martes, 4 de octubre de 2011

Capítulo 15

A sólo dos capítulos del final. Sin más preámbulos les presento el penúltimo de esta historia.



Capítulo 15: El Totemo de las Nieves Eternas

Lucas abrió los ojos. Aún seguía sujeto a su silla por el cinturón de seguridad. La cabina estaba iluminada sólo por una luz roja de emergencia y todo estaba tirado por el piso. Miró a Félix a su lado. Algo había golpeado su frente, de la cual salía un hilillo de sangre.
- ¡Félix, Félix, despierta! – le dijo, remeciéndolo suavemente. El chico abrió los ojos.
- ¿Qué… qué pasó? – preguntó, volviendo en sí.
- Aterrizamos, - contestó Lucas – o más bien nos estrellamos.
- ¿Cómo está Gracia?
- No lo sé, vamos a ver.
Desabrocharon sus cinturones y se asomaron a la cabina. El parabrisas se había roto, dejando entrar una gran cantidad de nieve. Medio enterrados en ella estaban Gracia y Hugo, que se encontraban inconscientes. Lucas y Félix sacaron primero a la chica y la llevaron a la sección de pasajeros. Luego volvieron por Hugo y también lo sacaron, aunque con un poco más trabajo. Lucas trataba de abrir las puertas exteriores de la cabina, mientras Félix trataba de despertar a Gracia. La chica abrió lentamente los ojos.
- Estás herido – dijo cuando vio la cara de Félix.
- ¿Esto? – dijo Félix, tocándose la sangre en la frente – No es nada. ¿Cómo te sientes?
- Creo… creo que bien – dijo, incorporándose – Sí, estoy bien, aunque tengo frío.
- La nieve empezó a helarte - Félix le frotó suavemente los brazos - pero tu ropa pronto te va a temperar - Gracia le devolvió una sonrisa.
- Yo también estoy bien, - dijo Hugo, que despertaba – si le interesa a alguien.
Lucas se les acercó y dijo:
- Es inútil tratar de abrir las puertas, no tenemos energía. Creo que estamos enterrados en la nieve. Eso amortiguó el choque. Debemos buscar la forma de salir.
- Trataré de comunicarme con Eneas – dijo Hugo. – El transmisor tiene una fuente de emergencia.
Fueron hasta la cabina. Entre Lucas y Hugo sacaron la nieve que estaba sobre el transmisor. Después de algunos intentos, Hugo dijo:
- Es inútil, el transmisor debe haberse roto con el impacto.
- Podemos tratar de salir por aquí – dijo Lucas indicando los cristales rotos. – Excavaremos la nieve a través del parabrisas, no creo que estemos enterrados muy profundo.
Pusieron manos a la obra. Iban turnándose de a uno para excavar, mientras el resto llevaba la nieve que sacaban hasta el fondo de la nave. Después de media hora de trabajo llegaron al exterior. Hugo y Lucas salieron a explorar. La tormenta estaba amainando, pero el viento aún era muy fuerte. Buscaron por los alrededores, pero no se veían rastros de civilización. De pronto, Lucas vio algo que le pareció familiar. A través de la ventisca pudo distinguir una pared de roca y se dio cuenta que era la misma que había visto cuando jugaba con su madre en su sueño. Tuvo la certeza que estaba en el mismo lugar.
- Debemos ir hacia allá – le dijo a Hugo, apuntando hacia en interior del valle.
- No, - contestó Hugo – la tormenta aún está muy fuerte, lo mejor es que nos quedemos en la nave.
- Ya debe haber una patrulla buscándonos, y seguramente no son los únicos. En esa dirección hay un refugio donde podremos llamar a Eneas.
- ¿Cómo lo sabes?
- Sólo lo sé. Confía en mí.
Unos minutos después los cuatro se encontraban caminando por la nieve entre la tormenta. Lucas iba adelante, guiándolos. Detrás de él iba Félix que ayudaba a Gracia a caminar, aunque más bien parecía lo contrario. Hugo cerraba el grupo. Llegaron hasta la explanada donde se encontraba el refugio. La puerta no se encontraba bloqueada, así que entraron y se sacudieron la nieve.
- ¿Qué es este lugar? – preguntó Félix.
- Es un refugio para excursionistas – contestó Hugo. – Hay muchos repartidos por todo el planeta. Las tormentas pueden ser sorpresivas, y cambian su intensidad sin aviso. Todos tienen un transmisor, y comida.
Los chicos recordaron que estaban hambrientos. No habían comido nada desde el almuerzo del día anterior y ya estaba atardeciendo. Mientras Hugo trataba de operar el transmisor, prendieron la calefacción y abrieron algunas de las raciones que estaban en las estanterías. Eran bastante insípidas, pero altas en calorías y servían para calmar el hambre. A los pocos minutos Hugo empezó a tener resultados.
- Atención Solar uno, aquí Solar dos, contesta. – esta vez obtuvo respuesta.
- Aquí Solar uno, te escucho Solar dos – era la voz de Eneas a través del transmisor - ¡Gracias al Sol! Estaba muy preocupado. Estoy tratando de comunicarme contigo hace varias horas ¿Qué ha sucedido?
- Hemos tenido problemas graves. Estoy con Alfa y dos amigos. Debes venir a buscarnos. Grupos hostiles nos están siguiendo.
- ¿Dónde se encuentran?
- Estamos en un refugio en campo abierto. No sabemos el lugar exacto.
- El transmisor debe tener un número estampado sobre él, búscalo.
- Aquí está. Te lo dictaré. Es 5 4 6 8 1 1 9, repito 5 4 6 8 1 1 9.
- Lo estoy ingresando a la computadora... listo, ya tengo tu ubicación. No se muevan de ahí, en una hora llegaré a buscarlos. ¿Cómo se encuentran?
- Todos estamos bien. Te esperamos. Fuera.
- Fuera.
- Me habría gustado hablar con él – dijo Lucas.
- No habría sido prudente, – contestó Gracia – es probable que estén monitoreando las comunicaciones, y podrían haber reconocido tu voz.
- Sólo digo que me habría gustado hablar con él – repitió Lucas.

