martes, 5 de julio de 2011

Capítulo 2

Este es el segundo capítulo de esta novel de ciencia ficción y aventuras. Aquí comienza una jornada para Lucasen en que la que se le presentará un mundo totalmente nuevo para él.


Capítulo 2: Anemonnia

Al día siguiente, Lucas despertó con un sobresalto. Mejor dicho, fue despertado con un sobresalto. Eneas entró muy temprano en su habitación, aún no había amanecido, y lo despertó de manera efusiva:
- ¡Vamos Príncipe, levántese! ¡Tenemos que salir rápido, o perderemos el transbordador para abordar el crucero a Nixia!
A Lucas le costó un momento darse cuenta de lo que pasaba, pues aún no despertaba completamente. Eneas abría los cajones y ponía ropa en la maleta que había traído consigo. En uno de ellos encontró el paquete aún envuelto.
- ¿Aún no ha abierto el regalo que le dio su padre?
- No tengo deseos de hacerlo aún – dijo medio dormido.
- Al Emperador no le gustaría nada si lo supiera.
- No creo que le importe en realidad.
- No diga eso Príncipe. Lo guardaré en su equipaje y lo podrá abrir cuando lleguemos. Probablemente su padre pensó en algo para sus estudios, como un dictáfono o un planetario portátil.
Lucas pensó en ello. No se le había ocurrido esa posibilidad. En ese caso el regalo sería tan interesante para él como si le regalaran una piedra de río. En realidad, probablemente una piedra de río sería más interesante. Eneas seguía guardando cosas en las maletas.
- Apresúrese Príncipe, que el crucero no atrasará su partida por nosotros.
- ¿Por qué no? Soy el Príncipe. Además pensaba que mi padre tendría sus propios cruceros para llevarme. Después de todo es el Emperador, y es mi primer viaje al espacio – le dijo a Eneas, que lo observaba.
- Por supuesto que tiene sus propios cruceros, pero nosotros entraremos en el Anemonnia, pensé que sus tutores se lo habrían explicado.
Lucas recordó algo acerca de la preparación para gobernar, sobre apagarse, hacerse pequeño, invisible o algo así, y la palabra Anemonnia sonaba en alguna parte. En realidad nunca prestaba mucha atención a sus clases, lo que era un verdadero dolor de cabeza para sus tutores, que siempre tenían que ingeniárselas para no ser despedidos por su falta de progreso.
- Creo que es algo así como el olvido, ¿no es cierto?
- No exactamente. Debería estudiar más, siempre se lo digo, pero usted no hace caso. Ahora no importa, en Nixia tendrá que hacerlo. Anemonnia significa que estará solo y perderá sus privilegios de príncipe. En realidad, ambos estaremos solos... en ese lugar perdido... - la preocupación se reflejó por un instante en la cara de Eneas, enmarcada por una calva completa y una barba cana muy corta. Lucas pensó de pronto que no sabía nada del lugar a donde se dirigían. ¿Podría ser que por fin su padre hubiera decidido deshacerse de él, enviándolo muy lejos? Siempre había tenido ese temor, y quizás el Anemonnia era la confirmación de ello. Aún le parecía que olvido era la palabra con la que uno de sus tutores se había referido al concepto, y para él era lo mismo que vacío. De pronto se alegraba mucho de que Eneas lo acompañara.
- Eneas... ¿cómo es Nixia?
- Es un lugar helado, muy helado a decir verdad. Es el planeta de nuestro Sistema más alejado de la estrella Antiqua, pero eso también debería haberlo estudiado. Hace más de seiscientos años se fundó allí el Colegio Protocolar, casi al mismo tiempo que se colonizó Alfa Antiqua. Tendremos que repasar la historia del Sistema durante el viaje. Será un milagro si logra aprobar el primer año.
Los regaños de Eneas por su falta de aplicación en los estudios no eran nuevos para Lucas, pero se habían intensificado mucho en las últimas semanas. Sospechaba que eran para prepararlo para lo que le esperaba en Nixia, donde según le había explicado, la exigencia sería diez veces mayor, y ya no contaría con sus privilegios de príncipe para escapar de sus deberes.
Tomaron un desayuno muy rápido en la misma habitación antes de subir a los deslizadores de gravedad que los llevarían al espaciopuerto. La caravana de vehículos que los escoltaban partió. Seis deslizadores encabezaban la comitiva, dos los flanqueaban a cada lado y cinco cerraban la formación. En cada uno debían ir cuatro guardias uniformados y armados, además del conductor. Lucas podía reconocer a un guardia imperial con solo verlo. Nunca tenía contacto con ellos ni se metían en sus asuntos, pero durante todos sus cortos años siempre habían estado allí, escoltándolo, aunque a él le parecía que más bien lo vigilaban. En esta ocasión era más exagerado, como si esperaran que pasara algo.
Los vehículos avanzaban rápidamente suspendidos a treinta centímetros del suelo de las calles principales de la ciudad, cerradas especialmente para ellos. Lucas veía a través de los cristales del vehículo los altos edificios que iban dejando atrás. Los rascacielos se elevaban como agujas hacia el cielo, que se reflejaba en todo su azul sobre sus superficies vidriadas. Trataba de imaginar las personas que vivirían y trabajarían en ellos, ajenos al mundo del palacio. Pensaba en los chicos que allí habría, que eran libres de jugar con quienes quisieran, y de ir donde sus padres los llevaran, padres amorosos que se preocupaban de ellos. A medida que iban quedando atrás empezó a extrañarlos, a sentir nostalgia de un mundo que apenas conocía, pero que era el único que hasta ahora podía llamar hogar.
La ancha carretera que desembocaba en el espaciopuerto se encontraba vacía, como todas las calles por donde habían avanzado. A medida que se acercaban, Lucas podía divisar transbordadores y otras naves menores que despegaban en forma regular. La idea de un viaje espacial le estaba subiendo el ánimo poco a poco. La caravana se estacionó en una puerta lateral del edificio principal del espaciopuerto e inmediatamente comenzó un agitado operativo en que los guardias se ubicaron rodeando el deslizador donde Lucas y Eneas se encontraban. El espaciopuerto era un conjunto de amplios e iluminados edificios curvos con grandes ventanales ovalados en los muros y en el techo, junto a una compleja serie de pistas de despegue y aterrizaje. Lucas se decepcionó un poco cuando se abrió la puerta del vehículo y se dio cuenta que los anchos cuerpos de los guardias le dificultarían ver a su alrededor. Empezó a caminar con sus escoltas y entraron a través de un concurrido vestíbulo. La gente que allí se encontraba murmuraba y trataba de ver quién estaba en medio del grupo. Pronto se empezó a correr la voz de que el Príncipe Lucas estaba allí, y cada vez más personas se juntaban alrededor. Un rugido apagado hizo a Lucas levantar la mirada hacia el techo, y a través del amplio ventanal curvo vio como pasaba un gran transbordador rumbo al espacio.
