martes, 19 de julio de 2011

Capítulo 4

Una nueva semana, un nuevo capítulo. Aquí empezamos a entrar en materia, naves espaciales y viajes interplanetarios. Se empiezan a presentar elementos del misterio central de esta novela.


Capítulo 4: Salida al Espacio

Un transbordador espacial es un vehículo bastante peculiar. Debe cumplir la doble función de un aeroplano dentro de la atmósfera del planeta y de una nave espacial fuera de ella. El problema es que hasta ese momento la única manera de simular gravedad en el espacio exterior era hacer girar la nave y aprovechar la fuerza centrífuga que se producía. Eso es relativamente sencillo en los cruceros espaciales, que generalmente tienen formas parecidas a cilindros. Los habitáculos se encuentran en las paredes exteriores de la nave y al girar sobre su eje se puede viajar cómodamente sin flotar por el interior. Pero un transbordador no es un cilindro, pues no serviría para volar sobre la superficie del planeta. La solución que algún antiguo diseñador aeronáutico había encontrado para este problema consistía en dos largas y robustas alas que salen de una turbina central de fusión. En la punta de cada ala se encuentra una cabina para unas treinta personas donde viajan los pasajeros. De esta manera despega del suelo, y al salir de la atmósfera sus cabinas rotan noventa grados mientras la nave completa empieza a girar alrededor de su turbina, formando un gran tirabuzón.

Lucas y Eneas tenían boletos para la cabina de babor. Se ubicaron en sus asientos. Eneas se había preocupado de conseguir un puesto junto a la ventanilla para Lucas, ya que era su primer viaje al espacio. La cabina era más bien pequeña, y a Lucas aún le resultaba extraño el contacto tan cercano con gente común, sin tener a sus guardias de por medio. Pensó que quizás era por eso que le parecía que los dos hombres que estaban ubicados a dos filas detrás de ellos tenían un aspecto sospechosamente similar al de un guardia imperial, excepto que no llevaban uniforme. Desechó ese pensamiento de su mente y volvió a concentrarse en el viaje. Miró por la ventanilla para ver el movimiento en el exterior. Vio otro transbordador que despegaba, varios operarios que conducían carros con cajas, un par de androides mecánicos y algunos vehículos menores con sendas mangueras, cuya utilidad Lucas no adivinó. Una voz femenina, de procedencia indeterminada, dijo en voz alta:
- “Bienvenidos a bordo del Transbordador 289 de Cruceros Antiqua. En breve comenzaremos nuestro viaje hacia el Crucero Espacial Antares. Les recordamos abrochar sus cinturones.”
Nadie pareció prestar mayor atención a estas palabras. Lucas miró hacia el interior de la cabina y se puso a examinar a las personas que viajaban con ellos. La mayoría parecían hombres y mujeres de negocios o turistas, excepto algunos de apariencia indefinida, como los dos hombres anteriores. También vio a dos monjes de Pegaso, el planeta gaseoso gigante del Sistema Antiqua. Eran inconfundibles con sus largas túnicas de amplios cuellos y mangas, y su mirada perdida en el vacío. Lucas recordó una recepción oficial en el palacio, en que le fue presentado uno de esos monjes. En esa ocasión tuvo que repetirle tres veces su nombre, pues parecía olvidarlo a cada momento. Era la persona más rara que había conocido hasta ese momento. También le llamó la atención un chico ubicado en el lado contrario del pasillo, unos puestos delante de él. Parecía de su edad y se veía muy nervioso. A su lado estaba otro joven un par de años mayor que por el contrario se veía muy tranquilo, leyendo un libro en un visor flexible. A los lados de los chicos, que Lucas supuso eran hermanos, se encontraban un hombre y una mujer, que a su vez Lucas supuso eran sus padres. Pensó que también debía ser el primer vuelo de ese chico, y se alegraba de no saber tanto de viajes espaciales, porque de lo contrario seguramente estaría tan nervioso como él.
El transbordador empezó a moverse lentamente y una luz parpadeó en el respaldo del asiento frente a Lucas.
- Lucas, debes ponerte el cinturón de seguridad para el despegue – dijo Eneas.
El cinturón de seguridad tenía cuatro segmentos, una a cada costado y una sobre cada hombro, que se juntaban frente al pecho del pasajero. Logró ponérselo con la ayuda de Eneas y notó que comenzaba a sentirse nervioso. El suelo que veía por la ventanilla empezó a moverse rápidamente bajo ellos, hasta que el transbordador despegó. Lucas sintió el vacío característico en su estómago. Rápidamente el transbordador ganó altura en un pronunciado ángulo.
- En diez minutos estaremos fuera de la atmósfera, no te saques el cinturón hasta que la luz se apague – le advirtió Eneas.

