martes, 6 de septiembre de 2011

Capítulo 11

Después de sus últimas aventuras, nuevas sorpresas aparecen para Lucas. Las cosas se siguen complicando y entramos en el misterio principal de esta historia. Dejen sus comentarios al final del capítulo, plis.


Capítulo 11: La Cofradía de la Estrella Solitaria

A pesar de que la mayoría de las labores en una cocina moderna, como lavar los platos y limpiar las estufas, se encontraban automatizadas, Lucas tuvo una gran cantidad de trabajo en su primer día de castigo. Por alguna razón que no se atrevió a preguntar, los cocineros y sus ayudantes se sintieron muy complacidos de tener al Príncipe de Antiqua a su servicio. Tuvo que transportar y guardar gran cantidad de ollas, vajillas y bandejas mientras el personal de la cocina, unas ocho personas, jugaban a las cartas, conversaban o simplemente estaban sentados dándole órdenes. Sin embargo nada pudo estropear el buen humor de Lucas, por lo que pronto empezaron a sentir simpatía por el muchacho. Luego de cinco horas de duro trabajo por fin fue liberado para ir a descansar. Caminó por lo pasillos desiertos y semi iluminados en dirección a su habitación. Cuando pasó junto a la puerta del Salón de Honor imaginó que dentro ya se encontraría la copia del Acta de Fundación, con su caja, en la vitrina. Llegó a su habitación y vio que sus tres amigos se encontraban dormidos. Sólo Jan abrió apenas un ojo y le preguntó medio dormido:
- ¿Cómo estuvo eso?
- Estuvo bien, - respondió Lucas – vuelve a dormir.
- Buenas noches.
- Buenas noches – respondió Lucas, pero Jan ya no escuchaba.
Se acostó y se quedó dormido rápidamente. Abrió los ojos y fue directamente donde su madre. Ahora podía mirarla a la cara sin sentir vergüenza. La abrazó con fuerza. Ella le dijo:
- Veo que estás contento.
- Estoy muy feliz de verte – respondió Lucas. - ¿Esa fue la tercera prueba?
- Claro que sí. Estoy muy orgullosa de lo que hiciste. Se necesita mucho valor para afrontar la verdad, y defender a alguien aunque sea tu enemigo, si eso es lo correcto. Se necesita más valor que para enfrentar a un animal salvaje.
- Sí, creo que es cierto. Dime, ¿no me darás nada en esta ocasión?
Su madre rió y le colgó del cuello la medalla con la figura de la estrella de cinco puntas con el brillante en medio. Lucas miró la medalla por un instante y preguntó:
- Madre, ¿para qué eran estas pruebas?
- Pronto lo sabrás. Lo más importante es que las superaste muy bien, como yo sabía que lo harías. Ahora tu corazón está preparado para el futuro.
- ¿Qué hay en el futuro? ¿Éste es un sueño premonitorio, como los llama Fran?
Su madre volvió a reír, la risa le pareció a Lucas como agua tibia que calentaba su cuerpo. Su madre lo puso en su regazo y él cerró sus ojos para dormir.
- Duerme, ángel mío, – le dijo su madre – que ya vienen por ti.
- ¿¿Qué?? – exclamó Lucas cuando escuchó las palabras de su madre. Abrió rápidamente los ojos, pero ya no estaba en el salón, sino de vuelta en su habitación. En la oscuridad distinguió una figura de pié frente a él. Llevaba una capucha que sólo dejaba ver los ojos. Inmediatamente puso una mano en la boca de Lucas y lo sujetó de los brazos. Otro encapuchado lo sujetó de las piernas y un tercero puso una venda adhesiva en su boca. Mientras forcejeaban pusieron una capucha en su cabeza que no lo dejaba ver nada. Sintió que lo tomaban y lo llevaban levantado entre dos de los secuestradores. Después de unos momentos dejó de forcejear y esperó mientras avanzaban. Lo primero que se le vino a la cabeza fue que se trataba de enemigos del Imperio que lo secuestraban para pedir rescate, para extorsionar a su padre o quizás para algo peor. Pero después recordó al guardia que le dijo que el Colegio era un lugar seguro. Andro Ignatus también le había dicho lo mismo. Entonces pensó que debía ser Julius Fedorus y sus amigos cumpliendo la amenaza que le había hecho en el despacho del Rector. De todas maneras estaba seguro que pronto lo sabría, así que sólo le quedaba esperar. Sintió que giraron varias veces y que bajaban varias escaleras, por lo que pronto estuvo totalmente desorientado. Sólo sabía que debían estar mucho más abajo del primer piso del Colegio. De pronto escuchó que una puerta se abría frente a ellos, y que entraban o salían por ella. Luego lo pusieron en una silla. Aunque tenía las manos y los pies libres no se atrevió a moverse. Puso atención pero el silencio era total. Pasaron unos segundos que le parecieron minutos, hasta que escuchó una voz que dijo:
- Puedes quitarte la capucha.
Lucas trató de reconocer la voz, pero no pudo. Definitivamente no era de Fedorus, ni de Baldo Cruz. Se sacó lentamente la capucha. La habitación en que se encontraba estaba iluminada sólo por dos gruesas velas puestas sobre una pequeña mesa frente a él. Miró hacia la oscuridad y pudo distinguir la silueta de unas diez o doce personas, todos con capuchas. Eran de distintos tamaños, probablemente alumnos de distintos cursos. La voz volvió a hablar:
- Quítate la cinta de la boca, pero no digas una palabra, a menos que se te ordene.
Lentamente se quitó la cinta. Respiró con más soltura. Se encontraba muy agitado.
- Escuchamos que querías ingresar a nuestra Cofradía – dijo la voz - ¿Aún deseas hacerlo?
Tardó unos momentos en asimilar las palabras. Todo eso era confuso para él. Miró las velas sobre la mesa y se dio cuenta que cada una tenía pintada la figura de una estrella de cinco puntas en color plata. Sólo se le ocurrió decir:
- Sí.
Dos figuras encapuchadas avanzaron hacia él, pero Lucas no se atrevió a moverse. La voz dijo:
- Has pasado las tres pruebas que todo integrante de nuestra Cofradía debe superar: la Prueba del Valor, la Prueba de la Sabiduría y la Prueba de la Verdad. Lo que queda ahora será sencillo. Primero deberás demostrar que no te importa el dolor. Debes apagar las velas que tienes frente a ti con las palmas de las manos ¡Hazlo ahora!
Ante la orden, Lucas se movió sin pensarlo como lanzado por un resorte, y puso sus manos sobre las velas, aplastando sus mechas. Sintió un agudo dolor producto del fuego y la cera caliente. Inmediatamente, en la oscuridad, las dos figuras que tenía a los lados lo sujetaron de los brazos y pusieron nuevamente la capucha en su cabeza. Se dejó conducir caminando sin hablar y sin saber hacia dónde iba. Las palmas de las manos le continuaban doliendo. Se dio cuenta que entraban en otra habitación. En cuanto entraron sintió un calor sofocante. Dejaron de caminar y las manos que lo sujetaban se retiraron. Nuevamente escuchó la voz que le decía:
- Vuelve a quitarte la capucha.
Lucas lo hizo y quedó paralizado cuando vio donde se encontraba. Estaba en una enorme habitación que más parecía una caverna. Las paredes estaban labradas en la roca viva y el techo abovedado era muy alto. Se encontraba parado al borde de una plataforma a unos seis metros sobre un río de roca fundida que avanzaba lentamente. El color rojo y amarillo brillante, las llamas que se producían a cada momento y el enorme calor que emanaba no dejaban dudas que si caía se quemaría vivo en el acto. La voz le dijo:
- La Cofradía es una familia. Una vez que ingresas pertenecerás a ella para siempre. Es por eso que la confianza es una condición fundamental. Debes confiar en la Cofradía y en sus miembros sin ninguna duda. La Cofradía siempre te protegerá y llegará más allá de lo posible para que no sufras ningún daño. Tus amigos serán amigos de la Cofradía, y tus enemigos serán sus enemigos. Ahora demuestra que confías en nosotros. Déjate caer hacia delante y nosotros te sujetaremos ¡Hazlo ahora!
Pero esta vez Lucas no se movió. Miró a los lados, nadie estaba lo suficientemente cerca para sujetarlo si caía. Estaba confundido y asustado, no sabía qué hacer.
- ¡Hazlo ahora! - repitió la voz imperiosamente - Confía en nosotros, no te dejaremos caer, nunca lo haremos.
Lucas continuaba paralizado. Sabía que debía hacerlo, que debía confiar, pero su cuerpo no le respondía. Miró desesperadamente a los lados, buscando alguna seña, pero no había nada.