Los cuatro chicos terminaros de comer sus raciones y luego se sentaron a esperar, mirando constantemente hacia fuera. Félix estuvo dormitando mientras Gracia permanecía a su lado. Poco más de una hora después, escucharon entre el ruido de la tormenta el sonido de vehículos acercándose. Al poco rato vieron, no a un deslizador sino a un enorme vehículo levitante que se acercaba.
- ¡Escóndanse hasta confirmar que se trata de Eneas! – ordenó Hugo, mirando por la pequeña ventana.
Los tres hicieron lo mejor que pudieron en el reducido espacio del refugio. Hugo esperó agachado frente a la ventana. El vehículo descendió suavemente sobre la nieve, enterrándose unos centímetros. La puerta lateral se abrió y descendió una persona. Hugo vio con sorpresa que no se trataba de Eneas, sino de un desconocido. Estuvo a punto de dar la alarma a sus amigos, cuando del vehículo descendió otro hombre. Esta vez sí era Eneas.
- ¡Es él! - exclamó Hugo para sus compañeros - Pero viene acompañado.
Abrieron la puerta del refugio, por la que entró Eneas seguido del desconocido. Lucas corrió a abrazarlo, estaba muy feliz de verlo.
- Estaba muy preocupado por ustedes – dijo Eneas – En el camino vimos un transbordador estrellado en la nieve ¿Dónde han estado?
- No lo creerás cuando te lo digamos, – contestó Hugo – pero lo haremos en el vehículo. Pronto vendrán tras nosotros.
Todos subieron al vehículo levitante. En el interior los esperaba otro desconocido al volante.
- Estos son Gastón y Walter – dijo Eneas, presentando a los dos desconocidos. - Son miembros de la Cofradía Solar, y llegaron a Nixia hace una semana, para ayudarme a preparar el traslado del Totemo. A propósito, ¿aún estás seguro que conoces su ubicación?
- Sí, – contestó Lucas – y creo que debemos ir a buscarlo en este momento.
- Estoy de acuerdo, – dijo Hugo – las cosas se han puesto muy complicadas desde ayer. Si no vamos ahora, puede que lo perdamos para siempre.
- Está bien, - contestó Eneas - ¿a donde nos dirigimos?
- Al Parque de Tram – dijo Lucas.
El vehículo levitante atravesaba velozmente el aire a baja altura. En el interior los chicos le contaron a Eneas los últimos sucesos desde la Ceremonia de Constitución del Consejo Escolar. Al finalizar el relato, Eneas dijo:
- Todo esto es increíble. Han pasado por muchos peligros, gracias al Sol que están bien.
- ¿Tienes alguna idea de quiénes son esos tipos? – preguntó Hugo.
- Ninguna, - respondió Eneas – no sabíamos que existiese otra organización buscando los Totemos. No debe ser para nada bueno.
- ¿Cuánto falta para llegar? – preguntó Lucas.
- Estaremos ahí en quince minutos – respondió Walter al volante.
Aterrizaron junto a la entrada de la caverna del ursus, según las indicaciones de Lucas. Descendieron todos del vehículo y se internaron en la caverna. Esta vez llevaban linternas, cuerdas y armas de rayos, para protegerse. Lucas y Félix los guiaron hasta la abertura en el piso, tiraron las cuerdas y bajaron. Lucas se asomó con mucho cuidado por la grieta, aumentada de tamaño por el ursus, pero no había rastros del animal, así que entraron. Lucas señaló la tenue luz que salía del muro de roca y dijo:
- Ahí está.
Todos miraron donde indicaba Lucas. Una grieta de la cual emanaba una luz lechosa se extendía por el muro formando una perfecta estrella de cinco puntas de unos dos metros de diámetro. Todos quedaron sorprendidos al verla. Eneas se puso a examinarla, comprobando que no se trataba de una formación natural.
- ¿Cómo la abrimos? – preguntó.
- No lo sé, – respondió Lucas - debemos buscar cómo hacerlo.
Después de mirar el muro durante un rato, Eneas dijo:
- El Maestro debe haber venido solo para revisar que todo estuviera bien. Seguramente tenía algún sistema para alejar al ursus, pero el muro no debe ser difícil de abrir.