La iluminación exterior se hacía más clara a medida que ascendían y el cielo de pronto ese puso negro salpicado de numerosas estrellas, sin que la luz disminuyera. Cuando salieron del alcance de la gravedad, Lucas sintió que el estómago se le iba a la garganta y que su cuerpo no tenía peso en lo absoluto. Se estremeció cuando notó que la cabina empezaba a girar y luego se dio cuenta que toda la nave daba vueltas. A los pocos segundos sintió que recuperaba el peso y se hundía levemente en el asiento. Al minuto la luz de aviso de los cinturones se apagó y los pasajeros empezaron a quitárselos.
- Quítate el cinturón, Lucas. En una hora llegaremos al crucero – dijo Eneas y luego se sumergió en la lectura de las noticias en su visor flexible.
Si bien Lucas se había asustado un poco con toda la maniobra, se sorprendió cuando vio la cara de terror del chico que iba con sus padres. Su madre lo acariciaba para calmarlo mientras su padre y hermano lo miraban con preocupación.

Para distraerse un poco miró por la ventanilla hacia Alfa Antiqua. Si bien había visto muchas holoimágenes del planeta desde el espacio, en vivo la vista resultó impresionante. El planeta era mayormente azul, debido a los océanos que cubrían dos tercios de la superficie. Podían distinguirse los continentes con las gigantescas construcciones de las ciudades, visibles desde el espacio reflejando la luz de la estrella Alfa. Estuvo mirando un rato pero pronto el continuo girar del exterior terminó mareándolo. Se entretuvo un rato escuchando el rumor de las conversaciones del resto de los pasajeros. La madre había conseguido calmar al chico asustado, que sorbía un cilindro de zumo de frutas, mientras su padre y su hermano se distraían leyendo. Echó una mirada disimulada a los dos hombres a sus espaldas y le pareció que giraban la cabeza cuando notaron su mirada; en cualquier caso no conversaban entre ellos, ni leían, ni nada. Pudo ver a varios chicos de distintas edades, algunos solos, otros junto a sus padres, que probablemente también viajaban a estudiar a Nixia. No pudo ver a Baldo Cruz y a su padre, y supuso que viajarían en la cabina de estribor, al otro lado del transbordador. Estaba tratando de adivinar la profesión de un hombre tres asientos más adelante, que llevaba un sobrio computraje gris con unas coloridas gafas tornasol con cristales violeta, cuando Eneas dijo, apuntando por la ventanilla:
- Mira Lucas, nos acercamos al crucero.
Lucas volvió a mirar al exterior, hacia el lado contrario de donde se alejaba el planeta, y vio un pequeño punto brillante que fue poco a poco agrandándose a medida que se acercaban, hasta adquirir la forma de una gigantesca nave cilíndrica que giraba sobre su eje. Era el objeto más grande que Lucas había visto hasta el momento. El transbordador se acercó a un extremo y fue acomodando su giro hasta quedar perfectamente sincronizado con el del crucero, para finalmente ingresar por una larga abertura. Una vez adentro pudieron sentir como algún dispositivo enganchaba el transbordador, cesando inmediatamente cualquier sensación de movimiento. La misma voz que había anunciado la partida volvió a hablar:
- “Esperamos que su viaje haya sido agradable. Línea de Cruceros Antiqua agradece su preferencia y espera que pronto volvamos a tenerlos a bordo. Ahora todos los pasajeros deben descender.”
Al finalizar estas palabras, todos al interior de la cabina se levantaron, tomaron sus cosas y se dispusieron a abandonarla. Lo mismo hicieron Lucas y Eneas.