- ¡Vamos Lucas! - dijo la voz - ¡No puedes fracasar ahora!
Lucas miró abajo, respiró hondo y cerró los ojos. Pensó en su madre y se dejó caer lentamente hacia delante. El calor se hizo más intenso a medida que caía y llegaba a la posición horizontal y, de pronto, ya no se movió. Le tomo unos segundos decidirse a abrir los ojos. El inconfundible color violeta de un campo de levitación resplandecía bajo él. Poco apoco se fue elevando y se desplazó fuera de la abertura. Lucas vio a una de las figuras encapuchadas manejando un control remoto. Quedó depositado en el suelo y lo ayudaron a levantarse. Uno de los que le ayudaban le dijo en voz baja:
- Ya todo pasó, felicitaciones.
Antes que pudiera responder le pusieron nuevamente la capucha y lo sacaron de la habitación. Caminaron durante un rato hasta que sintió que nuevamente entraban en una habitación. Volvieron a dejarlo de pié solo y volvió a escuchar la voz que le decía:
- Bien Lucas, quítate la capucha.
Lucas se la quitó y nuevamente quedó paralizado. Pero esta vez no fue porque lo expusieran a otra prueba peligrosa. Era porque reconoció inmediatamente la habitación en que se encontraban. Era el mismo salón donde se había estado encontrando con su madre durante sus sueños. Todo estaba allí: los sitiales frente a él, la placa detrás de ellos y sobre ella la inscripción. Pero esta vez los sitiales estaban ocupados por tres figuras encapuchadas, y a sus espaldas las sillas estaban ocupadas por más figuras encapuchadas. Buscó con la vista por todas partes, pero su madre no estaba. Por supuesto que no estaba. De pronto, la persona que estaba sentada en el sitial del medio dijo:
- Lucas, toma el bastón que tienes frente a ti, y léelo.
La voz era la misma que le había estado dando órdenes hasta ese momento. Miro hacia delante y vio un bastón de unos cincuenta centímetros en el suelo. Lo recogió. Parecía de plata, tenía la empuñadura rematada en una estrella de cinco puntas con un brillante en medio. En su costado tenía escritas unas palabras. Lucas leyó en voz alta.
- Ursus Valeroso.
- ¡Más fuerte! – ordenó el del sitial del medio.
- ¡Ursus Valeroso! – gritó Lucas.
Inmediatamente todos empezaron a aplaudir. Los tres personajes en los sitiales se levantaron, se quitaron las capuchas y empezaron a felicitarlo y abrazarlo. Eran tres alumnos, probablemente de quinto año, que a Lucas le parecía haber visto alguna vez en el comedor. Los que estaban sentados en las sillas de atrás los imitaron y se acercaron a él. El chico trataba de entender que estaba pasando. Mientras lo abrazaban reconoció con asombro a Hugo y a Rigo, y con mayor asombro aún a Baldo Cruz y a Julius Fedorus, que lo abrazaban y felicitaban como si fueran los mejores amigos.
- ¡Un momento! - exclamó Lucas - ¿Qué pasa aquí?
- Pues que has ingresado en la Cofradía de la Estrella Solitaria – dijo el chico de quinto año que había estado dirigiéndolo. – Mi nombre es Josefo Litza, soy el miembro presente más antiguo de la Cofradía, y por lo tanto el jefe. Por ahora tú eres el último. Estos son Hando Pichot, jefe de la Cofradía del Águila y mi primo Naso Litza, jefe de la Cofradía de la Serpiente – dijo indicando a los que lo acompañaban en los sitiales. Lucas se quejó de dolor cuando estrechó la mano del primero, por lo que Josefo dijo, sacando un tubo de su bolsillo – Lo siento, lo había olvidado. – Roció las palmas de Lucas con un líquido helado e inmediatamente las quemaduras se pusieron color pardo y dejaron de dolerle.
- Gracias, y mucho gusto, – dijo Lucas - ¿quiénes son los demás?
- Son los miembros de las tres Cofradías. Siempre estamos todos cuando alguien ingresa, para conocerlo – dijo Josefo.
- Pero ellos, - dijo indicando a Baldo y a Julius - ¿qué hacen aquí?
- No te enojes, – dijo Hugo acercándose – son miembros de nuestra Cofradía, pero hablaremos de eso luego.
- Y esto, ¿qué es? – dijo Lucas, mirando el bastón que tenía en las manos.
- Es tu báculo – respondió Rigo – y el nombre que está inscrito es el de tu espíritu protector. No fue difícil decidir cuál sería. Mira, éste es el mío – Le mostró el que traía colgando del cinturón. Era idéntico al de Lucas, excepto que decía “Rhinoceros Alerta”.
- ¿Qué es “Rhinoceros”? – preguntó Lucas.
- Es uno de los Vigilantes que están por los patios del Colegio – respondió Rigo. – Los chicos dicen que me parezco un poco. Los Vigilantes representan animales, algunos reales y otros, bueno, eso te lo explicaremos luego. Todos tenemos nombres de Vigilantes en nuestros báculos, y una característica que nos identifique.
- Basta de charla, – dijo Josefo – ya es muy tarde y debemos dormir al menos un par de horas antes de levantarnos a clases.
Todos comenzaron a salir del salón. Hugo y Rigo acompañaron a Lucas por unos intrincados pasillos y escaleras, en los que no se veía ninguna puerta ni ventana. Llegaron a un punto en que Hugo descorrió un panel disimulado en el muro. Lucas miró a través de él y descubrió con sorpresa que al otro lado estaba su habitación. Jan, Fran y Félix aún dormían plácidamente.
- Vaya, jamás me habría imaginado esto – dijo Lucas - Un pasaje secreto en mi habitación.
- Por supuesto, - contestó Rigo – ¿o pensabas que te llevamos por el pasillo principal? Todas las habitaciones tienen una entrada secreta, desde que se construyó el Colegio.
- ¿Y nunca las ha descubierto algún Rector? – preguntó Lucas.
- La mayoría de los Rectores han sido miembros de las Cofradías, – contestó Hugo – excepto unos pocos, como Marius de La Torre. Búscame mañana y hablaremos. Ahora debemos irnos. Buenas noches.
Los chicos se fueron. Lucas guardó su báculo y se acostó. Estaba tan cansado por todo lo sucedido, que se durmió enseguida y, por esa noche, no soñó nada.
- ¡Lucas! ¡Lucas! ¡Despierta! ¡Es la tercera vez que te lo digo! ¡Vas a llegar tarde a Astrografía!
Lucas abrió apenas un ojo y vio que sus amigos estaban casi listos para ir a clases. Jan lo trataba de despertar moviéndolo con una mano. Se sentía demasiado cansado como para levantarse.
- Creo que no me levantaré hoy – dijo, y volvió a cerrar el ojo.
- Parece que estuvo pesado el trabajo en la cocina ayer – dijo Jan. – Ni siquiera te sentimos llegar anoche.
Lucas de pronto recordó todo lo sucedido la noche anterior. Entonces tuvo la imperiosa necesidad de levantarse. Debía hablar con Hugo. Se incorporó y comenzó a buscar su ropa rápidamente.
- Vaya, - dijo Jan – con que despertaste. Vístete rápido, te esperamos en el desayuno.
Los tres chicos salieron de la habitación, dejando a Lucas solo. Terminó rápidamente de ponerse el uniforme y de lavarse en el baño de la habitación. Antes de salir fue hasta su armario y de debajo de sus camisas sacó su báculo, sólo para cerciorarse que no había soñado todo. Le pareció más brillante ahora que podía observarlo con más detenimiento. Las letras de su nuevo nombre secreto estaban escritas en una complicada caligrafía que hacía juego con su ornamentación general. Lo volvió a poner debajo de su ropa y salió corriendo hacia el comedor, donde encontró a sus tres amigos desayunando con Aída, Moira y Gracia.
- Buenos días Lucas – dijo Aída, en tono jovial – por lo que parece tuviste mucho trabajo en la cocina ayer.
- Veo que ya lo saben – respondió Lucas mirando a Fran con reprobación.
- No me culpes a mí, - dijo Fran – la noticia se corrió ayer por todo el Colegio.
- ¿Se puede saber qué estaban pensando cuando sacaron ese libro? – preguntó Moira en tono de reproche.
- ¿Sacaron? - dijo Lucas - ¿A qué te refieres? Yo fui el único que lo hizo.
- No te preocupes, ya les contamos todo – intervino Jan.
- Sí, y puedes confiar en que no diremos nada – dijo Aída. – Pero nos parece injusto que sólo tú recibas el castigo.
- Así debe ser ¿Han visto a Hugo? – preguntó Lucas.
- Ya estaba desayunando cuando llegamos, – respondió Fran – y se fue hace unos minutos. Parece que se levantó muy temprano. ¿Para qué lo necesitas?
- Sólo quiero hablar con él – respondió Lucas.
- Bueno, después lo buscaremos – dijo Jan. – Ahora come rápido, o nos atrasaremos para la clase.

