martes, 27 de septiembre de 2011

Capítulo 14

Recta final. De aquí en adelante la acción no se detiene hasta el desenlace. Fuera los seconds y vamos con el capítulo.



Capítulo 14: Gelucoria

Intentaron luchar, pero lo dejaron cuando vieron las armas de rayos en manos de los encapuchados. Los amarraron y amordazaron en silencio. Lucas tuvo miedo y miró a sus compañeros. Hugo se veía asustado, pero no tanto como Félix, mientras que Gracia parecía tener todos sus músculos alerta, como un gato a punto de saltar. Para sorpresa de los chicos, uno de los asaltantes descorrió la entrada secreta al túnel que usaban los miembros de la Cofradía. Entraron en el túnel de piedra pulida que Gracia y Félix miraban con extrañeza. Llevaron caminando a los cuatro chicos hasta una sala en el mismo nivel. Una vez allí los pusieron de espaldas a una pared, les vendaron los ojos y les colocaron esposas magnéticas en sus muñecas. Estos aparatos, además de inmovilizar sus brazos, descargaban pequeños golpes eléctricos en la piel si realizaban movimientos bruscos. El temor de Lucas aumentó. Pensó en lo tontos que habían sido al esperar un ataque en un Aula llena de gente, y no tomar precauciones al entrar a una habitación vacía. Escuchaba la respiración de sus compañeros a su lado, y el ruido de movimiento detrás. Le pareció sentir que alguien entraba, y pronto escuchó voces.
- ¿Cuatro? ¡Les dije que sólo trajeran al chico! – dijo una voz dura, que Lucas no pudo reconocer.
- Fue inevitable, entraron todos juntos, señor – contestó otra voz, que debía ser de uno de los asaltantes.
- Debemos deshacernos de los otros tres – dijo la primera voz. Lucas supuso que era el jefe.
- ¡No! - dijo una tercera voz - Usted me aseguró que aquí no pasaría nada, que todo se haría en otro sitio. – Lucas se quedó helado, pues reconoció la voz de Andro Ignatus.
- No se preocupe, – contestó el jefe – los sacaremos de aquí.
- La Guardia Imperial empezará a buscarlo cuando no tengan noticias de él – siguió Ignatus, con voz angustiada. – Ellos tienen recursos ilimitados. No habrá un lugar en el planeta donde puedan esconderlo.
- Lo sabemos, eso también lo tenemos arreglado.
- Señor, - dijo la voz del secuestrador – los otros chicos pueden ser útiles para hacer que el príncipe hable.
- Ya lo había pensado – dijo el jefe. – Ahora dame la estrella.
Lucas sintió como le quitaban el prendedor de un tirón, cayendo su capa al suelo. No se atrevió a moverse, ya que lo único que podía ver era oscuridad.
- Estamos corriendo un gran riesgo con esto, – dijo la voz de Ignatus – esperamos el pago a la brevedad.
- No se preocupe, – respondió el jefe – todo se hará según lo convenido.
Lucas sintió que lo empujaban y que caminaban a través de uno de los pasillos secretos. A los pocos momentos escuchó abrirse una puerta y sintió el frío del exterior y la nieve bajo sus pies. Una brisa muy helada le golpeaba la cara. Los subieron a lo que supuso era un deslizador de superficie y partieron. Sus compañeros iban a su lado, pues podía escuchar la agitada respiración de Félix. Viajaron durante una media hora en completo silencio. Durante el trayecto, Lucas dedujo que lo que los secuestradores querían que él les dijera era la ubicación de las puertas, pero ¿cómo habían descubierto que conocía la ubicación?, ¿y quiénes eran esas personas? Debían ser muy poderosos, pues lograr que Ignatus, y seguramente alguien más del Colegio Protocolar cooperase con ellos debía requerir mucho más que simple dinero. Le preocupaba cómo usarían a sus amigos para hacer que él hablase, y seguramente sus compañeros se lo estarían preguntando también. No podía permitir que les hicieran daño, pero tampoco podía revelar el secreto de la ubicación del Totemo ¿o sí podía?, ¿por qué debía él cuidar ese secreto a costa de sus amigos?, ¿qué tenía que ver él con este planeta llamado Tierra? Sin embargo recordó que su madre había muerto por ese secreto, y él no debía decepcionarla. Lucas seguía pensando estas cosas hasta que se detuvieron. Los secuestradores los bajaron del deslizador y los hicieron caminar nuevamente sobre la nieve. Lucas tropezó, y la venda se corrió de sus ojos. Fugazmente vio un pequeño transbordador depositado sobre una pista en la nieve. Estaban a campo abierto, pues no pudo ver ningún edificio antes que le acomodaran la venda nuevamente. Los subieron a la nave y pronto escuchó encenderse los motores. Sintió que la respiración de Félix aumentaba de intensidad rápidamente. Pensó que debía estar sufriendo mucho, debido a su temor a los viajes espaciales, agravado con el miedo del secuestro. Cuando la nave empezó a moverse, de pronto la respiración de Félix se calmó bruscamente.