Pensó unos segundos y luego apoyó sus manos en el centro de la estrella. Empujó, pero no pasó nada. Todos lo miraban en silencio. Volvió a empujar con más fuerza y de pronto se escuchó un clic. Nadie respiraba. Empujó con más fuerza aún y el muro de roca empezó a ceder hasta que se escuchó el ruido de un mecanismo que despertaba. El muro de piedra se abrió en un lento movimiento automático, dejando al descubierto un largo pasillo. Unos tenues globos luminiscentes se encendieron dejando ver el interior. El grupo entró con precaución, excepto Lucas, que lo hizo rápidamente, pues había reconocido el pasillo de su sueño. Caminó sin dudas hasta el final donde estaban las tres puertas, tal y como las vio con su madre. Los demás llegaron detrás de él y se pusieron a contemplarlas.
- Son puertas antiguas, - dijo Hugo – pero no me parece que tengan seiscientos años. Las cerraduras parecen más modernas.
- El Maestro a cargo de cuidar el secreto, - dijo Eneas – también se encargaba de mantener el lugar en condiciones. Estas puertas deben haber sido cambiadas hace unos ciento cincuenta años, si no me equivoco.
- Bueno, pero ¿cuál es la puerta? – preguntó Hugo.
- Eso mismo, - dijo Eneas – dinos Lucas ¿cuál es la puerta correcta?
- Este… - contestó Lucas – eso no lo sé. – Eneas y Hugo lo miraron con cara de desconcierto - ¡No me miren así, yo sólo dije que sabía donde estaban!
- ¿Y si probamos las tres puertas, una a una? – propuso Hugo.
- Eso no es posible, – dijo Eneas – si tratamos de abrir la puerta equivocada, o si usamos la clave incorrecta, las cerraduras se fundirán, y el interior se destruirá. Es un mecanismo de seguridad, para un caso extremo.
- Vaya, creo que tenemos un problema – dijo Hugo.
- ¿No hay ninguna pista al respecto? – preguntó Lucas.
- Según cuentan, el último Maestro que cuidaba el Totemo siempre decía que había que buscar las respuestas en el lugar más obvio – intervino Gastón.
- ¿Quién es ése Maestro del que hablan? – preguntó Félix, que se había mantenido al margen junto a Gracia.
- Ese Maestro fue ni más ni menos que tu abuelo – respondió Lucas.
- ¿Mi abuelo? ¿En serio? - dijo Félix. - Vaya, nunca me lo hubiese imaginado. - El chico pensó unos segundos - Lo que mi abuelo decía en realidad, es que las respuestas siempre las encontrarías en el Colegio. No sé si eso servirá.
- ¿En el Colegio? - preguntó Hugo - Bueno, tiene lógica viniendo de un profesor, pero no sé cómo eso puede ayudarnos ahora. - Todos pensaban en silencio, tratando de encontrar alguna respuesta.
- ¡Semper Centrum! – gritó de pronto Gracia, y todos dieron un salto del susto. - ¡El lema del Colegio Protocolar es Semper Centrum, y ya saben lo que significa!
- Significa “Siempre Centrado, Siempre Equilibrado”, – dijo Hugo – se refiere a la actitud que deben tener los alumnos del Colegio.
- Sí, pero literalmente significa “Siempre al Centro” - respondió la chica.
- ¡Es cierto! - exclamó Lucas - La respuesta está en el Colegio, como decía el Maestro.
- Está bien, me convencieron - dijo Eneas - supondremos que es la puerta del centro, pero ahora debemos descubrir la clave. Lucas, ¿tienes la estrella?
- Sí, claro – respondió Lucas, sacando el prendedor de su bolsillo y entregándoselo.
Eneas lo examinó durante unos momentos. Tenía tallados unos arabescos en su superficie, pero nada escrito. Buscó en la puerta, pero no había donde encajarlo ni introducirlo. No tenía sentido para él. Le devolvió el prendedor a Lucas.
- Me parece que ésta no es la llave después de todo - le dijo al chico.
- ¡Pero tiene que serlo! - exclamó Lucas - ¡Mi madre me lo dijo!
- Sólo era un sueño, Lucas - respondió Eneas.
- ¡No era un sueño! - dijo Lucas muy molesto - ¿Acaso esto es un sueño? ¿Lo es el prendedor, el salón en el Colegio, el refugio en la nieve? Todo me lo enseñó ella ¡Mi madre no es un sueño!