Aunque Astrografía era la materia favorita de Lucas, al principio no pudo concentrarse, pensando en todo lo que tenía que preguntar a Hugo. Afortunadamente el profesor Justus le había tomado simpatía al chico, por lo que le dejó pasar un par de distracciones. Sin embargo, de cuando en cuando Lucas captaba algo de lo que hablaba el profesor:
- “…y desde un principio se asoció la fundación de nuestro Sistema planetario con la simbología de la cultura primaria de los colonizadores, que en sus primeros viajes…”
Lucas levantó la vista al oír la palabra “simbología”. El profesor continuaba hablando:
- “…y es de esa manera que podemos establecer una clara relación entre Los Cinco Totemos, o Las Cinco Puntas de La Estrella como también se les llama, y cada uno de los cinco planetas secundarios de nuestro Sistema. Aquí no consideramos al planeta central Alfa Antiqua, ya que fue el último en habitarse a pesar de tener las mejores condiciones para la vida humana y…”
Las palabras seguían entrando en la cabeza del chico, y él trataba de procesarlas. “Totemos”, “Las Cinco Puntas de La Estrella”, todo parecía estar relacionado con él. Necesitaba respuestas.
- ¡Profesor, señor! – interrumpió Lucas, levantando una mano.
- Dime Lucas.
- ¿Podría decirme de qué forma se relacionan los Totemos con nuestro Sistema?
- Está bien, lo diré de nuevo – dijo el profesor recalcando esas palabras. - Cada planeta tiene una característica física que puede relacionarse con los Totemos. Por ejemplo el Totemo de las Nieves Eternas se relaciona claramente con Nixia, por su clima frío extremo; el Totemo de los Bosques Fríos lo asociamos a Silvana, con su sistema de montañas boscosas entre canales marinos, y lo mismo con los otros. Es algo muy interesante de investigar.
- También mencionó la simbología – dijo Lucas.
- Muy buena acotación – dijo el profesor, con cara de satisfacción. – Si observamos una representación de los Totemos – apretó un botón del control que tenía en la mano y sobre los alumnos se materializó el holograma de cinco monolitos tallados girando sobre sus cabezas – verán los símbolos en ellos. Como se darán cuenta, el símbolo del Totemo de las Nieves Eternas es el mismo que aparece en el escudo de nuestro Colegio. También pasa lo mismo con la Academia Militar de Piros, con el Instituto de Ciencias de Silvana, con la Universidad de Eolia y con la Escuela Religiosa de Pegaso.
Lucas miró los volúmenes proyectados. Eran algo distintos a los Totemos que había visto en el crucero. Se dio cuenta que ahí había visto los símbolos que aparecían en el escudo del colegio, tal como había dicho el profesor Justus. Siguió el resto de la clase con mucho interés, aunque estaba ansioso de salir para hablar con Hugo de todo esto.