- Señor – dijo una de las voces – el chico rubio se ha desmayado.
- Quítale la mordaza para que respire mejor. - contestó el jefe - Quítaselas a todos.
Lucas sintió como de un tirón le quitaban la cinta de la boca. Tomó un gran trago de aire. La nave empezó a elevarse. Después de unos minutos, y sin poder ver nada, se atrevió a susurrar:
- ¿Hugo?
- Aquí estoy – contestó Hugo en voz baja.
- ¿Gracia?
- Sí – fue lo único que se atrevió a decir la chica.
Sintieron la falta de gravedad al salir de la atmósfera, seguida por el inicio de la rotación de la cabina. Pronto recuperaron la sensación de peso.
- ¿Adónde nos llevarán? – preguntó Hugo.
- Probablemente a una nave en órbita – susurró Lucas. – Los transbordadores no tienen mucho alcance.
- ¿Cómo sabes que estamos en un transbordador? – volvió a preguntar Hugo.
- ¡Silencio! – les ordenó una voz a cierta distancia.
Sin embargo el viaje se alargó por varias horas. Sin ver nada, los chicos no pudieron calcular cuántas, pues se encontraban muy desorientados. De cuando en cuando se atrevían a hablar en voz baja:
- ¿Gracia? - preguntó Lucas - ¿te encuentras bien?
- Estoy bien, – contestó la chica – pero me preocupa Félix.
- Creo que ha despertado – dijo Hugo.
- ¿Félix? - susurró Lucas - ¿Estás bien?
- S… sí – respondió Félix.
- Gracias al Sol – dijo Gracia. – No debes temer, todo saldrá bien.
A Lucas le habría gustado estar tan seguro, pero temía lo peor. Si estas personas habían sido tan audaces de secuestrar al hijo del emperador, entonces serían capaces de cualquier cosa. Como tuvieron bastante tiempo, no pudo evitar reflexionar sobre lo que había escuchado hasta ese momento. Había tenido razón al sospechar de Andro Ignatus, pero lo que conversó con el jefe de los asaltantes le dejó claro que él no estaba trás del secreto de la Tierra. Probablemente ni sabría para qué querían el prendedor. Se preguntó cómo cubrirían la desaparición del príncipe y de sus amigos, aunque probablemente ya lo tenían pensado de antemano. Al parecer los secuestradores no trabajaban para su padre, pues estaban ocultándose de la Guardia Imperial. Pero eso no significaba que su padre no anduviera también detrás de los Totemos, o que no fuera responsable de la muerte de su madre.
Éstos y otros pensamientos mantuvieron ocupado a Lucas durante el viaje, hasta que sintió que la nave dejaba de rotar. Pero la sensación de ingravidez duró sólo unos minutos, pues poco a poco empezaron a recuperar el peso, pero esta nueva gravedad era notoriamente menor que la de Nixia. Tampoco hubo la turbulencia típica que se siente al entrar en una atmósfera planetaria. A los pocos minutos sintieron que la nave aterrizaba y se deslizaba suavemente por una pista. Fueron sacados del transbordador y llevados caminando. Debido a la menor gravedad que sentían, les costaba caminar y tropezaban constantemente. Escucharon una voz que decía:
- Cúbranse la cabeza y luego quítenles las vendas, para que vean por dónde caminan.
