miércoles, 17 de agosto de 2011

Capítulo 8

Comienzan las clases, todos a estudiar. Pero no todo son deberes, algo de peligro para sazonar la vida nunca es malo. Comentarios al final.


Capítulo 8: La Caverna del Ursus

Los días que siguieron fueron más tranquilos que el primero. Lo que parecía que iba a ser una difícil convivencia con el resto de los alumnos no lo fue tanto. Ya sea por el temor que el nombre del Emperador despertaba en los jóvenes, o por las preocupaciones propias de comenzar un nuevo año de clases, las muestras de hostilidad hacia Lucas y sus amigos fueron disminuyendo rápidamente. Aunque no ganaban nuevos amigos tampoco se hacían de más rivales.
- Bien, - le decía Jan a Lucas, cuando se dirigían a la primera clase del día – parece que ya todos olvidaron el asunto del prendedor.
- Mientras no tenga que volver a usarlo – contestaba Lucas – todo estará tranquilo. Pero no nos confiemos. Presiento que algo va a pasar.
- ¿A qué te refieres?
- No lo sé. Aunque ya casi no me molestan, siento que igual me observan. Baldo Cruz y Julius Fedorus, me los encuentro a cada rato y no me quitan los ojos de encima.
- Esos dos son tal para cual, no hagas caso.
- De todas maneras, me parece que no son sólo ellos.
- Es mejor que no pienses en eso. Debemos concentrarnos en las clases. Recuerda que viniste a Nixia para eso.
Lucas asintió. Las clases habían comenzado y, aunque aún el ritmo de los estudio no era muy pesado, debían dedicar cada vez más tiempo a repasar las materias. Esto era debido a que el sistema que utilizaba el Colegio Protocolar era de evaluación constante, es decir que en cada clase se evaluaba la anterior. La disciplina era muy estricta, por lo que los profesores dictaban sus materias sin interrupciones. La mayoría resultaba aburrida para los chicos. Las clases incluían Principios de Diplomacia, Introducción al Gobierno, Leyes y Ética, Astrografía, Ciencias, Historia Estelar, Cultura Física, y por supuesto Lenguaje y Matemáticas. El profesor de Astrografía, que era la materia favorita de Lucas, era nativo de Silvana y su nombre era Ulises Justus. Era de los pocos profesores por los que los chicos sentían alguna simpatía. La mayor parte de los profesores eran originarios de Nixia y tenían el carácter distante y poco acogedor típico de ese pueblo. El curso de primer año, más numeroso que el resto, estaba compuesto por sesenta alumnos, por lo que la sala estaba repleta mientras el profesor Justus les explicaba la importancia estratégica del planeta en que se encontraban:
- La posición astrográfica de Nixia, en el exterior del Sistema y a una distancia relativamente grande del planeta más cercano, Pegaso - Justus señalaba los planetas que giraban en proyección holográfica sobre las cabezas de los alumnos, - en comparación a la distancia que existe entre los otros planetas del Sistema, lo convierten en la primera línea defensiva contra el teórico ataque de otros sistemas - este comentario llamó la atención de Lucas y en general de todos los chicos de la clase. - Como consecuencia, en el pasado estuvo equipado con numeroso armamento y fue base de la mayor parte del Ejército Imperial. Esto hizo que Nixia tuviera un nutrido tráfico de naves cargueras que traían suministros, e hizo que se instalaran una gran cantidad de empresas de servicios, por lo que el planeta disfrutó de una gran prosperidad en los primeros decenios del Sistema.
- ¿Por qué ahora ya no es así? – preguntó Lucas en voz alta.
- Debes levantar la mano para preguntar – respondió el profesor. – La verdad es que el paso de los siglos demostró que la amenaza de un ataque exterior es prácticamente cero, ya que El Sistema Estelar de Antiqua mantiene buenas relaciones con los sistemas vecinos y, como todos saben, los viajes interestelares de personas y por lo tanto de tropas, son inexistentes. Esto hizo que las guerras entre sistemas desaparecieran hace cientos de años.