Lucas tuvo que inventar una buena excusa a sus amigos para ir a buscar él solo a Hugo. Lo encontró en el Gimnasium, saliendo de clases de Cultura Física.
- Me preguntaba cuánto tardarías en venir a hablar conmigo – dijo Hugo, secándose el sudor con una toalla, cuando vio venir al chico.
- Tengo mucho que preguntarte, - contestó Lucas – pero éste no es el mejor lugar.
- Yo sé dónde podemos ir – dijo Hugo.
Hugo llevó a Lucas hasta su habitación. Allí descorrió un panel de una de las paredes, e ingresaron en los túneles que llevaban hasta el Salón de las Cofradías. Una vez que llegaron, Lucas subió en la tarima y contempló el sitial que estaba en medio, como esperando que su madre se materializara allí. Después miró a su alrededor, los muros, las sillas, la placa con los símbolos, la inscripción en la piedra, todo era exacto a sus sueños. Había algunos detalles, como los radiadores de calor y los rastreadores de ambiente, que no recordaba, pero eso no cambiaba nada. Definitivamente era el mismo lugar.
- ¿Te gusta el Salón de las Cofradías? – preguntó Hugo.
- Ya lo había visto antes – respondió Lucas.
- ¿En serio? ¿Cuándo?
- Fue en un sueño. Parece un lugar muy antiguo, ¿siempre se reúnen aquí?
- Hace muchos años las Cofradías funcionaban por separado, sin contacto entre sí. Después se empezaron a hacer cosas en común, y entonces se construyó este Salón. Aquí discutimos temas importantes, y se presentan a los miembros nuevos.
- ¿Qué cosas discuten?
- Verás, la misión de las Cofradías es resguardar el espíritu del Colegio, es velar porque los valores tradicionales se mantengan, y se inculquen en los que estudiamos aquí. Cada Cofradía resguarda un aspecto específico, la del Águila vela por el valor que todos debemos tener; la de la Serpiente se preocupa por la sabiduría y el buen juicio; y nosotros por la verdad, por actuar de forma correcta y consecuente. Es por eso que algunos te propusimos para ingresar ¿Sabías que tu ingreso fue especial?
- No, no lo sabía, ¿por qué lo fue?
- Nunca habíamos ingresado a alguien de primer año, de hecho hubo mucha oposición. Siempre observamos a los candidatos al menos un año.
- ¿Y qué fue diferente en mi caso?
- El asunto del prendedor. Muchos alumnos se resistían a que ingresaras a este Colegio, por tu padre y todo eso; pero cuando apareciste con el prendedor, créeme que nadie se lo esperaba. Muchos lo consideraron una afrenta.
- Como Julius Fedorus.
- Exactamente. También Baldo Cruz. Debes entender que sus familias tradicionalmente han sido opositoras al Emperador, no se les puede culpar por eso. Ahora tú apareciste exigiendo un lugar en nuestra Cofradía. Eso no cayó nada bien.
- Pero yo no exigí nada. Ni siquiera sabía de la existencia de las Cofradías.
- Muchos piensan que fue una jugada de tu padre, para asegurar tu ingreso.
- ¿Por qué ese prendedor iba a asegurar mi ingreso?
- Es un derecho del Gran Maestro de La Cofradía hacer ingresar a quien él considere, sin necesidad de que el resto esté de acuerdo. Y el último Gran Maestro que hubo… fue tu padre.
- ¿¿Mi padre estuvo en la Cofradía??
- Y fue Gran Maestro, como te he dicho. Eso fue hace más de veinte años. Nadie sabía que tenía el prendedor, se supone que estaba perdido desde mucho tiempo antes. Supongo que lo guardó todos estos años.
- Entonces mi padre tuvo éxito. Pude ingresar a la Cofradía, en un tiempo muy corto.
- Pero no fue por eso que ingresaste. Fue por las Tres Pruebas.
- Sí, las Tres Pruebas, lo recuerdo; las pruebas de Valor, de Sabiduría y de Verdad.
- Sí, de Verdad, la última prueba es la prueba de la Verdad. Todos lo que ingresan deben pasarlas. Rigo y yo planteamos que debíamos darte la oportunidad de demostrar tu derecho a ingresar, y te sometimos a las Tres Pruebas.
- ¡Pero es una locura! ¡Pusieron en peligro la vida de Félix en la caverna del ursus! ¡Pudo haber muerto, y yo también!
- No, eso no, nosotros no lo hicimos. Lo que habitualmente hacemos es dejar al candidato toda la noche en el Salón de Honor. Es aterrorizante, pero totalmente inofensivo.
- ¿Entonces ustedes no arreglaron lo de la caverna?
- ¡Claro que no! Eso fue una coincidencia. Ninguno de nosotros estaba ahí, ni hicimos que entraran en la caverna. Mucho menos teníamos guardado un animal que se creía extinto.
- Por supuesto, es verdad. ¿Y el Juicio de Réplica, ese sí lo arreglaron ustedes?
- La verdad es que tuvimos mucha suerte con eso. Tu amiga Gracia es realmente muy extraña. Presentó su solicitud de Juicio a mismo tiempo que su postulación al Consejo, presentándote a ti como representante. Fue la oportunidad perfecta para probar tus habilidades, así que hicimos que Baldo la objetara. Sabíamos que venía de Eolia, por lo que sería un gran aporte al Consejo Escolar. De hecho, si ella no se hubiera presentado de candidata, nosotros le hubiésemos pedido que lo hiciera.
- ¿Y el asunto del libro? ¿Sabían que yo lo sacaría del Salón de Honor?
- Tengo que admitir que yo te conduje a eso, cuando vi tu interés por las Medallas te hablé del Acta de Fundación. Después Julius te escuchó hablar con los chicos en el Aula Magna luego del juicio, y decidimos que los seguiría para culparse. Yo confiaba que tú actuarías correctamente.
- ¿Y si no lo hubiera hecho? Para mí fue una decisión difícil de tomar.
- Entonces habría sido una gran decepción, y Julius habría tenido que pasar un par de meses haciendo tu trabajo en la cocina. Pero pasaste todas las pruebas en forma sorprendente, incluyendo la última. A propósito, nunca me dijiste por qué tenías tanto interés en las medallas.
- Bueno, eso es por mi madre.
- ¿Tu madre? Tu madre falleció cuando eras pequeño, ¿no es cierto?
- Así es, pero pasa que… espero que no creas que estoy loco por lo que voy a decirte, pero veo a mi madre en mis sueños.
- Sueñas con tu madre, eso es muy normal.
- Pero no son sueños normales, creo que son sueños premonitorios. Te contaré acerca de las medallas.