Tardaron unos segundos en acostumbrarse a la luminosidad después de tanto tiempo con los ojos vendados. Poco a poco Lucas pudo distinguir a su alrededor. Iban por una corta manga de desembarco completamente cerrada, al final de la cual se veía una escotilla. Los escoltaban los tres hombres encapuchados que los habían secuestrado, llevando cada uno una pistola láser. Entraron a una pequeña sala donde había varias cajas cerradas y algunos trajes de presión, de los que se usan para salir al espacio o a un ambiente sin atmósfera. A través de una escotilla podía verse el exterior. Todo el paisaje era muy plano y estaba completamente congelado. En el horizonte se adivinaban unas suaves colinas resplandecientes por el hielo. En el negro cielo se veía un gran círculo que Lucas reconoció en seguida, era la cara gris con aspecto de calavera del planeta Nixia.
- Estamos en Gelucoria – susurró Hugo.

Después de unos momentos los pasaron a otra sala más amplia donde los hicieron sentarse sobre unas cajas de aluminio. Los hombres encapuchados salieron por una puerta lateral, dejando a los chicos solos. La habitación, aparte de las cajas, estaba completamente vacía y no tenía ventanas.
- ¿Qué creen que harán con nosotros? – preguntó Félix.
- Quieren que les digamos dónde están las puertas que llevan al Totemo – respondió Hugo.
- ¿De qué hablas? - preguntó Félix - Yo no sé nada sobre ninguna puerta.
- Es cierto – contestó Lucas – pero yo sí lo sé. Escuchen, ellos sólo quieren esa información, yo se las daré para que no les hagan daño. La Tierra no es tan importante para mí como ustedes.
- Eso no servirá de nada – replicó Hugo - ¿Crees que nos dejarán libres después que tengan la información? Debemos buscar la manera de escapar.
- Eso ni lo pienses, – dijo Gracia – seguramente nos están escuchando ahora mismo.
- Probablemente también tengan cámaras para vigilarnos - acotó Lucas.
Los cuatro chicos se pusieron a mirar las paredes de la habitación, como queriendo encontrar las cámaras que los espiaban, o aún más, como queriendo ver a sus secuestradores vigilándolos a través de esas paredes. Transcurrió aproximadamente una hora en que se mantuvieron en silencio, moviéndose de vez en cuando para acomodarse. Las esposas les tenían agarrotados los brazos y adoloridas las muñecas. Lucas miraba a sus compañeros. Podía ver la angustia en la cara de Félix. Gracia se mantenía tranquila y daba la impresión de estar haciendo cálculos en su mente. Lucas y Hugo cruzaban sus miradas queriendo transmitirse alguna idea para salir de ahí, pero sin atreverse a mencionarla en voz alta. Por fin fue Félix el que rompió el silencio:
- Me estoy helando. Mi ropa no sube la temperatura lo suficiente - miró hacia la puerta - ¿Quiénes serán estos tipos? - preguntó.
- No lo sé - respondió Lucas, y era verdad, pero no quiso contarle sus sospechas. Pensaba que eran los mismos que acabaron con la vida del abuelo de su amigo y con la de su propia madre; Lucas deseaba creer que su padre, el Emperador, no era el responsable de perderla.
En ese momento se abrió la puerta lateral y entraron dos hombres. Uno de ellos estaba armado y continuaba encapuchado. El otro no era muy alto, pero sí muy delgado, de barba recortada, aspecto severo y nariz angulosa. Estaba vestido de negro y en el brazo derecho llevaba una banda con un símbolo blanco similar a una cruz. El hombre comenzó a hablar, y Lucas reconoció la voz que había identificado como la del jefe:
- Como ustedes suponían, los estábamos escuchando, así que no deben pensar en escapar. Se encuentran en una base militar abandonada en Gelucoria, lejos del alcance del destacamento de la Guardia Imperial que se los cuida en Nixia. Nuestra salida del planeta fue en completo secreto, nadie sabe que están aquí, así que olvídense de un rescate.
- ¿Quién es usted? – preguntó Lucas, con el enojo reflejado en su voz.
