martes, 12 de julio de 2011

Capítulo 3

Encuentros y despedidas. Comentarios al final.


Capítulo 3: Despedida de Alfa Antiqua

La puerta daba a un salón mucho mayor que el anterior, muy iluminado por grandes ventanales en el techo, y repleto de gente. Tenía una altura de cinco pisos y numerosas filas de personas subían y bajaban por escalas automáticas que llegaban a distintos niveles. También podían verse androides de información y otros de utilidad desconocida para Lucas. Al chico siempre le llamaban la atención los androides, pues no había ni uno solo en palacio, cosa que no dejaba de extrañarle. Avanzaron entre la multitud con completa libertad. Lucas se sentía extraño, pues era la primera vez que caminaba entre la gente sin una escolta de guardias imperiales a su alrededor. Comenzó a pensar que no estaba tan mal pasar desapercibido y se entretuvo mirando las personas. Nadie parecía reconocerle y muchos caminaban apresuradamente, seguidos por carros de maletas que flotaban con la inconfundible luz violeta del campo de levitación bajo ellos. Algunas personas, que se notaban más acomodadas, tenían maletas que levitaban por sí mismas. Se dio cuenta que ni Eneas ni él llevaban sus maletas, las que seguramente habían sido enviadas directamente al crucero espacial. Un grupo de 7 u 8 personas llamó su atención. Iba encabezado por un hombre mayor acompañado de un chico moreno que debía tener la misma edad que Lucas. Detrás venían cinco empleados que guiaban una gran cantidad de equipaje, la mayoría autolevitante, además de dos carros con baúles y paquetes. Cuando pasaban, las personas se apartaban y murmuraban, por lo que Lucas pensó que debían ser personas conocidas, aunque no los recordaba de ningún acto oficial al que hubiese asistido. Le preguntó a Eneas, apuntando al grupo:
- Eneas, ¿sabes quiénes son ellos?
- Ese es Cícero Cruz y su hijo Baldo. El chico también asistirá al Colegio Protocolar en Nixia. Aunque será su compañero, le aconsejo que no se meta con él.
- ¿Por qué dices eso?
- Cícero Cruz es empresario de transportes, de hecho es el dueño de la Línea de Cruceros Antiqua, en la que viajaremos. Es una persona de mucho dinero y de mucha influencia en nuestro Sistema. El problema es que es un abierto opositor al Emperador. Lo ha criticado en forma pública en varias ocasiones.
- No sabía que mi padre tuviera oposición.
- Hay muchas cosas que usted no sabe de su padre, Príncipe.
Lucas se detuvo y se quedó mirando a Eneas, que siguió avanzando. Tenía razón, había muchas cosa que no sabía de su padre. Volvió a mirar al grupo de los Cruz, y se le ocurrió que sería muy interesante conversar con ellos. Estaba en eso cuando escuchó la voz de Eneas que lo llamaba a diez metros de distancia:
- ¡Lucas, apresúrate que estamos retrasados!
El Príncipe corrió para alcanzarlo, entendiendo que el exceso de confianza de su mayordomo se debía al Anemonnia.
- Disculpe por llamarlo de esa manera – le susurró Eneas al oído – pero recuerde que debemos pasar desapercibidos.
- Sí, por supuesto, pero si me llamas por mi nombre la gente me reconocerá.
- Su nombre se hizo muy popular después que nació, por lo que hay muchos chicos que se llaman así.
Siguieron caminando por un pasillo en dirección a la zona de embarque, y de pronto Lucas vio a alguien que hizo que le saltara el corazón. A unos metros delante de ellos estaba Diana, que lo miraba con una radiante sonrisa en la cara. Al instante los dos chicos corrieron y se abrazaron.
- ¡Diana, que bueno que viniste!
- ¡Qué gusto me da verte también! Pero ¿qué ropa es esa?
- Es mi ropa para ser común y corriente.
- Bueno, pero yo no he visto a mucha gente vestida así, sólo cuando vamos a pasear al campo.
- Sí, en realidad por aquí tampoco he visto a gente vestida como yo. De todas maneras es estupendo que hayas venido a despedirme.
- Claro, también vine a desearte buen viaje.
- Ah, por supuesto, viniste a despedir a tu padre.
- A ti también, tenía muchas ganas de verte antes que partieras. A propósito, esta es mi mamá.
La mujer que estaba junto a Eneas se le acercó, lo abrazó y le dijo:
- Es un gusto conocerlo por fin, Príncipe, Diana me habla mucho de usted. Le traje algunas cosas para su viaje y para su estadía en Nixia. Sé que les serán muy útiles.
La madre de Diana le entregó un paquete cuidadosamente envuelto. Se trataba de una mujer muy hermosa, con el mismo pelo y las mismas facciones de su hija. El cariño con que lo abrazó y el regalo que le entregó lo pusieron muy feliz, hasta le dieron ganas de llorar. No había pensado que alguien fuera a despedirlo y a desearle buen viaje.
A continuación Diana y su madre se despidieron de Lucas y Eneas. Los dos chicos se dieron un largo abrazo y se separaron con Diana secándose las lágrimas. Todo el encuentro en realidad fue muy corto, pues se encontraban bastante retrasados.
Se pusieron en la fila de ingreso a los transbordadores. Miró a Eneas y se dio cuenta que también había soltado algunas lágrimas.
- Eneas, yo… lo siento mucho.
- ¿A qué te refieres, Lucas?
- Es por mi culpa que tienes que separarte de tu familia.