Lucas le relató los sueños en que su madre le entregaba una medalla luego de cada prueba. Cuando terminó le dijo:
- Y te repito que me las entregaba en este Salón, exactamente este mismo Salón, y yo nunca había estado antes aquí.
- Quizás lo relacionaste luego, y te parece que los salones son iguales.
- No, no es así. Además está el prendedor. Luego de mi cumpleaños, soñé que mi madre me lo regalaba, y me decía que era para abrir una de las tres puertas que estaban al final de un pasillo.
- ¿Tres puertas en un pasillo? - preguntó Hugo con repentino interés - ¿Y cómo eran esas puertas, exactamente?
- Bueno, eran metálicas, grandes y redondas por arriba. Estaban decoradas con líneas negras y plateadas, que hacían dibujos complicados. Tenían cerraduras electrónicas de combinación.
- ¿Estás seguro que las viste en un sueño y no en otra parte?
- Sólo en mi sueño. Pero ahora el significado está muy claro. Quiere decir que con ese prendedor yo entraría en una de las tres Cofradías. Por eso creo que son sueños premonitorios.
- Indudablemente ese sueño significa algo – miró a Lucas unos momentos, pensando. – Ahora debo irme, tengo clases de Leyes en unos minutos. Seguramente tú también tendrás alguna.
- Sí, Ciencias – respondió Lucas.
- Entonces mejor nos vamos. – Salieron del Salón por uno de los túneles. Mientras caminaban Hugo preguntó: - ¿Verás a Eneas este fin de semana?
- Sí, - respondió Lucas – va a traerme algunos libros que necesito ¿Por qué quieres saberlo?
- Por nada, mándale mis saludos.
Llegaron al cuarto de Hugo. Allí se despidieron y cada uno fue por un corredor diferente. Lucas apuró el paso hacia el laboratorio, pues estaba en la hora de inicio de la clase. Cuando estaba por llegar vio a Fran que venía en dirección contraria.
- ¿Dónde vas? - dijo Lucas - La clase está por comenzar.
- Lo sé, - dijo Fran – es que olvidé mi espectrómetro en la habitación.
- ¡Caramba! - dijo Lucas - Yo también olvidé el mío, te acompaño.
Un espectrómetro es un aparato capaz de analizar el espectro característico de un movimiento ondulatorio. En clases de Ciencias los chicos lo ocupaban para los experimentos con gases calientes. Ambos chicos corrieron rumbo a su habitación. Por los pasillos no circulaba nadie, pues todos estaban en sus salas.
- Apresúrate, - le dijo Fran a Lucas mientras corrían – la clase debe haber comenzado ya.
- Espero que Ignatus no nos sorprenda. No quiero otro castigo en estos momentos.
Pero nadie los sorprendió hasta que llegaron. Rápidamente Lucas acercó su tarjeta a la cerradura y la puerta se abrió. Los chicos entraron y se detuvieron de pronto. La habitación estaba toda revuelta, con los cajones abiertos y su contenido desparramado por el piso, y junto a una de las camas estaba de pié un hombre al que nunca habían visto, revisando entre las frazadas. El hombre volteó cuando los oyó entrar, y como una flecha se lanzó corriendo hacia la puerta, pasando entre los chicos, derribándolos. Fue Fran quien reaccionó primero:
- ¡Atrapémoslo! ¡Rápido!
Los chicos salieron corriendo. El hombre ya les había sacado una buena ventaja, pero aún podían verlo por el corredor. Lo siguieron por los corredores que iban hacia el Gimnasium, pero luego de una vuelta lo perdieron en una bifurcación. Lucas dijo:
- ¡Fran, tú ve hacia el Gimnasium, yo iré hacia el patio!
Tomaron cada uno su camino. Lucas salió al patio y en la nieve no pudo ver a nadie. Miró en todas direcciones pero no pudo encontrarlo. Volvió al interior del Colegio se encaminó hacia el Gimnasium. Se encontró con Fran que venía de vuelta.
- ¿Lo encontraste? – perguntó Fran.
- No, lo perdimos – respondió Lucas. – Mejor volvamos a la habitación.
Cuando llegaron se pusieron a mirar el desorden. Lucas empezó a revisar sus cosas repartidas por el suelo, pues tenía una sospecha sobre qué buscaba el hombre. Fran empezó a recoger su ropa tirada. Le dijo a Lucas:
- Parece que ese tipo buscaba algo tuyo. Casi no toco mis cosas, ni las de Jan o Félix. ¿Tienes alguna idea de qué podría ser?
- Esto – dijo Lucas sacando una caja del armario. La abrió y le mostró a Fran el prendedor en forma de estrella. – Afortunadamente lo había puesto al fondo, detrás de mis zapatos. Seguramente lo sorprendimos antes que pudiera revisar todo.
- Pues claro, es un objeto muy valioso. Ese diamante debe ser muy caro.
- No creo que lo buscara para venderlo. Vamos, debemos avisar de esto a Ignatus. Seguramente habrá una investigación.
Fueron hasta la oficina del Director de Disciplina. Lo encontraron saliendo en ese momento.
- ¿Adonde se dirigen, jóvenes? - les dijo cuando los vio venir – Deberían estar en clases en estos momentos.
- Sí, lo sabemos, – respondió Lucas – es que sorprendimos a alguien revisando nuestra habitación.
- Así es – intervino Fran. – Registró nuestras cosas y dejó todo tirado. Cuando nos vio, salió corriendo y no pudimos agarrarlo. Fue muy rápido.
- ¿Reconocieron a esa persona, era un alumno? – preguntó Ignatus, en un tono extraño.
- No era un alumno, era un adulto. Nunca lo habíamos visto, – respondió Lucas – era un hombre, bajo, seguramente nixiano.
- Y ese… hombre, ¿alcanzó a robar algo?
- Creo que no, – dijo Lucas – pero pensamos que buscaba esto.
Lucas extendió la mano y le mostró el prendedor. Ignatus abrió mucho los ojos cuando lo vio. Parecía molesto.
- Esa es una joya muy valiosa, – dijo – seguramente estará más segura guardada en la caja fuerte de la Dirección del Colegio. Si usted quiere entregármela, yo veré que no le pase nada.
- No es necesario – respondió Lucas retirando rápidamente la mano. – Estoy seguro que puedo guardarla en forma segura. Además podría necesitarla.
- Sí, podría ser – dijo Ignatus. – Avisaré al equipo de seguridad del Colegio para que revisen su cuarto. Se realizará la búsqueda de ese hombre, aunque dudo que aún permanezca dentro del establecimiento. Ustedes vayan a sus clases, aún les queda una hora.