- Eso no importa. Pertenecemos a una organización que desea encontrar la Tierra tanto como La Cofradía Solar desea ocultarla. – Metió su mano a un bolsillo y sacó el prendedor de Lucas – Ahora que tenemos la llave para llegar al primer Totemo sólo nos falta saber donde se encuentra. Entiendo que usted conoce su ubicación, príncipe.
- No tengo idea de qué me está hablando – mintió Lucas.
- Eso sería lamentable, porque ya no nos servirían para nada y deberíamos deshacernos de ustedes. Pero yo sé que no es cierto. Verá, gracias al señor Rector y al señor Ignatus pudimos ubicar micrófonos en las habitaciones de todos ustedes, además de su salón de reuniones secreto. Así es, conocíamos de su simpática sociedad secreta - dijo ante la mirada de sorpresa de Hugo y Lucas. - Hemos estado escuchando todas sus conversaciones, y es por eso que sabemos que usted, príncipe, dijo que conocía la localización de las puertas, tal como su madre lo pronosticó al morir.
- Sólo es una corazonada, no es nada seguro – contestó Lucas. Gracia captó el odio que apareció en la voz y los ojos de Lucas cuando escuchó al hombre referirse a su madre. Para el chico eso fue una confirmación de que se encontraban detrás de su muerte.
- Eso es mejor que nada – dijo el jefe – aunque creo que es más que eso. Díganos donde está y sus amigos no sufrirán ningún daño.
- ¿Cómo puedo estar seguro de eso? – preguntó Lucas.
- No puede, – contestó el jefe – pero de lo que sí puede estar seguro es que si no me lo dice lo que les pase será terrible.
- No se lo digas, Lucas – dijo Hugo.
- Espero que no siga el consejo de su amigo – dijo el hombre. – Le daré dos minutos para que lo piense. Después de eso deberá hablar, o atenerse a las consecuencias.
Los dos hombres salieron, dejando nuevamente a los chicos solos.
- No debes decir nada, – dijo Hugo a Lucas – si lo haces nos matarán.
- Y si no lo hago también lo harán – respondió Lucas. – Debemos pensar en algo.
- Cualquier cosa que digamos enseguida la sabrán, – replicó Hugo – ya sabemos que nos escuchan.
- ¿Cuántos crees que sean? – preguntó Gracia.
- No lo sé, – respondió Hugo – eran tres los que nos trajeron, y no vi otra nave afuera. Pero con las armas que tienen no hay diferencia. Además estamos sujetos con esposas iónicas, no podremos romperlas con nada.
- Eso es cierto – dijo Gracia, y luego miró a Félix directamente a los ojos.
Entonces volvieron a entrar a la sala el jefe y su guardia.
- Está bien, empiece a hablar, príncipe, - ordenó el jefe con voz enérgica - ¿dónde están las puertas? - Lucas permaneció en silencio, no sabía que hacer. - Está bien, usted lo quiso, empezaremos con su pequeño amigo – dijo, y el guardia apuntó con su arma a Félix.
En ese momento Gracia rompió en llanto, sorprendiendo a todos. La chica cayó de rodillas diciendo:
- ¡No, por favor no! ¡No nos hagan daño, no quiero morir, no quiero!
La chica gimoteaba ruidosamente y se cubría el rostro con las manos esposadas.
- ¡Hazla callar de una vez! – dijo el jefe a su guardia, perdiendo la paciencia.
El guardia encapuchado se acercó a la chica que seguía llorando, pero cuando estaba a un paso de ella, sorpresivamente, y ayudada por la menor gravedad, Gracia dio un enorme salto hacia arriba, apoyó sus manos en el cielo raso y con los pies lanzó un golpe en pleno rostro del guardia, quién salió despedido inconsciente hasta el muro contrario. Entonces Gracia cayó de pié junto al jefe, que aún no salía de la impresión, y le dio un empujón que lo tumbó. Volvió a saltar, esta vez en dirección a la puerta lateral, justo en el momento en que se abría y entraba el otro guardia. Gracia lo golpeó en el estómago con una rodilla y luego en la cabeza con sus puños, dejándolo fuera de combate. Todo esto con las manos aún esposadas.