Félix y Gracia se acercaron para calmarlo, pero él no podía hacerlo. La estrella es la llave, pensó, tiene que serlo. Se puso a tratar de deducirlo. La Estrella de Cinco Puntas, Los Cinco Totemos que eran llamados “Las Cinco Puntas de la Estrella”, todo estaba relacionado. La clave era el número cinco, pero los teclados de las cerraduras tenían letras, no números. Entonces eran cinco letras, pero ¿cuáles? Su madre sabía, pero le dijo que él tenía que descubrirlo. Su madre, él mismo, ahí tenía que estar la respuesta. De pronto recordó lo que Eneas le había contado sobre su madre, en el momento de su muerte.
- ¡Eneas! ¡Mi madre! – le dijo a Eneas sin poder contenerse - ¿Qué te dijo mi madre?
- ¿A qué te refieres? – preguntó Eneas sorprendido.
- Repite lo que te dijo mi madre cuando murió, conmigo en brazos, repite las palabras exactamente.
- Bueno… dijo “Lucas es la clave. Él debe ir a Nixia”. Espera un momento, no estarás pensando…
- Por favor, date cuenta, es obvio. Son cinco puntas, son cinco Totemos, son cinco letras. “Lucas es la clave” dijo ella. LUCAS es la clave, literalmente.
- Vaya – exclamó Gracia – eres un genio.
- No lo sé – dijo Eneas – parece lógico, pero no podemos estar seguros.
- Yo estoy seguro, – respondió Lucas – y no me he equivocado hasta ahora. Eneas, confía en mí, yo confío en mi madre.
- Es que sólo tenemos una oportunidad – dijo Eneas. – No sé que hacer.
- Yo confío en Lucas – dijo Félix.
- Yo también – dijo Gracia.
- Y yo – dijo Hugo.
Eneas miró a los chicos, y luego a Lucas. Había cambiado tanto desde que salieron de Alfa Antiqua, había crecido, tanto por fuera como por dentro, ahora se parecía mucho a su madre.
- Yo también confiaré entonces, – dijo Eneas - ahora está en tus manos.
Lucas lo abrazó y luego fue hacia la puerta del centro. Acercó su mano al teclado de la cerradura, los dedos le sudaban. Pensó en su madre e ingresó las letras una a una, que fueron apareciendo en la pequeña pantalla verde. L – U – C – A – S. Cuando ingresó la última letra, todos estaban expectantes, pero por unos segundos nada pasó. De pronto, los complicados dibujos de oro y plata que decoraban la puerta se iluminaron emitiendo un fuerte destello. Se escuchó un sonido metálico y lentamente la puerta se abrió, tal como lo había hecho la pared de roca. Todos contuvieron la respiración, mientras se revelaba una pequeña sala completamente a oscuras. Lucas atravesó la puerta y comenzaron a encenderse los globos luminosos al interior de la sala, dejando ver un monolito negro de unos sesenta centímetros de ancho y tres metros de altura, decorado en lo alto con el símbolo de las Nieves Eternas. Todos se quedaron sin habla durante un minuto, contemplándolo. Finalmente Gracia rompió el silencio.
- ¿De qué está hecho? – preguntó, acercándose y pasando su mano por la superficie lisa.
- De titanio – respondió Walter.
- Debe pesar una tonelada – dijo Hugo - ¿Cómo lo moveremos?
- Tres toneladas, para ser exactos – contestó Eneas. – Tenemos dispositivos levitantes en el vehículo, iré a buscarlos.
- Eso no será necesario – dijo una voz desde el pasillo fuera de la sala.
Todos voltearon y vieron con horror a Marius de La Torre acompañado de Andro Ignatus bloqueando el pasillo. Junto a ellos había tres hombres armados con fusiles láser que les apuntaban directamente. Gastón trató de sacar su arma, pero rápidamente uno de los hombres abrió fuego, dándole en un costado. Gastón cayó al suelo, retorciéndose de dolor. Walter se agachó para ayudarlo.
- ¡Nadie se mueva! - ordenó el Rector - o mis hombres dispararán a matar. Arrojen sus armas hacía acá - así lo hicieron Eneas y Walter, lentamente.
- Así que usted estaba detrás de todo - dijo Lucas.
- ¿Yo? - respondió el Rector – Nada de eso, yo sólo soy un… ¿cómo diríamos?... un intermediario. Alguien muy poderoso quiere eso que tienen ustedes ahí, y prometió una gran cantidad de dinero si se lo entregamos.
- No podrá escapar de mi padre – continuó Lucas. – Él no le perdonará si me hace daño. De nada le servirá tener mucho dinero.
- Yo no estaría tan seguro, príncipe – dijo Ignatus. - Este dinero nos permitirá ir al planeta que queramos, incluso a otro sistema estelar, si es necesario. Es realmente mucho dinero.