- ¿Le gustan las naves espaciales, Príncipe? – preguntó Eneas al ver que observaba atentamente.
- Nunca antes había visto una de tan cerca.
- ¿Está asustado? Los viajes espaciales son seguros desde hace mucho tiempo, y el capitán del crucero en que viajaremos tiene mucha experiencia en esta ruta, me ocupé de investigarlo.
- No, no estoy asustado para nada. En realidad tengo muchas ganas de abordar el crucero y viajar – volvió la mirada a su mayordomo y dijo - Eneas, ¿será Nixia distinto a Alfa Antiqua? ¿Podré ver a otros chicos y tener amigos?
- Por supuesto que tendrá amigos, en un colegio como al que va hay muchos chicos que serán sus compañeros de estudio. Pero no se haga ilusiones con respecto a Nixia. Es un planeta muy frío y sus habitantes tienen fama de ser más fríos aún.
De pronto el grupo entró en una amplia sala sin ventanas que se encontraba completamente vacía, sin muebles siquiera, y las puertas automáticas de corredera se cerraron aislándolos del grupo de gente que los seguía. Los guardias se apartaron hacia los bordes de la sala, dejando a Lucas y Eneas en el centro. Allí el chico vio que en el extremo de la sala frente a ellos estaba una figura alta vestida con una amplia túnica adornada con dibujos en varios tonos de púrpura. La figura empezó a caminar hacia ellos y Lucas pudo darse cuenta que se trataba de Justus Bare, Sumo Sacerdote de la Catedral del Sol de Alfa Antiqua, quien era la mayor autoridad religiosa del Sistema, pero con casi nulo poder político. Lucas lo había visto varias veces en ceremonias oficiales, en esas raras ocasiones en que lo acompañaba su padre. Sabía que el Emperador le tenía poca estima y casi siempre estaba molesto con su presencia.
- ¿Qué pasa ahora? – preguntó Lucas a Eneas en voz baja.
- La ceremonia del Anemonnia, por supuesto.
Lucas no siguió preguntando. Sospechaba que tendría que haber sabido eso también, y no tenía ánimos para otro regaño por su poca dedicación al estudio.
Cuando el sacerdote llegó donde estaban, dos chicos acólitos aparecieron detrás de su grueso cuerpo, con sendas túnicas verde oliva. Uno de ellos sostenía una gran copa dorada, adornada con brillantes piedras preciosas azules y amarillas. El otro acólito sostenía a su vez un cofrecillo igualmente adornado. El Sumo Sacerdote puso las manos sobre la cabeza del Príncipe y miró hacia lo alto. Lucas deseó haber puesto más atención en sus clases, pues no tenía la menor idea sobre qué debía hacer en ese momento. Sinceramente esperaba no meter las patas. El Sumo Sacerdote, siempre mirando a lo alto, comenzó a decir:
- “Oh, Gran Disco que calientas la Primera Piedra del Universo, recuérdanos. Desciende sobre este joven hasta su corazón, para que pueda guardar siempre tu calor y no esté solo en los tiempos del olvido.”
Lucas se sonrió pensando que había tenido razón en que se trataba de olvido y miró a Eneas de reojo, quién frunció el ceño. El acólito que sostenía el cofre lo abrió y lo acercó a Lucas. El Príncipe miró adentro y vio que estaba vacío. Tuvo la desagradable sensación de que le tocaba hacer algo en ese momento. Después de unos incómodos segundos de silencio Eneas disimuladamente lo pateó en los tobillos y le indicó su mano derecha.
- El anillo, el anillo – murmuró entre dientes.
Lucas se miró la mano y un fugaz recuerdo de sus clases pasó por su memoria. Sin mucho convencimiento se quitó el gran anillo símbolo de la Casa Real a la que pertenecía y lo depositó en el cofre. Al hacerlo pudo ver que el acólito hacía grandes esfuerzos por no reírse. Como no retiraba el cofre, Lucas trató de recordar si debía quitarse algo más, y escuchó a Eneas que decía, ya no tan disimuladamente:
- El collar – su cara mostraba un gran disgusto, al igual que la del Sumo Sacerdote.
Lucas se quitó el collar con la figura del disco solar que llevaba bajo su camisa, depositándolo también en el cofre. Para su alivio, el acólito cerró el cofre y retrocedió un paso, pero nuevamente pasaron unos segundos sin que nadie hiciera nada. Antes que Eneas pudiera hablar el Sumo Sacerdote dijo impacientemente:
- ¡Por la Gran Galaxia, Príncipe, su camisa!
Sin atreverse a discutir, Lucas se sacó rápidamente la camisa finamente bordada que llevaba puesta. Como estaban en la estación más calurosa del año, no llevaba nada bajo ella, quedando con su torso desnudo. Nadie hizo ningún gesto de recibirle la camisa, por lo que la dejó caer al suelo.
- Sus zapatos.
Por supuesto se sacó los zapatos.
- Y ahora sus pantalones.
- Pero…
- ¡Shhh!
Cuando terminó de desvestirse, el acólito de la copa se acercó hasta él. Se sentía terriblemente incómodo en medio de esa gran habitación vacía, vestido sólo con su ropa interior y con todos los guardias mirando. Recibió la copa y se dispuso a beber de ella. Contenía una cantidad ridículamente pequeña de un líquido transparente. Lucas bebió y, aunque no percibió ningún sabor, sintió que un agradable calor subía desde su estómago y se propagaba por todo su cuerpo. El Sumo Sacerdote sonrió, y con su gran mano le revolvió el cabello. Sin decir una palabra se retiró junto a sus acólitos por el lado contrario al que había entrado, seguido de los guardias que marcharon en dos filas, cerrándose las puertas tras ellos. En la sala sólo quedaron Lucas y Eneas. El mayordomo sacó del bolso que llevaba colgando del hombro una sencilla túnica bordada y unas sandalias que le entregó al Príncipe. Lucas se puso esa ropa y siguió a Eneas por las puertas que se abrieron frente a ellos.