- ¡Cuidado Gracia! – gritó Lucas al ver que el jefe se levantaba y sacaba un arma de rayos de sus ropas. Pero inmediatamente el hombre cayó hacia delante, perdiendo el sentido. Atrás de él estaba Félix sosteniendo una de las cajas de aluminio con la que acababa de golpearlo en la cabeza.
- ¡Pe… pero esto es increíble!- balbuceó Hugo, que aún no salía de su asombro por lo sucedido - ¡Tú eres… tú eres una Bathrashar!
- Aún no, – respondió Gracia – sólo una aspirante. Todavía me faltan unos años.
- ¿Una qué? – preguntó Lucas desconcertado.
- Una Bathrashar, una Jinete de Bathra, – contestó Hugo, que agregó al ver la cara de interrogación de Lucas – un bathra es un animal nativo de Eolia. Se dice que los Bathrashar son luchadores de excelencia en Eolia, que son entrenados desde niños. Se supone que pueden derrotar solos a un batallón.
- Eso no es totalmente cierto, – dijo Gracia – pero se aproxima.
- ¿Por qué los llaman así? – preguntó Lucas, pero en ese momento lo interrumpió una voz proveniente del segundo guardia inconsciente.
- “Atención, Sando, contesta ¿qué sucede allá?” – dijo la voz. Gracia tomó un pequeño aparato sujeto al cinturón del guardia.
- Es un comunicador – dijo la chica.
- “Contesten de una vez - dijo la voz a través del aparato. - Está bien, vamos para allá.”
- ¡Maldición, estos tres no estaban solos! - exclamó Gracia - ¡Debemos salir de aquí rápido!
Buscó entre la ropa del guardia hasta que encontró el anulador de las esposas iónicas. Se las quitó y luego a sus amigos. Tomó una de las armas de rayos que estaba en el piso, y Hugo tomó otra. Lucas sacó la Estrella de Cinco Puntas del bolsillo del jefe. Con precaución, Gracia abrió la puerta por la que habían entrado y miró al interior de la otra habitación.
- No hay nadie, - dijo - entren rápido. - Se quedó en la puerta mientras pasaba Lucas seguido de Hugo. Cuando entraba Félix, la chica le dijo con una sonrisa: - Eso estuvo estupendo. - Félix le devolvió una sonrisa nerviosa y entró. En la habitación encontraron unas chaquetas de piel con regulación automática de temperatura, y se las pusieron. Gracia miró por la escotilla al exterior. - Al parecer todo está despejado. Nuestra única oportunidad de escapar es tomar el transbordador en que llegamos.
- Espera, - dijo Lucas - ¿tú sabes pilotear una nave espacial?
- Por supuesto, – contestó Gracia - ¿ustedes no?
- ¡Claro que no! – exclamó Lucas.
- ¿Y qué le enseñan a los niños en tu planeta? – preguntó la chica.
- Obviamente no lo mismo que en el tuyo – contestó Lucas.
Entraron por la manga de abordaje hasta la puerta del transbordador. Félix tragó saliva antes de subir a la nave. Una vez que estuvieron todos a bordo, Gracia y Lucas fueron hasta la cabina, mientras Hugo y Félix se acomodaron en la pequeña sección de pasajeros. Gracia encendió la nave. Se sintió el zumbido característicos de los motores de fusión y la chica empujó suavemente una palanca con lo que el trasbordador empezó a desplazarse hasta el inicio de la pista. Lucas miró por la ventanilla hacia la base de la que acababan de escapar. A través de una escotilla pudo ver movimiento de personas en el interior.
- Debemos apresurarnos – dijo el chico – ya vienen y seguramente tendrán más armas.
- Lucas, debo confesarte algo – dijo Gracia. Lucas la miró con cara de interrogación. – Hace un rato estaba fanfarroneando, sólo he piloteado naves unas pocas veces, cuando mi padre me ha dejado tomar los controles en el espacio. Por favor no se lo digas a Félix, se asustará mucho.
- Pero sabes despegar y aterrizar, ¿no es cierto? – preguntó angustiado Lucas.
