceremonia fue en el espaciopuerto y sólo me dieron estas ropas.
- Pero ¿por qué esas ropas?
- ¡Qué se yo! Supongo que es porque Eneas es de Silvana. - Ante la cara de desconcierto de los chicos, agregó - Eneas es mi mayordomo, y me acompaña a Nixia.
- Está bien, pero no te enojes – dijo Hugo – lo bueno es que aclaramos quién eres y que no andas con tus guardias.
- Este… eso no es exactamente así – le respondió Lucas.
- ¿A qué te refieres? ¿Viajas con guardias, aún con el Anemonnia? – preguntó Jan, medio nervioso.
- No, no, Eneas y yo viajamos solos, pero hay un grupo de 5 ó 6 hombres que estoy seguro son guardias imperiales y que nos siguen. Recién logré perderlos. Probablemente los envió mi padre para cuidarme.
- Pero tu padre te habría dicho si así fuera – dijo Jan.
- Bueno, la verdad es que mi padre no habla mucho conmigo – dijo Lucas, bajando la mirada.
Los chicos lo miraron un momento sin entender completamente sus palabras. Hugo dijo finalmente:
- Entonces si esos guardias andan cerca, será mejor que no nos vean. Síganme.
Caminaron por un costado del grupo de tiendas, disimulados por la gente que miraba las vitrinas. Mientras avanzaban Lucas le preguntó a Jan:
- ¿Por qué dijiste que los pueden detener por hablar conmigo?
- No me digas que no lo sabes. Hay una ley que prohíbe acercarse a ti sin un permiso especial del mismo Emperador – respondió Jan.
- Mi padre dice que se decretó cuando aún no cumplías un año – intervino Fran – justo después que la Emperatriz mu… eeeh… quiero decir, cuando eras pequeño.
- No sabía eso – dijo Lucas.
- Pues parece que no sabes mucho sobre ti mismo – volvió a hablar Jan.
- Es cierto – dijo Lucas cabizbajo.
- Bueno, ya no hablen más – les dijo Hugo – hemos llegado a la salida. Síganme por el pasillo y nos dirigiremos a…
Hugo se calló de pronto. Alguien les estaba cortando el paso. Todos quedaron en silencio, y Lucas pasó del susto inicial a la desazón cuando se dio cuenta que esa persona era Eneas.
- Estoy muy decepcionado, Lucas – le dijo Eneas con una mirada dura – sabes que soy responsable por tu seguridad. Esto que has hecho ha sido una gran estupidez. Podría haberte pasado algo grave.
- Lo siento, - respondió Lucas apesadumbrado - no creí que te importara tanto.
- ¿Cómo no me va a importar, por favor? Tendremos que hablar largamente sobre esto – luego dijo, dirigiéndose a los otros chicos: - Y ustedes ¿quiénes son?
- ¿Nosotros? - dijo Rigo - nadie, digo… sólo estábamos pasando.
- ¿Saben con quién estaban hablando? – les preguntó con tono amenazante.
- Bueno… sí, ¿y eso qué? - respondió Hugo – ya están en el Anemonnia y eso significa que no tienen ningún privilegio ¿no es cierto? – Eneas lo miró sin responder. Hugo continuó – Vamos, no se ponga así, no estábamos haciendo nada malo, sólo conversábamos un rato.
- Ustedes no entienden lo que hay en juego aquí. Se trata de la seguridad de…
- ¡Eneas! - lo interrumpió Lucas - mira detrás de ti.
Eneas se dio vuelta sorprendido y vio a cuatro guardias imperiales vestidos de civil en una línea mirándolos fijamente. Miró de nuevo hacia los chicos y vio a dos más unos metros detrás de ellos. Eran muy altos y fornidos. Su cara tenía una expresión dura que no dejaba ver ninguna emoción. Eneas se puso notoriamente nervioso y empezó a hablarles sin dirigirse a ninguno en particular:
- Todo está bien, no hay que preocuparse – hablaba muy cuidadosamente. - Sólo estábamos dando una vuelta y ahora nos iremos – Tomó a Lucas del hombro y lo acercó a él – Estos chicos también se irán a sus camarotes porque sólo iban pasando.
- Eso mismo decía yo – dijo Rigo, también en tono muy nervioso – nos iremos tranquilamente y aquí no ha pasado nada.
Los cuatro chicos empezaron a caminar lentamente en dirección contraria a Eneas y Lucas. Los guardias se limitaron a seguirlos con la mirada, ninguno se movió ni dijo nada. Eneas caminaba con Lucas del brazo en dirección a su habitación. Cuando ya se habían alejado unos veinte metros Lucas le preguntó:
- ¿Por qué se pusieron todos tan nerviosos? Eran guardias de mi padre. Estaban ahí para protegernos, no le iban a hacer nada a nadie.
- No preguntes y sigue caminando, – dijo Eneas sin siquiera mirarlo – aún hay muchas cosas que debes aprender.
Llegaron a la habitación, donde ya estaba el almuerzo servido. Comieron en silencio y luego se pusieron a estudiar. Para decepción de Lucas la materia que eligió Eneas para que repasaran fue Economía, pero no se atrevió a protestar. Toda la tarde que estuvieron estudiando el chico no pudo sacar de su cabeza que todos los que conocía parecían saber de su vida mucho más que él mismo.

© 2011 Marcos Scotti D.

martes, 19 de julio de 2011

Capítulo 4

Una nueva semana, un nuevo capítulo. Aquí empezamos a entrar en materia, naves espaciales y viajes interplanetarios. Se empiezan a presentar elementos del misterio central de esta novela.