El interior del crucero era muy distinto al del transbordador. Mientras que uno era pequeño y apretado, el otro era realmente muy espacioso. El cielo raso se encontraba más alto de lo normal para una habitación, tal como en los salones y pasillos del palacio de Alfa Antiqua. Sin embargo la decoración era muy diferente. No tenía grandes pinturas enmarcadas, ni lámparas adornadas, ni columnas talladas, ni muebles con tapices. Por el contrario, todo era muy sobrio y completamente funcional. El cielo raso tenía una franja central continua que emitía la luz que iluminaba el interior. Los únicos elementos que interrumpían el acabado mate metálico de los muros eran largas pantallas de video que mostraban información respecto a las ubicaciones de las acomodaciones para los pasajeros, o coloridos avisos comerciales turísticos de las paradisíacas playas en el mar violeta del satélite Sargazo o de los “cruceros espirituales” en la atmósfera del gigante gaseoso Pegaso. El elevado y continuo bullicio que producía el gentío que circulaba no permitía oír las continuas indicaciones que se daban por los altoparlantes, pero eso a nadie parecía importarle. Eneas dijo a Lucas, mirando la información de una de las pantallas:
- Es mejor que nos pongamos en camino a nuestro camarote.
- ¿Camarote? – preguntó Lucas.
- Por supuesto, ¿donde creías que íbamos a viajar? – contestó Eneas.
- No lo había pensado. ¿Cómo vamos a encontrarlo? Aquí hay mucha gente.
- No te preocupes, sólo debemos seguir las indicaciones de los boletos – le contestó.
Lucas sacó de su bolsillo el boleto que Eneas le había entregado antes de subir al transbordador, esperando encontrar instrucciones escritas. En cambio se sorprendió al ver que una flecha luminosa de color verde parpadeaba sobre el plástico impreso. Caminó detrás de Eneas que miraba la flecha parpadeante de su propio boleto, que cambiaba de dirección cada vez que llegaban a alguna intersección. Así atravesaron varios niveles por pasillos y escaleras automáticas, cruzándose con numerosas personas que realizaban la misma operación, muchos de los cuales eran chicos que corrían pese a los gritos de sus padres. Finalmente se detuvieron frente a una puerta deslizante que se abrió automáticamente cuando Eneas acercó el boleto. El interior de la habitación a la que entraron era más bien pequeño, considerando los amplios espacios que acababan de atravesar, pero tenía espacio suficiente para dos camas, una mesa redonda con sus respectivas sillas y un par de muebles con cajones, todo de aspecto bastante funcional. En los muros habían varias pantallas de video que mostraban los mismos avisos publicitarios del exterior, y que Eneas apagó enseguida. Su equipaje se encontraba en una esquina. Cuando la puerta se cerró tras ellos, Lucas preguntó:
- ¿Dormiremos en la misma habitación?
- Recuerde el Anemonnia. No es común que un chico tenga su propia habitación en un crucero espacial. Además así tendré la oportunidad de prepararlo para el Colegio Protocolar. Tendremos tiempo suficiente para que aprenda todo lo necesario, pues el viaje a Nixia demorará siete días.
- ¿Siete días? – preguntó sorprendido Lucas. No se le había ocurrido que el viaje durara tanto. Más bien pensaba que sería como uno de los traslados dentro de su planeta, y que demoraría a lo sumo un par de horas. La perspectiva de pasar una semana estudiando con Eneas, sin la facilidad de escaparse como lo hacía en palacio, no fue muy atractiva para el chico. Sin embargo una idea se le vino a la cabeza.
- Eneas ¿a qué hora partirá la nave?
- En realidad partió hace diez minutos. Un crucero moderno como éste se mueve de manera muy suave, y alguien con poca experiencia en el espacio difícilmente percibe el movimiento.
- ¿Podremos salir a dar una vuelta por la nave? – le preguntó, tratando de mostrarse despreocupado.
- Bueno, – dijo Eneas, adivinando las intenciones de Lucas – el crucero tiene varios salones de esparcimiento, pero no crea que se me escapará. Debemos aprovechar el tiempo para repasar lo básico. En el Colegio tendrá que arreglárselas por su cuenta, no estaré allí cada vez que necesite ayuda con sus materias.
- Pero ¿acaso no vas conmigo para acompañarme?
- Sí, pero no estaré con usted en el Colegio. Allí sólo están los alumnos y los profesores, no se permiten acompañantes. Yo me alojaré en un pueblo cercano, de nombre Villa Estrella. Pero no se preocupe, estaremos en contacto. Lo visitaré una vez por semana, para asegurarme que todo esté bien.
- Eneas, ¿te podrás comunicar con Alfa Antiqua?
- Tendré acceso a un comunicador cada dos semanas.
- ¿Cada dos semanas? Pensé que mi padre…
- Recuerde el Anemonnia. Comunicarse entre planetas es caro, y ya no tenemos privilegios imperiales. De hecho cada comunicación con mi familia la pagaré con mi propio dinero. Pero, ¿por qué pregunta? ¿quiere enviar algún mensaje a su padre?
- En realidad, quería saber si podría enviarle mensajes a Diana. Eso… si no te molesta.
- No, por supuesto que no – Eneas sonrió – aunque no quiero que se distraiga de sus estudios. Ahora iremos a recorrer la nave, pero no crea que lo perderé de vista.