- Por supuesto, - respondió Gracia – he visto hacerlo cientos de veces.
- Pero, ¿tú lo has hecho alguna vez? – volvió a preguntar Lucas.
- No – respondió la chica.
Lucas no dijo nada, sólo aseguró su cinturón y miró hacia adelante. Un ruido proveniente de la base lo hizo voltearse. Pudo ver a dos hombres en trajes de presión saliendo al exterior, dando lentos saltos para tratar de avanzar. En sus manos llevaban unos inconfundibles fusiles láser. En ese momento Gracia aceleró la nave, que tomó velocidad mientras los rayos luminosos pasaban muy cerca de ellos. El transbordador se elevó rápidamente, producto de la baja gravedad y la falta de atmósfera. Sin embargo se tambaleaba mientras Gracia se esforzaba en mantenerlo nivelado. Lucas miró nuevamente hacia atrás por la ventanilla y vio como Gelucoria disminuía su tamaño aparente. A los pocos minutos sólo era una bola de hielo sucio en el espacio. Gracia manipuló la computadora de la nave. Revisó las pantallas para asegurarse que ninguna nave había despegado de Gelucoria detrás de ellos. Después inició la función automática de rotación para crear gravedad centrífuga, y seleccionó a Nixia de una corta lista en la pantalla de navegación, con lo que quedo fijo el rumbo programado hacia el planeta. Terminado todo esto los dos chicos fueron hasta la sección de pasajeros. Por fin desde el comienzo de la ceremonia en el Colegio, Lucas y sus amigos pudieron descansar tranquilos un momento.
- ¿Te encuentras bien, Félix? – preguntó Gracia, viendo sudar al chico.
- Sí, no te preocupes – contestó Félix. – Lo he aguantado mejor de lo que esperaba.
- ¿Qué haremos ahora? – preguntó Lucas.
- Creo que debemos tratar de comunicarnos con las autoridades de Nixia – dijo Hugo. – Ellos pueden enviar una nave a rescatarnos. Sería muy peligroso tratar de aterrizar el transbordador nosotros mismos.
- No estoy de acuerdo – contestó Gracia. – No es posible despegar una nave de un planeta sin autorización y sin ser detectados, y sin embargo nuestros secuestradores pudieron hacerlo. Es lo mismo para tener una base en Gelucoria y aterrizar y despegar de ella. Es seguro que tienen contacto en altas autoridades del planeta, y si llamamos lo más probable es que en vez de venir a rescatarnos, vengan a capturarnos.
- Tienes razón – dijo Hugo - no había pensado en eso ¿Estás segura de poder aterrizar este transbordador?
- Pude despegarlo, ¿no es cierto?- contestó la chica. Lucas la miró sin decir nada.
Estuvieron de acuerdo, aunque no muy felices con la decisión. Gracia volvió a la cabina, acompañada de Félix. Lucas y Hugo se quedaron conversando.
- Hugo, ¿te puedes comunicar con Eneas a través del trasmisor de la nave?
- No lo creo. El receptor que tiene Eneas es de bajo alcance. Está hecho sólo para superficie. Podemos intentarlo cuando estemos cerca de Nixia, pero aún ahí será difícil – contestó Hugo.
- Gracia no quiso decirlo frente a Félix, pero ella nunca ha aterrizado una nave espacial.
- ¿Qué, estás seguro?
- Sí, pero tampoco había despegado nunca, y lo hizo sin problemas. Creo que debemos confiar en ella. De todas maneras, en este momento es nuestra única opción.
- Bueno, después de lo que la vi hacer en Gelucoria, la creo capaz de cualquier cosa.
Lo único que podían hacer a bordo era esperar, y así lo hicieron. Lucas se acomodó para descansar y pronto se quedó dormido. Unas horas después fue despertado por Hugo.
- Lucas, despierta. Nos estamos aproximando a Nixia.
Lucas se enderezó y se asomó a la cabina. La rotación del transbordador hacía que el exterior se viera girando, pero el planeta se veía claramente frente a ellos.
- ¿En cuanto tiempo aterrizaremos? – preguntó Lucas.