Capítulo 4: Salida al Espacio

Un transbordador espacial es un vehículo bastante peculiar. Debe cumplir la doble función de un aeroplano dentro de la atmósfera del planeta y de una nave espacial fuera de ella. El problema es que hasta ese momento la única manera de simular gravedad en el espacio exterior era hacer girar la nave y aprovechar la fuerza centrífuga que se producía. Eso es relativamente sencillo en los cruceros espaciales, que generalmente tienen formas parecidas a cilindros. Los habitáculos se encuentran en las paredes exteriores de la nave y al girar sobre su eje se puede viajar cómodamente sin flotar por el interior. Pero un transbordador no es un cilindro, pues no serviría para volar sobre la superficie del planeta. La solución que algún antiguo diseñador aeronáutico había encontrado para este problema consistía en dos largas y robustas alas que salen de una turbina central de fusión. En la punta de cada ala se encuentra una cabina para unas treinta personas donde viajan los pasajeros. De esta manera despega del suelo, y al salir de la atmósfera sus cabinas rotan noventa grados mientras la nave completa empieza a girar alrededor de su turbina, formando un gran tirabuzón.

Lucas y Eneas tenían boletos para la cabina de babor. Se ubicaron en sus asientos. Eneas se había preocupado de conseguir un puesto junto a la ventanilla para Lucas, ya que era su primer viaje al espacio. La cabina era más bien pequeña, y a Lucas aún le resultaba extraño el contacto tan cercano con gente común, sin tener a sus guardias de por medio. Pensó que quizás era por eso que le parecía que los dos hombres que estaban ubicados a dos filas detrás de ellos tenían un aspecto sospechosamente similar al de un guardia imperial, excepto que no llevaban uniforme. Desechó ese pensamiento de su mente y volvió a concentrarse en el viaje. Miró por la ventanilla para ver el movimiento en el exterior. Vio otro transbordador que despegaba, varios operarios que conducían carros con cajas, un par de androides mecánicos y algunos vehículos menores con sendas mangueras, cuya utilidad Lucas no adivinó. Una voz femenina, de procedencia indeterminada, dijo en voz alta:
- “Bienvenidos a bordo del Transbordador 289 de Cruceros Antiqua. En breve comenzaremos nuestro viaje hacia el Crucero Espacial Antares. Les recordamos abrochar sus cinturones.”
Nadie pareció prestar mayor atención a estas palabras. Lucas miró hacia el interior de la cabina y se puso a examinar a las personas que viajaban con ellos. La mayoría parecían hombres y mujeres de negocios o turistas, excepto algunos de apariencia indefinida, como los dos hombres anteriores. También vio a dos monjes de Pegaso, el planeta gaseoso gigante del Sistema Antiqua. Eran inconfundibles con sus largas túnicas de amplios cuellos y mangas, y su mirada perdida en el vacío. Lucas recordó una recepción oficial en el palacio, en que le fue presentado uno de esos monjes. En esa ocasión tuvo que repetirle tres veces su nombre, pues parecía olvidarlo a cada momento. Era la persona más rara que había conocido hasta ese momento. También le llamó la atención un chico ubicado en el lado contrario del pasillo, unos puestos delante de él. Parecía de su edad y se veía muy nervioso. A su lado estaba otro joven un par de años mayor que por el contrario se veía muy tranquilo, leyendo un libro en un visor flexible. A los lados de los chicos, que Lucas supuso eran hermanos, se encontraban un hombre y una mujer, que a su vez Lucas supuso eran sus padres. Pensó que también debía ser el primer vuelo de ese chico, y se alegraba de no saber tanto de viajes espaciales, porque de lo contrario seguramente estaría tan nervioso como él.
El transbordador empezó a moverse lentamente y una luz parpadeó en el respaldo del asiento frente a Lucas.
- Lucas, debes ponerte el cinturón de seguridad para el despegue – dijo Eneas.
El cinturón de seguridad tenía cuatro segmentos, una a cada costado y una sobre cada hombro, que se juntaban frente al pecho del pasajero. Logró ponérselo con la ayuda de Eneas y notó que comenzaba a sentirse nervioso. El suelo que veía por la ventanilla empezó a moverse rápidamente bajo ellos, hasta que el transbordador despegó. Lucas sintió el vacío característico en su estómago. Rápidamente el transbordador ganó altura en un pronunciado ángulo.
- En diez minutos estaremos fuera de la atmósfera, no te saques el cinturón hasta que la luz se apague – le advirtió Eneas.

La iluminación exterior se hacía más clara a medida que ascendían y el cielo de pronto ese puso negro salpicado de numerosas estrellas, sin que la luz disminuyera. Cuando salieron del alcance de la gravedad, Lucas sintió que el estómago se le iba a la garganta y que su cuerpo no tenía peso en lo absoluto. Se estremeció cuando notó que la cabina empezaba a girar y luego se dio cuenta que toda la nave daba vueltas. A los pocos segundos sintió que recuperaba el peso y se hundía levemente en el asiento. Al minuto la luz de aviso de los cinturones se apagó y los pasajeros empezaron a quitárselos.
- Quítate el cinturón, Lucas. En una hora llegaremos al crucero – dijo Eneas y luego se sumergió en la lectura de las noticias en su visor flexible.
Si bien Lucas se había asustado un poco con toda la maniobra, se sorprendió cuando vio la cara de terror del chico que iba con sus padres. Su madre lo acariciaba para calmarlo mientras su padre y hermano lo miraban con preocupación.