Salieron al pasillo y comenzaron a caminar, siguiendo las indicaciones luminosas en los muros. Otros pasajeros también habían salido a pasear, pero en general los amplios pasillos se encontraban mucho más despejados que cuando arribaron al crucero. Entraron al área de la piscina. Aún había poca gente, pero pudo ver al chico asustado del transbordador junto a su familia, sentados en torno a una de las mesas. Buscó a Baldo Cruz y a su padre, pero no se encontraban allí. También le llamaron la atención cuatro hombres solos sentados en distintas mesas, ya que tenían un sospechoso aire familiar para él. Eneas le preguntó:
- ¿Deseas bañarte un rato?
- Sabes que no he aprendido a nadar.
- Lo sé, pero quizás quieras estar en el sector menos hondo de la piscina.
Lucas miró donde Eneas le indicaba y vio a dos niños de unos cinco años bañándose, vigilados por una niñera más bien entrada en años.
- No quiero parecer un bebé. Mejor vamos a otro sector.
Salieron por donde habían entrado y se dirigieron a otra área aún más extensa que la anterior. En la entrada había un letrero que decía “OBSERVATORIO”, pero Lucas no pudo ver ni telescopio, ni radiotelescopio, ni nada semejante. El lugar parecía más bien una plaza con un pequeño anfiteatro circular en el centro, con unas pocas personas sentadas en sus dos filas de gradas. Alrededor del anfiteatro había cinco columnas muy altas y estilizadas, con su parte superior esculpida con distintos motivos. Lucas sólo pudo identificar un Disco Solar en una de ellas, semejante a los que adornaban el interior de la Catedral del Sol en Alfa Antiqua. Eneas las observó un rato y dijo:
- Esto es muy interesante…
- ¿Qué son, Eneas?
- Estas esculturas son los Cinco Totemos. Son símbolos muy antiguos y se supone que representan los espíritus de cinco mensajeros que trajeron un gran secreto al Sistema Estelar de Antiqua, en los tiempos de la colonización. No te preocupes, no es algo que se suponga que debas saber; en realidad sólo es un mito muy viejo. – Eneas las señaló una a una - La primera representa las Nieves Eternas, la segunda el Fuego de la Estrella, la tercera los Bosques Fríos, la cuarta los Demonios del Aire, y la quinta las Rocas Colgantes. Es algún tipo de alegoría de la naturaleza.
- Parece que sabes mucho de eso.
- Se aprenden muchas cosas con los años, Lucas. Lo curioso es que estén aquí, en el transbordador. Supongo que sólo serán parte de la decoración del observatorio, como símbolos cósmicos o algo así.
- A propósito, no entiendo este observatorio. Esas personas están sentadas ahí en ese anfiteatro, mirando el suelo, y no hay ningún telescopio o pantalla donde observar algo.
- Oh, es que no es un anfiteatro. Subamos y te darás cuenta.
Subieron por el exterior los dos peldaños y entraron al círculo que formaban los asientos. Al mirar al interior, Lucas quedó paralizado. Lo que el pensaba que era el piso del anfiteatro, en realidad era un gran ventanal redondo que miraba directamente fuera de la nave. La extrema claridad del grueso cristal que componía el ventanal, hacía que el profundo y negro vacío salpicado de estrellas del espacio exterior le produjese una gran sensación de vértigo, dejándolo medio hipnotizado. Se sintió fuertemente atraído y empezó a inclinarse hacia delante.
- Es mejor que nos sentemos – dijo Eneas, tomándolo del hombro y empujándolo hasta que se sentó. – Si sientes vértigo respira profundo y cierra los ojos un par de segundos. Luego mira las estrellas que pasan, no el vacío del espacio.