Cuando salieron del laboratorio contaron a Jan y a Félix lo sucedido. Llegaron a su habitación y vieron que todo estaba tan desordenado como lo habían dejado.
- Si hubo una investigación, entonces fue muy rápida – observó Fran.
- Es mejor que ordenemos nosotros – dijo Jan.
- Casi no tocaron mis cosas, - dijo Félix – cuando termine, te ayudaré con las tuyas, Lucas.
- Sí, gracias – respondió el chico.
Se pusieron manos a la obra. Afortunadamente no tenían nada que se pudiera quebrar, así que casi no hubieron daños. La mayor parte era ropa, además de libros de pantalla flexible, que eran muy resistentes. Félix estaba ayudando a Lucas a ordenar sus cajones, cuando encontró el báculo.
- Vaya ¿qué es esto? - dijo Félix - Es muy bonito
- Dame eso, - respondió Lucas, sorprendido - es personal.
- Mira qué cosas – exclamó Fran, quitándole el báculo a Félix – tienes un báculo. ¿Entraste a una de las Cofradía?
- ¿Ustedes los conocen? - preguntó Lucas, aún más sorprendido - Se supone que es secreto.
- Por supuesto que los conocemos, - respondió Jan, quitándole a su vez el báculo a Fran - Rigo tiene uno. No deja que lo veamos nunca, pero nosotros sabemos donde lo esconde. ¿Qué dice aquí? “Ursus Valeroso”
- Me parece muy apropiado– dijo Fran. – Debes contarnos cómo fue tu ingreso, qué tuviste que hacer, ¿es cierto que deben comer insectos?
- No le hagas caso a este tonto, – Intervino Jan – sabemos que no puedes hablar de eso. Ni Rigo ni Hugo lo hacen nunca.
- Sólo háblales bien de nosotros – interrumpió Fran – siempre hemos querido entrar a una Cofradía, desde antes de entrar al Colegio.
- No tengo ni idea de qué están hablando – comentó Félix, más para sí mismo.
- Más tarde te explico – dijo finalmente Jan.