Para distraerse un poco miró por la ventanilla hacia Alfa Antiqua. Si bien había visto muchas holoimágenes del planeta desde el espacio, en vivo la vista resultó impresionante. El planeta era mayormente azul, debido a los océanos que cubrían dos tercios de la superficie. Podían distinguirse los continentes con las gigantescas construcciones de las ciudades, visibles desde el espacio reflejando la luz de la estrella Alfa. Estuvo mirando un rato pero pronto el continuo girar del exterior terminó mareándolo. Se entretuvo un rato escuchando el rumor de las conversaciones del resto de los pasajeros. La madre había conseguido calmar al chico asustado, que sorbía un cilindro de zumo de frutas, mientras su padre y su hermano se distraían leyendo. Echó una mirada disimulada a los dos hombres a sus espaldas y le pareció que giraban la cabeza cuando notaron su mirada; en cualquier caso no conversaban entre ellos, ni leían, ni nada. Pudo ver a varios chicos de distintas edades, algunos solos, otros junto a sus padres, que probablemente también viajaban a estudiar a Nixia. No pudo ver a Baldo Cruz y a su padre, y supuso que viajarían en la cabina de estribor, al otro lado del transbordador. Estaba tratando de adivinar la profesión de un hombre tres asientos más adelante, que llevaba un sobrio computraje gris con unas coloridas gafas tornasol con cristales violeta, cuando Eneas dijo, apuntando por la ventanilla:
- Mira Lucas, nos acercamos al crucero.
Lucas volvió a mirar al exterior, hacia el lado contrario de donde se alejaba el planeta, y vio un pequeño punto brillante que fue poco a poco agrandándose a medida que se acercaban, hasta adquirir la forma de una gigantesca nave cilíndrica que giraba sobre su eje. Era el objeto más grande que Lucas había visto hasta el momento. El transbordador se acercó a un extremo y fue acomodando su giro hasta quedar perfectamente sincronizado con el del crucero, para finalmente ingresar por una larga abertura. Una vez adentro pudieron sentir como algún dispositivo enganchaba el transbordador, cesando inmediatamente cualquier sensación de movimiento. La misma voz que había anunciado la partida volvió a hablar:
- “Esperamos que su viaje haya sido agradable. Línea de Cruceros Antiqua agradece su preferencia y espera que pronto volvamos a tenerlos a bordo. Ahora todos los pasajeros deben descender.”
Al finalizar estas palabras, todos al interior de la cabina se levantaron, tomaron sus cosas y se dispusieron a abandonarla. Lo mismo hicieron Lucas y Eneas.

El interior del crucero era muy distinto al del transbordador. Mientras que uno era pequeño y apretado, el otro era realmente muy espacioso. El cielo raso se encontraba más alto de lo normal para una habitación, tal como en los salones y pasillos del palacio de Alfa Antiqua. Sin embargo la decoración era muy diferente. No tenía grandes pinturas enmarcadas, ni lámparas adornadas, ni columnas talladas, ni muebles con tapices. Por el contrario, todo era muy sobrio y completamente funcional. El cielo raso tenía una franja central continua que emitía la luz que iluminaba el interior. Los únicos elementos que interrumpían el acabado mate metálico de los muros eran largas pantallas de video que mostraban información respecto a las ubicaciones de las acomodaciones para los pasajeros, o coloridos avisos comerciales turísticos de las paradisíacas playas en el mar violeta del satélite Sargazo o de los “cruceros espirituales” en la atmósfera del gigante gaseoso Pegaso. El elevado y continuo bullicio que producía el gentío que circulaba no permitía oír las continuas indicaciones que se daban por los altoparlantes, pero eso a nadie parecía importarle. Eneas dijo a Lucas, mirando la información de una de las pantallas:
- Es mejor que nos pongamos en camino a nuestro camarote.
- ¿Camarote? – preguntó Lucas.
- Por supuesto, ¿donde creías que íbamos a viajar? – contestó Eneas.
- No lo había pensado. ¿Cómo vamos a encontrarlo? Aquí hay mucha gente.
- No te preocupes, sólo debemos seguir las indicaciones de los boletos – le contestó.
Lucas sacó de su bolsillo el boleto que Eneas le había entregado antes de subir al transbordador, esperando encontrar instrucciones escritas. En cambio se sorprendió al ver que una flecha luminosa de color verde parpadeaba sobre el plástico impreso. Caminó detrás de Eneas que miraba la flecha parpadeante de su propio boleto, que cambiaba de dirección cada vez que llegaban a alguna intersección. Así atravesaron varios niveles por pasillos y escaleras automáticas, cruzándose con numerosas personas que realizaban la misma operación, muchos de los cuales eran chicos que corrían pese a los gritos de sus padres. Finalmente se detuvieron frente a una puerta deslizante que se abrió automáticamente cuando Eneas acercó el boleto. El interior de la habitación a la que entraron era más bien pequeño, considerando los amplios espacios que acababan de atravesar, pero tenía espacio suficiente para dos camas, una mesa redonda con sus respectivas sillas y un par de muebles con cajones, todo de aspecto bastante funcional. En los muros habían varias pantallas de video que mostraban los mismos avisos publicitarios del exterior, y que Eneas apagó enseguida. Su equipaje se encontraba en una esquina. Cuando la puerta se cerró tras ellos, Lucas preguntó:
- ¿Dormiremos en la misma habitación?
- Recuerde el Anemonnia. No es común que un chico tenga su propia habitación en un crucero espacial. Además así tendré la oportunidad de prepararlo para el Colegio Protocolar. Tendremos tiempo suficiente para que aprenda todo lo necesario, pues el viaje a Nixia demorará siete días.
- ¿Siete días? – preguntó sorprendido Lucas. No se le había ocurrido que el viaje durara tanto. Más bien pensaba que sería como uno de los traslados dentro de su planeta, y que demoraría a lo sumo un par de horas. La perspectiva de pasar una semana estudiando con Eneas, sin la facilidad de escaparse como lo hacía en palacio, no fue muy atractiva para el chico. Sin embargo una idea se le vino a la cabeza.
- Eneas ¿a qué hora partirá la nave?
- En realidad partió hace diez minutos. Un crucero moderno como éste se mueve de manera muy suave, y alguien con poca experiencia en el espacio difícilmente percibe el movimiento.
- ¿Podremos salir a dar una vuelta por la nave? – le preguntó, tratando de mostrarse despreocupado.
- Bueno, – dijo Eneas, adivinando las intenciones de Lucas – el crucero tiene varios salones de esparcimiento, pero no crea que se me escapará. Debemos aprovechar el tiempo para repasar lo básico. En el Colegio tendrá que arreglárselas por su cuenta, no estaré allí cada vez que necesite ayuda con sus materias.
- Pero ¿acaso no vas conmigo para acompañarme?
- Sí, pero no estaré con usted en el Colegio. Allí sólo están los alumnos y los profesores, no se permiten acompañantes. Yo me alojaré en un pueblo cercano, de nombre Villa Estrella. Pero no se preocupe, estaremos en contacto. Lo visitaré una vez por semana, para asegurarme que todo esté bien.
- Eneas, ¿te podrás comunicar con Alfa Antiqua?
- Tendré acceso a un comunicador cada dos semanas.
- ¿Cada dos semanas? Pensé que mi padre…
- Recuerde el Anemonnia. Comunicarse entre planetas es caro, y ya no tenemos privilegios imperiales. De hecho cada comunicación con mi familia la pagaré con mi propio dinero. Pero, ¿por qué pregunta? ¿quiere enviar algún mensaje a su padre?
- En realidad, quería saber si podría enviarle mensajes a Diana. Eso… si no te molesta.
- No, por supuesto que no – Eneas sonrió – aunque no quiero que se distraiga de sus estudios. Ahora iremos a recorrer la nave, pero no crea que lo perderé de vista.