Así lo hizo Lucas, que luego de unos instantes se sintió más aliviado. Se entretuvieron mirando como pasaban las estrellas, siguiendo el movimiento de rotación del crucero. Lucas preguntó, apuntando a un punto muy luminoso en el exterior:
- ¿Cuál es esa estrella brillante que está pasando ahora?
- No es una estrella, es nuestro propio planeta, que refleja la luz de Antiqua. ¿Te fijas como a su alrededor se ven más tenues las dos lunas gemelas?
- Sí, las veo – respondió Lucas.
Continuaron observando por unos minutos, luego Lucas se dedicó a mirar a la gente a su alrededor. Nuevamente le llamaron la atención un par de hombres sentados no muy cerca. Aunque no podía estar seguro si eran los mismos de la piscina, una certeza acudió a su mente.
- Creí que el Anemonnia implicaba que nos dejarían solos a nuestra suerte – dijo Lucas.
- Así es efectivamente – le respondió Eneas, levantando la vista y mirándolo - ¿por qué preguntas?
- Los dos hombres sentados solos frente a nosotros, y los dos a nuestra izquierda. Aunque visten ropa común y corriente, obviamente son guardias de mi padre.
- ¿Estás seguro que efectivamente no son personas comunes y corrientes, o quizás agentes extranjeros? – le preguntó Eneas, con cierto aire de perspicacia.
- Se ven como típicos guardias imperiales, no como agentes extranjeros.
- ¿Alguna vez has visto a un agente extranjero?
- No… en realidad no – admitió Lucas, desconcertado.
- Claro que no. Pero no te preocupes, efectivamente son guardias imperiales. Me sorprendes de la mejor manera, eres muy listo. Tienes que entender que aunque se supone que estamos solos, tu padre no puede correr riesgos. Él tiene muchos enemigos dentro del Sistema y fuera de él, y si te ocurriera algo habría una grave crisis de sucesión, ya que eres hijo único, y eso podría desestabilizar el gobierno.
- ¿Entonces por eso envía guardias? – preguntó Lucas.
- Bueno… por eso y porque se preocupa por ti, claro – respondió Eneas, adivinando los pensamientos del chico. – Además no habrá mucha diferencia con esos guardias. Yo no tengo autoridad sobre ellos, ni siquiera se contactarán conmigo. De hecho, tampoco sabía que vendrían, aunque lo sospechaba. Hasta donde sé, su misión podría no ser precisamente protegernos, si no más bien evitar que las cosas salgan mal, y créeme que no es lo mismo – dijo con cierto aire de temor en su rostro.
Lucas ya no dijo nada más. Saber que su padre tenía muchos enemigos “dentro del Sistema y fuera de él” era algo nuevo. Encerrado en el palacio nunca tuvo una imagen clara de la realidad del exterior. Se preguntaba cuántas cosas más se le habían ocultado y cuántas más sabría ahora que estaba tan lejos de su hogar.

© 2011 Marcos Scotti D.

3 comentarios:

  1. Ya lo he leído. Siento mucho la tardanza.

    Me ha gustado mucho este capítulo y las explicaciones. El observatorio me ha parecido muy bonito (y muy detallado). La verdad es que hasta a mi me ha dado vértigo (es que con las cosas del espacio y universo me entran tembleques jaja)

    Me gusta mucho el personaje de Eneas... Me da la impresión de que es y va a ser importante, pero eso ya lo dirás, claro jaja

    Un saludo y hasta la semana que viene ^^

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  2. muy detallado el viaje, casi que se podian tocar las estrellas, me sigue gustando la historia, más con todo lo que Lucas tiene para descubrir.

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  3. Descubrimiento, creo que esa es la palabra de la historia, aunque no siempre sea agradable.

    Y Eneas claro que será muy importante, pues todos tenemos nuestra faceta oculta.

    Gracias por sus comentarios.

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