© 2011 Marcos Scotti D.

5 comentarios:

  1. Wow. Me ha gustado mucho este capítulo, cómo se va dibujando todo lo que pasa por la cabeza de Lucas... La ceremonia me ha parecido curiosa, qué pobre que ni se acordaba de que tenía que quedarse casi desnudo jeje

    Quizás echo un poco de menos algo más de explicación sobre su vida o lo que le rodea, antes de embarcarse en esta aventura, pero eso también es tu punto de vista ciomo escritor y según dónde quieras llevar la historia...

    Aquí estaré para el siguiente :P
    Un saludo ^^

    ResponderEliminar
  2. Lo que pasa por no prestar atención a las clases, pero no estuvo tan mal, al menos salió del paso.

    ResponderEliminar
  3. Muy divertida la escena final xD

    Me has dejado intrigado con el regalo del padre de Lucas, me pregunto que será...

    ResponderEliminar
  4. Gracias por el comentario Doble DL, y a Amparo y Elisa, que no les había respondido.

    Recién es el comienzo de la aventura, y los detalles de la vida de Lucas, al menos los importantes para esta historia, se irán conociendo durante el desarrollo. Respecto al regalo, por ahí hay una pista de lo que puede ser, pero de todas maneras se sabrá en un par de capítulos.

    Saludos

    ResponderEliminar