Salieron al pasillo y comenzaron a caminar, siguiendo las indicaciones luminosas en los muros. Otros pasajeros también habían salido a pasear, pero en general los amplios pasillos se encontraban mucho más despejados que cuando arribaron al crucero. Entraron al área de la piscina. Aún había poca gente, pero pudo ver al chico asustado del transbordador junto a su familia, sentados en torno a una de las mesas. Buscó a Baldo Cruz y a su padre, pero no se encontraban allí. También le llamaron la atención cuatro hombres solos sentados en distintas mesas, ya que tenían un sospechoso aire familiar para él. Eneas le preguntó:
- ¿Deseas bañarte un rato?
- Sabes que no he aprendido a nadar.
- Lo sé, pero quizás quieras estar en el sector menos hondo de la piscina.
Lucas miró donde Eneas le indicaba y vio a dos niños de unos cinco años bañándose, vigilados por una niñera más bien entrada en años.
- No quiero parecer un bebé. Mejor vamos a otro sector.
Salieron por donde habían entrado y se dirigieron a otra área aún más extensa que la anterior. En la entrada había un letrero que decía “OBSERVATORIO”, pero Lucas no pudo ver ni telescopio, ni radiotelescopio, ni nada semejante. El lugar parecía más bien una plaza con un pequeño anfiteatro circular en el centro, con unas pocas personas sentadas en sus dos filas de gradas. Alrededor del anfiteatro había cinco columnas muy altas y estilizadas, con su parte superior esculpida con distintos motivos. Lucas sólo pudo identificar un Disco Solar en una de ellas, semejante a los que adornaban el interior de la Catedral del Sol en Alfa Antiqua. Eneas las observó un rato y dijo:
- Esto es muy interesante…
- ¿Qué son, Eneas?
- Estas esculturas son los Cinco Totemos. Son símbolos muy antiguos y se supone que representan los espíritus de cinco mensajeros que trajeron un gran secreto al Sistema Estelar de Antiqua, en los tiempos de la colonización. No te preocupes, no es algo que se suponga que debas saber; en realidad sólo es un mito muy viejo. – Eneas las señaló una a una - La primera representa las Nieves Eternas, la segunda el Fuego de la Estrella, la tercera los Bosques Fríos, la cuarta los Demonios del Aire, y la quinta las Rocas Colgantes. Es algún tipo de alegoría de la naturaleza.
- Parece que sabes mucho de eso.
- Se aprenden muchas cosas con los años, Lucas. Lo curioso es que estén aquí, en el transbordador. Supongo que sólo serán parte de la decoración del observatorio, como símbolos cósmicos o algo así.
- A propósito, no entiendo este observatorio. Esas personas están sentadas ahí en ese anfiteatro, mirando el suelo, y no hay ningún telescopio o pantalla donde observar algo.
- Oh, es que no es un anfiteatro. Subamos y te darás cuenta.
Subieron por el exterior los dos peldaños y entraron al círculo que formaban los asientos. Al mirar al interior, Lucas quedó paralizado. Lo que el pensaba que era el piso del anfiteatro, en realidad era un gran ventanal redondo que miraba directamente fuera de la nave. La extrema claridad del grueso cristal que componía el ventanal, hacía que el profundo y negro vacío salpicado de estrellas del espacio exterior le produjese una gran sensación de vértigo, dejándolo medio hipnotizado. Se sintió fuertemente atraído y empezó a inclinarse hacia delante.
- Es mejor que nos sentemos – dijo Eneas, tomándolo del hombro y empujándolo hasta que se sentó. – Si sientes vértigo respira profundo y cierra los ojos un par de segundos. Luego mira las estrellas que pasan, no el vacío del espacio.
Así lo hizo Lucas, que luego de unos instantes se sintió más aliviado. Se entretuvieron mirando como pasaban las estrellas, siguiendo el movimiento de rotación del crucero. Lucas preguntó, apuntando a un punto muy luminoso en el exterior:
- ¿Cuál es esa estrella brillante que está pasando ahora?
- No es una estrella, es nuestro propio planeta, que refleja la luz de Antiqua. ¿Te fijas como a su alrededor se ven más tenues las dos lunas gemelas?
- Sí, las veo – respondió Lucas.
Continuaron observando por unos minutos, luego Lucas se dedicó a mirar a la gente a su alrededor. Nuevamente le llamaron la atención un par de hombres sentados no muy cerca. Aunque no podía estar seguro si eran los mismos de la piscina, una certeza acudió a su mente.
- Creí que el Anemonnia implicaba que nos dejarían solos a nuestra suerte – dijo Lucas.
- Así es efectivamente – le respondió Eneas, levantando la vista y mirándolo - ¿por qué preguntas?
- Los dos hombres sentados solos frente a nosotros, y los dos a nuestra izquierda. Aunque visten ropa común y corriente, obviamente son guardias de mi padre.
- ¿Estás seguro que efectivamente no son personas comunes y corrientes, o quizás agentes extranjeros? – le preguntó Eneas, con cierto aire de perspicacia.
- Se ven como típicos guardias imperiales, no como agentes extranjeros.
- ¿Alguna vez has visto a un agente extranjero?
- No… en realidad no – admitió Lucas, desconcertado.
- Claro que no. Pero no te preocupes, efectivamente son guardias imperiales. Me sorprendes de la mejor manera, eres muy listo. Tienes que entender que aunque se supone que estamos solos, tu padre no puede correr riesgos. Él tiene muchos enemigos dentro del Sistema y fuera de él, y si te ocurriera algo habría una grave crisis de sucesión, ya que eres hijo único, y eso podría desestabilizar el gobierno.
- ¿Entonces por eso envía guardias? – preguntó Lucas.
- Bueno… por eso y porque se preocupa por ti, claro – respondió Eneas, adivinando los pensamientos del chico. – Además no habrá mucha diferencia con esos guardias. Yo no tengo autoridad sobre ellos, ni siquiera se contactarán conmigo. De hecho, tampoco sabía que vendrían, aunque lo sospechaba. Hasta donde sé, su misión podría no ser precisamente protegernos, si no más bien evitar que las cosas salgan mal, y créeme que no es lo mismo – dijo con cierto aire de temor en su rostro.
Lucas ya no dijo nada más. Saber que su padre tenía muchos enemigos “dentro del Sistema y fuera de él” era algo nuevo. Encerrado en el palacio nunca tuvo una imagen clara de la realidad del exterior. Se preguntaba cuántas cosas más se le habían ocultado y cuántas más sabría ahora que estaba tan lejos de su hogar.