- Entraremos en la atmósfera dentro de diez minutos – respondió Félix que estaba en el asiento del copiloto.
- Hugo, - dijo Lucas – por favor trata de comunicarte con Eneas.
- Está bien - respondió Hugo. – Félix, permíteme el asiento. – Pero mientras Félix salía de la cabina, por el trasmisor se escuchó una voz.
- Aquí control de vuelos del espaciopuerto de Ciudad Blanca a transbordador desconocido aproximándose a Nixia, por favor identifíquese.
Los chicos se miraron unos a otros sin saber que hacer. Por el transmisor se repitió el mensaje:
- Aquí control de vuelos del espaciopuerto de Ciudad Blanca a transbordador desconocido, debe identificarse ahora.
- No contesten – dijo Gracia.
- Aquí control de vuelos a transbordador desconocido – repitió la voz en el transmisor – todos los aterrizajes están suspendidos, se dirigen a una tormenta, repito, no deben aterrizar.
- Llama a Eneas ahora – dijo Lucas. Hugo se ubicó en el lugar del copiloto, e ingresó en el transmisor la frecuencia con que se comunicaba con Eneas.
- Atención Solar uno, aquí Solar dos, contesta. – Hugo esperó unos segundos y volvió a decir por el micrófono – Aquí Solar dos, repito, aquí Solar dos, por favor contesta Solar uno. – no se escuchó ninguna respuesta. – Es inútil, ni siquiera recibo señal de contacto.
- Quizás debamos permanecer en órbita hasta que pase la tormenta – dijo Félix.
- Enviarán una patrulla a interceptarnos – contestó Gracia.
- Quizás no estén trabajando con esos tipos, – insistió Félix – quizás sólo nos lleven de vuelta al Colegio.
- No podemos arriesgarnos, – dijo Gracia – acabamos de escapar de una muerte segura en Gelucoria. Aterrizar es nuestra mejor oportunidad. Ahora vayan a asegurarse, estamos por entrar en la atmósfera.
Lucas y Félix fueron a sentarse en la sección de pasajeros, y aseguraron sus cinturones. Gracia detuvo la rotación de la nave y momentos después entraron bruscamente en la atmósfera de Nixia. Afortunadamente la mayoría de los parámetros de entrada eran controlados por la computadora, pero eso no impidió que se sacudieran fuertemente, producto del mal tiempo. Lucas miró a Félix, que tenía los ojos cerrados y rezaba. Desde la cabina se escuchaban las voces de los chicos.
- ¡Endereza la nave! ¡Estamos muy inclinados! – exclamó Hugo.
- Lo tengo controlado, – contestó Gracia – busca dónde aterrizar. – Las sacudidas empeoraron.
- La tormenta no deja ver nada - dijo Hugo.
- Fíjate bien, que debemos aterrizar pronto o el viento nos arrojará contra el suelo.
- Ahí, ahí hay un sector plano, más adelante.
- Lo veo, me dirijo hacia allá. Bajo el tren de aterrizaje. – Después de unos segundos Gracia dijo: - ¡No puedo virar, el viento es muy fuerte, nos empuja hacia abajo!
- ¡Endereza, endereza! ¡Estamos cayendo! ¡Levanta la nariz!
- ¡Estoy tratando, lo vamos a lograr, lo vamos a lograr! ¡Vamos a tocar suelo, ahora!
La nave golpeó contra el suelo y volvió a elevarse. Volvió a caer y siguió avanzando, luego otro golpe, y otro más fuerte. Después un fuerte choque y finalmente sólo oscuridad.

© 2011 Marcos Scotti D.

2 comentarios:

  1. Por fin lo he leído.
    Wow, sí que es verdad que a partir de aquí es todo acción! ^^ Me ha gustado mucho este capítulo, y la verdad es que está muy bien narrado. Hay gente que se pierde un poco con las escenas de acción (me incluyo), pero tú las has llevado bien =)
    ¡Un saludo!

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  2. Gracias, me dejas por las nubes, totalmente inmerecido (espero que el golpe no sea muy fuerte al volver a tierra). Estoy cerca del desenlace, gracias por seguir la historia.
    Un saludo para tí también.

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