- Así que sólo se trata de eso, dinero – intervino Eneas. – No se saldrán con la suya.
- Pues yo creo que sí – contestó el Rector. - Este lugar será una buena tumba para los siete. Cuando los encuentren ya estaremos muy lejos. Ahora morirán.
Los hombres del Rector prepararon sus armas y se dispusieron a disparar. Eneas y los chicos no respiraban, Félix cerró los ojos y Gracia tensó todos sus músculos, preparada para actuar. No sabían que hacer, estaban a punto de recibir los disparos, cuando vieron con asombro que, detrás del Rector y su grupo, una figura enorme se levantaba por sobre los tres metros de altura. El ursus atacó ferozmente por la espalda, dando un rugido y golpeando con sus garras a uno de los hombres armados, creando confusión y terror entre ellos.
- ¡Corran ahora! – gritó Eneas.
Los cuatro chicos salieron disparados hacia delante, mientras Eneas y Walter tomaban a Gastón de los hombros y corrían detrás de ellos. Uno de los hombres armados trató de detenerlos, pero Gracia dio un salto y lo golpeó directo en la cara con su pié derecho, dejándolo tirado fuera de combate. Siguieron corriendo por el pasillo hasta que salieron a la caverna. Detrás de ellos se escuchaban gritos y disparos. Tomaron el túnel más cercano y corrieron por él, en dirección a la luz que se veía al fondo. De pronto sintieron una explosión en la roca junto a ellos. Lucas volteó y vio a Ignatus empuñando un fusil láser, a de La Torre y a uno de sus hombres corriendo detrás de ellos mientras les disparaban. Un disparo dio en una pierna de Félix, quien cayó al suelo. Gracia y Lucas se detuvieron a ayudar al chico. Los atacantes se acercaban.
- ¡Vamos Lucas! - gritó Eneas - ¡Debemos salir!
Pero Lucas no podía dejar a su amigo abandonado. El hombre armado le apuntó directamente. Lucas cerró los ojos. Un disparó relampagueó, pero desde la dirección opuesta y el hombre salió despedido hacia atrás, mortalmente herido. Un grupo de diez guardias imperiales, vestidos de civil, entraban disparando hacia los atacantes. Ignatus y de La Torre se refugiaron detrás de unas rocas y comenzaron a disparar. Un guardia se acercó a Lucas.
- Vamos príncipe – dijo – Debe ponerse a salvo.
- Ayúdeme con mi amigo – dijo Lucas.
- Lo siento, - contestó el guardia – usted es mi prioridad.
- ¡Ayúdeme con mi amigo, le estoy diciendo! - exclamó Lucas con los ojos muy abiertos - ¡Es una orden!
El guardia lo miró, y el temor se reflejó en su rostro. Le hizo una seña a otro guardia, y entre los dos levantaron a Félix y lo llevaron hacia la entrada de la caverna. Eneas vio toda la escena y pensó que Lucas también se parecía mucho a su padre.
Salieron de la caverna. Afuera había tres vehículos levitantes, en los que habían llegado unos veinte guardias imperiales. Uno de ellos atendió a Félix y a Gastón. La herida del chico no era grave, pero Gastón necesitaba atención de urgencia. A una orden de Lucas, uno de los vehículos partió con Gastón hacia el Hospital de Villa Estrella, acompañado de Walter.
Después de unos momentos de escucharse disparos, del interior de la caverna salieron cuatro guardias que llevaban a de La Torre y a Ignatus esposados. Los subieron a un vehículo, y luego uno de los guardias, al parecer un oficial, se acercó a Lucas.
- Señor, adentro hay tres hombres más, todos muertos – le dijo al príncipe. – Uno fue abatido por nosotros y los otros dos otros al parecer fueron muertos por un animal.
- ¿Encontraron a animal? - preguntó Lucas.
- No se le ve por ninguna parte. Hay varios túneles secundarios, debe haber entrado en alguno de ellos ¿Quiere que lo busquemos?
- No, dejen al ursus tranquilo – contestó Lucas.
- Señor, - continuó el guardia – también hay un objeto, una especie de pilar de hierro, ¿qué quiere que hagamos con él?
- Nada, - dijo Lucas – nosotros nos encargaremos de eso. Por favor llévense a esos hombres de aquí y déjenos una escolta por seguridad.
- Sí señor – respondió el guardia y se retiró.