© 2011 Marcos Scotti D.

martes, 12 de julio de 2011

Capítulo 3

Encuentros y despedidas. Comentarios al final.


Capítulo 3: Despedida de Alfa Antiqua

La puerta daba a un salón mucho mayor que el anterior, muy iluminado por grandes ventanales en el techo, y repleto de gente. Tenía una altura de cinco pisos y numerosas filas de personas subían y bajaban por escalas automáticas que llegaban a distintos niveles. También podían verse androides de información y otros de utilidad desconocida para Lucas. Al chico siempre le llamaban la atención los androides, pues no había ni uno solo en palacio, cosa que no dejaba de extrañarle. Avanzaron entre la multitud con completa libertad. Lucas se sentía extraño, pues era la primera vez que caminaba entre la gente sin una escolta de guardias imperiales a su alrededor. Comenzó a pensar que no estaba tan mal pasar desapercibido y se entretuvo mirando las personas. Nadie parecía reconocerle y muchos caminaban apresuradamente, seguidos por carros de maletas que flotaban con la inconfundible luz violeta del campo de levitación bajo ellos. Algunas personas, que se notaban más acomodadas, tenían maletas que levitaban por sí mismas. Se dio cuenta que ni Eneas ni él llevaban sus maletas, las que seguramente habían sido enviadas directamente al crucero espacial. Un grupo de 7 u 8 personas llamó su atención. Iba encabezado por un hombre mayor acompañado de un chico moreno que debía tener la misma edad que Lucas. Detrás venían cinco empleados que guiaban una gran cantidad de equipaje, la mayoría autolevitante, además de dos carros con baúles y paquetes. Cuando pasaban, las personas se apartaban y murmuraban, por lo que Lucas pensó que debían ser personas conocidas, aunque no los recordaba de ningún acto oficial al que hubiese asistido. Le preguntó a Eneas, apuntando al grupo:
- Eneas, ¿sabes quiénes son ellos?
- Ese es Cícero Cruz y su hijo Baldo. El chico también asistirá al Colegio Protocolar en Nixia. Aunque será su compañero, le aconsejo que no se meta con él.
- ¿Por qué dices eso?
- Cícero Cruz es empresario de transportes, de hecho es el dueño de la Línea de Cruceros Antiqua, en la que viajaremos. Es una persona de mucho dinero y de mucha influencia en nuestro Sistema. El problema es que es un abierto opositor al Emperador. Lo ha criticado en forma pública en varias ocasiones.
- No sabía que mi padre tuviera oposición.
- Hay muchas cosas que usted no sabe de su padre, Príncipe.
Lucas se detuvo y se quedó mirando a Eneas, que siguió avanzando. Tenía razón, había muchas cosa que no sabía de su padre. Volvió a mirar al grupo de los Cruz, y se le ocurrió que sería muy interesante conversar con ellos. Estaba en eso cuando escuchó la voz de Eneas que lo llamaba a diez metros de distancia:
- ¡Lucas, apresúrate que estamos retrasados!
El Príncipe corrió para alcanzarlo, entendiendo que el exceso de confianza de su mayordomo se debía al Anemonnia.
- Disculpe por llamarlo de esa manera – le susurró Eneas al oído – pero recuerde que debemos pasar desapercibidos.
- Sí, por supuesto, pero si me llamas por mi nombre la gente me reconocerá.
- Su nombre se hizo muy popular después que nació, por lo que hay muchos chicos que se llaman así.
Siguieron caminando por un pasillo en dirección a la zona de embarque, y de pronto Lucas vio a alguien que hizo que le saltara el corazón. A unos metros delante de ellos estaba Diana, que lo miraba con una radiante sonrisa en la cara. Al instante los dos chicos corrieron y se abrazaron.
- ¡Diana, que bueno que viniste!
- ¡Qué gusto me da verte también! Pero ¿qué ropa es esa?
- Es mi ropa para ser común y corriente.
- Bueno, pero yo no he visto a mucha gente vestida así, sólo cuando vamos a pasear al campo.
- Sí, en realidad por aquí tampoco he visto a gente vestida como yo. De todas maneras es estupendo que hayas venido a despedirme.
- Claro, también vine a desearte buen viaje.
- Ah, por supuesto, viniste a despedir a tu padre.
- A ti también, tenía muchas ganas de verte antes que partieras. A propósito, esta es mi mamá.
La mujer que estaba junto a Eneas se le acercó, lo abrazó y le dijo:
- Es un gusto conocerlo por fin, Príncipe, Diana me habla mucho de usted. Le traje algunas cosas para su viaje y para su estadía en Nixia. Sé que les serán muy útiles.
La madre de Diana le entregó un paquete cuidadosamente envuelto. Se trataba de una mujer muy hermosa, con el mismo pelo y las mismas facciones de su hija. El cariño con que lo abrazó y el regalo que le entregó lo pusieron muy feliz, hasta le dieron ganas de llorar. No había pensado que alguien fuera a despedirlo y a desearle buen viaje.
A continuación Diana y su madre se despidieron de Lucas y Eneas. Los dos chicos se dieron un largo abrazo y se separaron con Diana secándose las lágrimas. Todo el encuentro en realidad fue muy corto, pues se encontraban bastante retrasados.