Terminaron de ordenar la habitación justo a tiempo para el almuerzo. Se juntaron en la mesa de siempre con sus tres amigas. Hugo y Rigo pasaron a saludar. Hugo le dijo a Lucas:
- Supe lo que pasó en su habitación, debemos hablar más tarde. Nos juntamos a la salida del comedor.
- Claro que sí, - intervino Fran en tono de broma - ahora que son “camaradas”.
- Yo no dije nada – dijo Lucas.
- No te preocupes – respondió Hugo – ya conozco a este par. Nos vemos luego.
- Hecho – terminó Lucas. Hugo y Rigo siguieron su camino.
- ¿Qué fue todo eso? – preguntó Moira.
- ¿No supieron? - dijo Félix - Un hombre entro en nuestra habitación y la revolvió completamente. Según parece buscaba el prendedor de Lucas.
- Eso ya lo sabe todo el Colegio, – dijo la chica – yo pregunto por eso de los “camaradas”.
- No es nada – respondió Lucas, dándose cuenta que Gracia escuchaba atentamente.
- Lo que pasa -– intervino Fran - es que Lucas es ahora miembro de una Cofradía, y para eso tuvo que recitar desnudo “El Vuelo de Pegaso”.
- ¡Eso no es cierto! - exclamó Lucas avergonzado - ¡No tuve que hacer eso!
- Está bien, habrá que descartar lo del Vuelo del Pegaso – dijo Fran.
- ¿En serio entraste a una Cofradía? - preguntó Aída sorprendida - Yo he tratado de entrar desde que llegué al Colegio, pero claro, como yo no soy hombre…
- Ya no pregunten más, – dijo Jan en tono de reproche – Lucas no puede hablar de eso.
- No hay problema – dijo finalmente Lucas, sintiéndose incómodo al notar que Gracia lo observaba fijamente. Hasta le pareció que se le asomaba una sonrisa.