Tardaron poco más de una hora en acomodar los dispositivos levitantes en el Totemo, ayudados por los cuatro guardias que se quedaron con ellos. La salida fue lenta y cuidadosa, para evitar que se golpeara con la roca y sufriera daño. Lo acomodaron horizontalmente en el compartimiento de carga del vehículo de Eneas, ocupando más de la mitad de su largo. Los chicos subieron en los asientos traseros mientras que Eneas se sentaba en los mandos, acompañado de uno de los guardias. Partieron seguidos del vehículo de escolta. Gracia cuidaba a Félix en la tercera corrida de asientos. En la segunda iban Lucas y Hugo.
- Bueno, - dijo Lucas – finalmente salió todo bien. No puedo creer lo que pasamos.
- Es cierto, - contestó Eneas – y todo gracias a ti.
- Gracias a todos, - dijo Lucas – no podríamos haberlo logrado los dos solos. Ahora supongo que deberé volver al palacio – se le notó tristeza al decir eso.
- ¿De qué estás hablando Lucas? - dijo Eneas - Aún debes terminar el año escolar, no te salvarás de eso.
- Es cierto príncipe, si me permite – intervino el guardia que iba a su lado. – Tenemos instrucciones de protegerlo si está en peligro, pero no podemos interrumpir el Anemonnia por ningún motivo.
- ¿Ves? - dijo Eneas - Te dije que el Anemonnia es una ley más fuerte que el mismo emperador.
- Me alegro de eso, – dijo Félix desde el asiento de atrás – el Colegio sería un lugar muy aburrido si tú te fueras, aunque más seguro.

© 2011 Marcos Scotti D.

2 comentarios:

  1. Wow, este capítulo sigue en la línea de los anteriores! Me ha gustado mucho, aunque a lo mejor se me ha hecho un pelín rápido... Pero está muy bien (ya se sabe que yo me enrollo como las persianas jeje)

    Hasta la próxima semana ^^

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  2. Es cierto, siendo uno de los capítulos más importantes resultó ser también de los más cortos. Pero se me fue dando así, no podía alargarlo sin interrumpir el ritmo. En realidad se escribió casi solo.

    La próxima la conclusión.

    Saludos.

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