Se pusieron en la fila de ingreso a los transbordadores. Miró a Eneas y se dio cuenta que también había soltado algunas lágrimas.
- Eneas, yo… lo siento mucho.
- ¿A qué te refieres, Lucas?
- Es por mi culpa que tienes que separarte de tu familia.
- No digas eso. Es mi trabajo y lo hago con mucho gusto.
- Gracias.
Lucas vio que el grupo de los Cruz pasaba por una puerta lateral sin hacer fila, siendo recibidos con especial deferencia por un empleado de la línea de viajes espaciales. Después ellos mismos atravesaron una entrada donde les requirieron sus documentos. Una vez dentro de la zona de embarque no alcanzaron a avanzar mucho cuando fueron detenidos por un empleado de la línea de cruceros.
- Disculpen, deben acompañarme por aquí – dijo el hombre, indicándoles una puerta ubicada en un muro alejado.
- ¿Hay algún problema con nuestra documentación? – le preguntó Eneas.
- No, sólo acompáñenme.
- Ya casi es hora del despegue, no podemos perder este transbordador – le respondió Eneas, con una voz más enérgica. Lucas empezó a sospechar que algo irregular estaba pasando.
- No lo perderán, se lo aseguro, – la voz del hombre reflejaba nerviosismo – por favor acompáñenme, no me haga llamar a los guardias.
- Evidentemente usted no sabe quiénes somos – le dijo Eneas. A Lucas le sorprendió esa insinuación de romper el Anemonnia.
- No, no lo sé, pero créame que eso no importa – respondió.
La cara de angustia con que el empleado de la línea de cruceros le respondió hizo ceder a Eneas, quien avanzó hasta la puerta que le indicaba manteniendo a Lucas detrás de él. El hombre le abrió la puerta rogándole con la mirada que entrara. Avanzaron a un cuarto más bien pequeño, cerrándose la puerta tras ellos. Eneas se detuvo en seco cuando vio que estaba ocupado por ocho hombres altos vestidos con el inconfundible uniforme rojo de los guardias imperiales. Lucas se adelantó, porque sabía que eso sólo podía significar una cosa. Buscó detrás de los hombres y vio a su padre. Los guardias se apartaron y el Emperador avanzó hasta ponerse frente a su hijo. Eneas buscaba algo que decir, pero no le salían las palabras, debido a la imponente presencia de Rómulo III, aún más alto que sus guardias. Llevaba un traje más bien sencillo donde destacaba un gran collar, réplica exacta del que Lucas había entregado minutos antes, pero el doble de grande.
- Vi tu ceremonia de Anemonnia hace un rato – le dijo a Lucas con su profunda voz – estuvo muy bien.
La amabilidad del comentario le extrañó mucho al chico, más aún considerando cómo efectivamente se había desarrollado la ceremonia. Se quedó mudo.
- El tiempo que pasé yo mismo en el Anemonnia – continuó diciendo su padre – fueron los mejores años de mi juventud. Espero que tú también sepas aprovecharlos.
A continuación se produjo un incómodo silencio. Evidentemente el Emperador esperaba que Lucas respondiera algo, pero como su hijo siguiera mudo, volvió a hablar.
- Debes entender que todo lo que aprendas este año en Nixia será de crucial importancia para tu futuro… y para el futuro del Imperio. No desperdicies el tiempo.
Otro silencio incómodo.
- Bueno, espero que tengas un buen viaje, adiós – concluyó.
Por un instante el Emperador no supo que hacer, y al fin repitió torpemente el gesto del Sumo Sacerdote, revolviéndole el pelo con la mano. A continuación se dio media vuelta y, de espaldas, se dirigió a Eneas por primera vez.
- Eneas…
- ¿Sí, Su Alteza? – Eneas bajó la cabeza y miró al suelo, aún cuando el Emperador no podía verle.
- Recuerda que eres responsable por la seguridad del Príncipe.
- Sí, Su Alteza.
Finalmente Rómulo III salió de la habitación por una puerta en el lado contrario de donde habían entrado Eneas y Lucas, escoltado por sus guardias.
Después de unos segundos de silencio, Eneas dijo:
- Eso no fue muy inteligente.
- ¿Qué cosa? – respondió Lucas.
- No hablarle a su padre. Se dirigió directamente a usted. Pudo haberse enojado.
- ¿Tienes miedo del enojo de mi padre, Eneas?
Eneas titubeó un instante. – Sí – respondió.
- No me pareció que se enojara.
Salieron de la sala por la misma puerta por la que entraron. Afuera los esperaba el empleado de la línea de cruceros, quien sin embargo parecía muy sorprendido que hubieran salido. Sin ningún preámbulo les preguntó:
- ¿Qué pasó ahí dentro?
- Eso no es de su incumbencia – respondió Eneas, con el rostro impasible.
Siguieron caminando hasta la rampa de embarque, y entraron al túnel que llevaba al interior del transbordador.

© 2011 Marcos Scotti D.

martes, 5 de julio de 2011

Capítulo 2

Este es el segundo capítulo de esta novel de ciencia ficción y aventuras. Aquí comienza una jornada para Lucasen en que la que se le presentará un mundo totalmente nuevo para él.