La conversación con Hugo fue corta. Se juntaron a la salida del comedor y fueron hasta el Gimnasium, donde en ése momento practicaba el equipo de balón, en forma muy bulliciosa.
- Te traje hasta aquí – dijo Hugo – porque creo que alguien escuchó nuestra conversación anterior. El ruido nos cubrirá ahora.
- ¿Pero quién querría escucharnos? – preguntó Lucas.
- No lo sé, pero no puede haber sido coincidencia que hayan tratado de robar la Estrella de Cinco Puntas luego que estuvimos hablando de ella. Lo hablé con Eneas y él está de acuerdo conmigo.
- ¿Con Eneas? - preguntó Lucas sorprendido - ¿Cómo hablaste con él? Pensé que no podíamos comunicarnos hacia fuera del Colegio sin autorización.
- Tengo cómo hacerlo, créeme. Ahora lo importante es que debes entregarme el prendedor. Yo podré guardarlo mejor.
A Lucas le extrañó mucho esta petición. De pronto mucha gente estaba interesada en tener su prendedor. Primero el hombre en su habitación, después Ignatus y ahora Hugo. Pero algo en su interior le decía que podía confiar en Hugo, que debía hacerlo. Sin embargo también le decía que su amigo escondía algo, que no le decía todo.
- ¿Por qué están interesados todos en el prendedor? – le preguntó – Es algo más que un símbolo ¿no es cierto?
- ¿Recuerdas que me contaste que tu madre había dicho que el prendedor era una llave?
- Sí, pero era sólo una metáfora de mi ingreso a la Cofradía, tú estuviste de acuerdo con eso.
- No puedo darte todas las respuestas que necesitas. Lo único que puedo decirte es que parece que sí es una llave después de todo, y que las tres puertas de tu sueño existen realmente. Si quieres saber más debes hablar mañana con Eneas.
- ¿Con Eneas? – Lucas no entendía nada - ¿Qué tiene que ver Eneas en todo esto?
    - Las respuestas que buscas, del prendedor, de tu padre, de tus sueños, de todo, sólo Eneas te puede ayudar.
    © 2011 Marcos Scotti D.

2 comentarios:

  1. Wow! Qué buen capítulo. Me intriga qué tiene que ver Eneas con todo esto... y Hugo en un principio me ha dado algo de "mal rollo". Veremos a dónde les lleva todo esto...

    En serio, me encanta tu historia ^^

    ¡Un saludo y hasta el próximo capítulo!

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  2. Lo de Eneas se sabrá pronto, en el siguiente capítulo (con otro giro en la historia). Respecto a Hugo, recuerda que a Lucas "algo en su interior" le dice que puede confiar en Hugo.

    Hasta el próximo.

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