- No digas eso. Es mi trabajo y lo hago con mucho gusto.
- Gracias.
Lucas vio que el grupo de los Cruz pasaba por una puerta lateral sin hacer fila, siendo recibidos con especial deferencia por un empleado de la línea de viajes espaciales. Después ellos mismos atravesaron una entrada donde les requirieron sus documentos. Una vez dentro de la zona de embarque no alcanzaron a avanzar mucho cuando fueron detenidos por un empleado de la línea de cruceros.
- Disculpen, deben acompañarme por aquí – dijo el hombre, indicándoles una puerta ubicada en un muro alejado.
- ¿Hay algún problema con nuestra documentación? – le preguntó Eneas.
- No, sólo acompáñenme.
- Ya casi es hora del despegue, no podemos perder este transbordador – le respondió Eneas, con una voz más enérgica. Lucas empezó a sospechar que algo irregular estaba pasando.
- No lo perderán, se lo aseguro, – la voz del hombre reflejaba nerviosismo – por favor acompáñenme, no me haga llamar a los guardias.
- Evidentemente usted no sabe quiénes somos – le dijo Eneas. A Lucas le sorprendió esa insinuación de romper el Anemonnia.
- No, no lo sé, pero créame que eso no importa – respondió.
La cara de angustia con que el empleado de la línea de cruceros le respondió hizo ceder a Eneas, quien avanzó hasta la puerta que le indicaba manteniendo a Lucas detrás de él. El hombre le abrió la puerta rogándole con la mirada que entrara. Avanzaron a un cuarto más bien pequeño, cerrándose la puerta tras ellos. Eneas se detuvo en seco cuando vio que estaba ocupado por ocho hombres altos vestidos con el inconfundible uniforme rojo de los guardias imperiales. Lucas se adelantó, porque sabía que eso sólo podía significar una cosa. Buscó detrás de los hombres y vio a su padre. Los guardias se apartaron y el Emperador avanzó hasta ponerse frente a su hijo. Eneas buscaba algo que decir, pero no le salían las palabras, debido a la imponente presencia de Rómulo III, aún más alto que sus guardias. Llevaba un traje más bien sencillo donde destacaba un gran collar, réplica exacta del que Lucas había entregado minutos antes, pero el doble de grande.
- Vi tu ceremonia de Anemonnia hace un rato – le dijo a Lucas con su profunda voz – estuvo muy bien.
La amabilidad del comentario le extrañó mucho al chico, más aún considerando cómo efectivamente se había desarrollado la ceremonia. Se quedó mudo.
- El tiempo que pasé yo mismo en el Anemonnia – continuó diciendo su padre – fueron los mejores años de mi juventud. Espero que tú también sepas aprovecharlos.
A continuación se produjo un incómodo silencio. Evidentemente el Emperador esperaba que Lucas respondiera algo, pero como su hijo siguiera mudo, volvió a hablar.
- Debes entender que todo lo que aprendas este año en Nixia será de crucial importancia para tu futuro… y para el futuro del Imperio. No desperdicies el tiempo.
Otro silencio incómodo.
- Bueno, espero que tengas un buen viaje, adiós – concluyó.
Por un instante el Emperador no supo que hacer, y al fin repitió torpemente el gesto del Sumo Sacerdote, revolviéndole el pelo con la mano. A continuación se dio media vuelta y, de espaldas, se dirigió a Eneas por primera vez.
- Eneas…
- ¿Sí, Su Alteza? – Eneas bajó la cabeza y miró al suelo, aún cuando el Emperador no podía verle.
- Recuerda que eres responsable por la seguridad del Príncipe.
- Sí, Su Alteza.
Finalmente Rómulo III salió de la habitación por una puerta en el lado contrario de donde habían entrado Eneas y Lucas, escoltado por sus guardias.
Después de unos segundos de silencio, Eneas dijo:
- Eso no fue muy inteligente.
- ¿Qué cosa? – respondió Lucas.
- No hablarle a su padre. Se dirigió directamente a usted. Pudo haberse enojado.
- ¿Tienes miedo del enojo de mi padre, Eneas?
Eneas titubeó un instante. – Sí – respondió.
- No me pareció que se enojara.
Salieron de la sala por la misma puerta por la que entraron. Afuera los esperaba el empleado de la línea de cruceros, quien sin embargo parecía muy sorprendido que hubieran salido. Sin ningún preámbulo les preguntó:
- ¿Qué pasó ahí dentro?
- Eso no es de su incumbencia – respondió Eneas, con el rostro impasible.
Siguieron caminando hasta la rampa de embarque, y entraron al túnel que llevaba al interior del transbordador.

© 2011 Marcos Scotti D.

3 comentarios:

  1. Pensé que el padre lo iba a regañar, estuvo chévere este capitulo, esperaré el siguiente.

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  2. Me ha gustado mucho este capítulo. Ya parece algo más humano este Emperador. Y el chico cuya familia es dueña del crucero creo que me va a dar mala espina, pero ojalá sea sólo una sensación errónea.

    Muy buen capítulo ^^ Estaré atenta para el siguiente ^^

    Un saludo

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  3. Hola, bueno por fin pude avanzar y leer el tercer capítulo. Me parece una historia muy interesante :). Y relacionado con este capítulo, creí que Lucas diría algo o que su padre le daría un abrazo, no sé algo. Pero creo que es por esa fría relación que tienen que no ocurrió nada de eso. En fin, seguiré leyendo. Saludos.

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