Capítulo 2: Anemonnia

Al día siguiente, Lucas despertó con un sobresalto. Mejor dicho, fue despertado con un sobresalto. Eneas entró muy temprano en su habitación, aún no había amanecido, y lo despertó de manera efusiva:
- ¡Vamos Príncipe, levántese! ¡Tenemos que salir rápido, o perderemos el transbordador para abordar el crucero a Nixia!
A Lucas le costó un momento darse cuenta de lo que pasaba, pues aún no despertaba completamente. Eneas abría los cajones y ponía ropa en la maleta que había traído consigo. En uno de ellos encontró el paquete aún envuelto.
- ¿Aún no ha abierto el regalo que le dio su padre?
- No tengo deseos de hacerlo aún – dijo medio dormido.
- Al Emperador no le gustaría nada si lo supiera.
- No creo que le importe en realidad.
- No diga eso Príncipe. Lo guardaré en su equipaje y lo podrá abrir cuando lleguemos. Probablemente su padre pensó en algo para sus estudios, como un dictáfono o un planetario portátil.
Lucas pensó en ello. No se le había ocurrido esa posibilidad. En ese caso el regalo sería tan interesante para él como si le regalaran una piedra de río. En realidad, probablemente una piedra de río sería más interesante. Eneas seguía guardando cosas en las maletas.
- Apresúrese Príncipe, que el crucero no atrasará su partida por nosotros.
- ¿Por qué no? Soy el Príncipe. Además pensaba que mi padre tendría sus propios cruceros para llevarme. Después de todo es el Emperador, y es mi primer viaje al espacio – le dijo a Eneas, que lo observaba.
- Por supuesto que tiene sus propios cruceros, pero nosotros entraremos en el Anemonnia, pensé que sus tutores se lo habrían explicado.
Lucas recordó algo acerca de la preparación para gobernar, sobre apagarse, hacerse pequeño, invisible o algo así, y la palabra Anemonnia sonaba en alguna parte. En realidad nunca prestaba mucha atención a sus clases, lo que era un verdadero dolor de cabeza para sus tutores, que siempre tenían que ingeniárselas para no ser despedidos por su falta de progreso.
- Creo que es algo así como el olvido, ¿no es cierto?
- No exactamente. Debería estudiar más, siempre se lo digo, pero usted no hace caso. Ahora no importa, en Nixia tendrá que hacerlo. Anemonnia significa que estará solo y perderá sus privilegios de príncipe. En realidad, ambos estaremos solos... en ese lugar perdido... - la preocupación se reflejó por un instante en la cara de Eneas, enmarcada por una calva completa y una barba cana muy corta. Lucas pensó de pronto que no sabía nada del lugar a donde se dirigían. ¿Podría ser que por fin su padre hubiera decidido deshacerse de él, enviándolo muy lejos? Siempre había tenido ese temor, y quizás el Anemonnia era la confirmación de ello. Aún le parecía que olvido era la palabra con la que uno de sus tutores se había referido al concepto, y para él era lo mismo que vacío. De pronto se alegraba mucho de que Eneas lo acompañara.
- Eneas... ¿cómo es Nixia?
- Es un lugar helado, muy helado a decir verdad. Es el planeta de nuestro Sistema más alejado de la estrella Antiqua, pero eso también debería haberlo estudiado. Hace más de seiscientos años se fundó allí el Colegio Protocolar, casi al mismo tiempo que se colonizó Alfa Antiqua. Tendremos que repasar la historia del Sistema durante el viaje. Será un milagro si logra aprobar el primer año.
Los regaños de Eneas por su falta de aplicación en los estudios no eran nuevos para Lucas, pero se habían intensificado mucho en las últimas semanas. Sospechaba que eran para prepararlo para lo que le esperaba en Nixia, donde según le había explicado, la exigencia sería diez veces mayor, y ya no contaría con sus privilegios de príncipe para escapar de sus deberes.
Tomaron un desayuno muy rápido en la misma habitación antes de subir a los deslizadores de gravedad que los llevarían al espaciopuerto. La caravana de vehículos que los escoltaban partió. Seis deslizadores encabezaban la comitiva, dos los flanqueaban a cada lado y cinco cerraban la formación. En cada uno debían ir cuatro guardias uniformados y armados, además del conductor. Lucas podía reconocer a un guardia imperial con solo verlo. Nunca tenía contacto con ellos ni se metían en sus asuntos, pero durante todos sus cortos años siempre habían estado allí, escoltándolo, aunque a él le parecía que más bien lo vigilaban. En esta ocasión era más exagerado, como si esperaran que pasara algo.
Los vehículos avanzaban rápidamente suspendidos a treinta centímetros del suelo de las calles principales de la ciudad, cerradas especialmente para ellos. Lucas veía a través de los cristales del vehículo los altos edificios que iban dejando atrás. Los rascacielos se elevaban como agujas hacia el cielo, que se reflejaba en todo su azul sobre sus superficies vidriadas. Trataba de imaginar las personas que vivirían y trabajarían en ellos, ajenos al mundo del palacio. Pensaba en los chicos que allí habría, que eran libres de jugar con quienes quisieran, y de ir donde sus padres los llevaran, padres amorosos que se preocupaban de ellos. A medida que iban quedando atrás empezó a extrañarlos, a sentir nostalgia de un mundo que apenas conocía, pero que era el único que hasta ahora podía llamar hogar.
La ancha carretera que desembocaba en el espaciopuerto se encontraba vacía, como todas las calles por donde habían avanzado. A medida que se acercaban, Lucas podía divisar transbordadores y otras naves menores que despegaban en forma regular. La idea de un viaje espacial le estaba subiendo el ánimo poco a poco. La caravana se estacionó en una puerta lateral del edificio principal del espaciopuerto e inmediatamente comenzó un agitado operativo en que los guardias se ubicaron rodeando el deslizador donde Lucas y Eneas se encontraban. El espaciopuerto era un conjunto de amplios e iluminados edificios curvos con grandes ventanales ovalados en los muros y en el techo, junto a una compleja serie de pistas de despegue y aterrizaje. Lucas se decepcionó un poco cuando se abrió la puerta del vehículo y se dio cuenta que los anchos cuerpos de los guardias le dificultarían ver a su alrededor. Empezó a caminar con sus escoltas y entraron a través de un concurrido vestíbulo. La gente que allí se encontraba murmuraba y trataba de ver quién estaba en medio del grupo. Pronto se empezó a correr la voz de que el Príncipe Lucas estaba allí, y cada vez más personas se juntaban alrededor. Un rugido apagado hizo a Lucas levantar la mirada hacia el techo, y a través del amplio ventanal curvo vio como pasaba un gran transbordador rumbo al espacio.
- ¿Le gustan las naves espaciales, Príncipe? – preguntó Eneas al ver que observaba atentamente.
- Nunca antes había visto una de tan cerca.
- ¿Está asustado? Los viajes espaciales son seguros desde hace mucho tiempo, y el capitán del crucero en que viajaremos tiene mucha experiencia en esta ruta, me ocupé de investigarlo.
- No, no estoy asustado para nada. En realidad tengo muchas ganas de abordar el crucero y viajar – volvió la mirada a su mayordomo y dijo - Eneas, ¿será Nixia distinto a Alfa Antiqua? ¿Podré ver a otros chicos y tener amigos?
- Por supuesto que tendrá amigos, en un colegio como al que va hay muchos chicos que serán sus compañeros de estudio. Pero no se haga ilusiones con respecto a Nixia. Es un planeta muy frío y sus habitantes tienen fama de ser más fríos aún.
De pronto el grupo entró en una amplia sala sin ventanas que se encontraba completamente vacía, sin muebles siquiera, y las puertas automáticas de corredera se cerraron aislándolos del grupo de gente que los seguía. Los guardias se apartaron hacia los bordes de la sala, dejando a Lucas y Eneas en el centro. Allí el chico vio que en el extremo de la sala frente a ellos estaba una figura alta vestida con una amplia túnica adornada con dibujos en varios tonos de púrpura. La figura empezó a caminar hacia ellos y Lucas pudo darse cuenta que se trataba de Justus Bare, Sumo Sacerdote de la Catedral del Sol de Alfa Antiqua, quien era la mayor autoridad religiosa del Sistema, pero con casi nulo poder político. Lucas lo había visto varias veces en ceremonias oficiales, en esas raras ocasiones en que lo acompañaba su padre. Sabía que el Emperador le tenía poca estima y casi siempre estaba molesto con su presencia.
- ¿Qué pasa ahora? – preguntó Lucas a Eneas en voz baja.
- La ceremonia del Anemonnia, por supuesto.
Lucas no siguió preguntando. Sospechaba que tendría que haber sabido eso también, y no tenía ánimos para otro regaño por su poca dedicación al estudio.
Cuando el sacerdote llegó donde estaban, dos chicos acólitos aparecieron detrás de su grueso cuerpo, con sendas túnicas verde oliva. Uno de ellos sostenía una gran copa dorada, adornada con brillantes piedras preciosas azules y amarillas. El otro acólito sostenía a su vez un cofrecillo igualmente adornado. El Sumo Sacerdote puso las manos sobre la cabeza del Príncipe y miró hacia lo alto. Lucas deseó haber puesto más atención en sus clases, pues no tenía la menor idea sobre qué debía hacer en ese momento. Sinceramente esperaba no meter las patas. El Sumo Sacerdote, siempre mirando a lo alto, comenzó a decir:
- “Oh, Gran Disco que calientas la Primera Piedra del Universo, recuérdanos. Desciende sobre este joven hasta su corazón, para que pueda guardar siempre tu calor y no esté solo en los tiempos del olvido.”
Lucas se sonrió pensando que había tenido razón en que se trataba de olvido y miró a Eneas de reojo, quién frunció el ceño. El acólito que sostenía el cofre lo abrió y lo acercó a Lucas. El Príncipe miró adentro y vio que estaba vacío. Tuvo la desagradable sensación de que le tocaba hacer algo en ese momento. Después de unos incómodos segundos de silencio Eneas disimuladamente lo pateó en los tobillos y le indicó su mano derecha.
- El anillo, el anillo – murmuró entre dientes.
Lucas se miró la mano y un fugaz recuerdo de sus clases pasó por su memoria. Sin mucho convencimiento se quitó el gran anillo símbolo de la Casa Real a la que pertenecía y lo depositó en el cofre. Al hacerlo pudo ver que el acólito hacía grandes esfuerzos por no reírse. Como no retiraba el cofre, Lucas trató de recordar si debía quitarse algo más, y escuchó a Eneas que decía, ya no tan disimuladamente:
- El collar – su cara mostraba un gran disgusto, al igual que la del Sumo Sacerdote.
Lucas se quitó el collar con la figura del disco solar que llevaba bajo su camisa, depositándolo también en el cofre. Para su alivio, el acólito cerró el cofre y retrocedió un paso, pero nuevamente pasaron unos segundos sin que nadie hiciera nada. Antes que Eneas pudiera hablar el Sumo Sacerdote dijo impacientemente:
- ¡Por la Gran Galaxia, Príncipe, su camisa!
Sin atreverse a discutir, Lucas se sacó rápidamente la camisa finamente bordada que llevaba puesta. Como estaban en la estación más calurosa del año, no llevaba nada bajo ella, quedando con su torso desnudo. Nadie hizo ningún gesto de recibirle la camisa, por lo que la dejó caer al suelo.
- Sus zapatos.
Por supuesto se sacó los zapatos.
- Y ahora sus pantalones.
- Pero…
- ¡Shhh!
Cuando terminó de desvestirse, el acólito de la copa se acercó hasta él. Se sentía terriblemente incómodo en medio de esa gran habitación vacía, vestido sólo con su ropa interior y con todos los guardias mirando. Recibió la copa y se dispuso a beber de ella. Contenía una cantidad ridículamente pequeña de un líquido transparente. Lucas bebió y, aunque no percibió ningún sabor, sintió que un agradable calor subía desde su estómago y se propagaba por todo su cuerpo. El Sumo Sacerdote sonrió, y con su gran mano le revolvió el cabello. Sin decir una palabra se retiró junto a sus acólitos por el lado contrario al que había entrado, seguido de los guardias que marcharon en dos filas, cerrándose las puertas tras ellos. En la sala sólo quedaron Lucas y Eneas. El mayordomo sacó del bolso que llevaba colgando del hombro una sencilla túnica bordada y unas sandalias que le entregó al Príncipe. Lucas se puso esa ropa y siguió a Eneas por las puertas que se abrieron frente a ellos.


© 2011 Marcos Scotti D.