- ¿Quiere decir que las personas no viajan de un sistema estelar a otro? – volvió a preguntar Lucas sin levantar la mano. Hubo algunas risas, lo que le hizo pensar que los demás ya sabían eso y se sintió algo avergonzado.
- No Lucas, no lo hacen - volvió a hablar el profesor - y debes levantar la mano. Entenderás que viajar al sistema más cercano toma como mínimo un año, y eso cuando todo va bien. Pasar todo ese tiempo sobre una nave tiene un costo muy elevado, y si lo sumamos a los peligros propios de viajar por el hiperespacio y a que la casi totalidad de los sistemas estelares son autosuficientes, entonces tenemos que prácticamente no existe intercambio físico entre ellos, salvo una que otra nave automatizada sin tripulación en forma muy esporádica. A nuestro propio sistema no ha llegado ninguna en más de sesenta años.
- Además que nadie quiere tratos con este Imperio - dijo un chico en voz baja detrás de Lucas. El Príncipe ignoró este comentario y preguntó levantando la mano, pero sin esperar a que le dieran la palabra:
- ¿Entonces no tenemos ninguna comunicación con otros sistemas estelares?
- Existen comunicaciones entre los gobiernos a través de la red de hiperondas, y en forma esporádica también lo hacen algunas empresas grandes, pero nada más que eso - respondió Justus. - Retomando nuestro tema, esta situación produjo la declinación de la actividad comercial de Nixia, y solo se mantiene de manera importante la actividad minera. Las bases militares fueron abandonadas paulatinamente y la mayoría fue desmantelada. Quedan las ruinas de algunas en el hemisferio deshabitado del planeta y un par en el satélite Gelucoria - el profesor apretó unos botones del control inalámbrico que tenía en la mano y la imagen holográfica del planeta se agrandó, y unos puntos se iluminaron en su superficie y en la de Gelucoria, mostrando la ubicación de las bases. - Para la próxima clase deberán traer un informe sobre las tres etapas del desarme de Nixia y cómo esos recursos militares se destinaron a los distintos conflictos al interior de nuestro sistema estelar. Pueden retirarse.
Los alumnos comenzaron a levantarse de sus asientos y a salir de la sala. Algunos dirigían miradas hostiles a Lucas, secretamente culpándolo de la tarea que les habían asignado. Fran le dijo:
- Sigues haciendo amigos, ¿eh?
- No lo molestes - intervino Jan, - seguramente el profesor Justus ya tenía pensado darnos este trabajo. Rigo me ha contado que es un excelente profesor y que trata a los alumnos en forma muy justa.
- Sí, disculpa - respondió Fran, dirigiéndose a Lucas, - no quise molestarte. Además hoy es viernes y ya podemos relajarnos por un par de días.
Lucas estuvo de acuerdo con el último comentario de Fran. Cada fin de semana los pocos alumnos que vivían en el planeta podían ir a sus casas. El resto podía salir del Colegio, siempre y cuando estuvieran acompañados por sus padres o por su apoderado, por lo que la mayoría permanecía en el Colegio. Eneas acudió a visitar a Lucas ese primer fin de semana. Se saludaron con un abrazo y luego fueron a caminar por los patios exteriores del Colegio, aprovechando el “buen” clima que aún había en Nixia.
- La órbita de Nixia es muy elíptica, como ya sabrás – dijo Eneas mientras caminaban sobre la nieve - y ahora estamos más cerca de la estrella Antiqua. Pero en unos meses nos alejaremos, habrá menos luz y comenzará a hacer un frío espantoso. Estuve averiguando en Villa Estrella, y según parece todo se paraliza en invierno. He tenido algunos problemas para conseguir suministros, ya que todo lo que llega al planeta ha sido comprado con anterioridad. Lo poco que se produce en los invernaderos de Nixia no alcanza para toda la población y en la época de las tormentas es prácticamente imposible entrar o salir del planeta.
- Eso significa que en invierno estaremos aislados del resto del Sistema – dijo Lucas.
- Así es – respondió Eneas. Lucas miraba las estatuas con las figuras de las extrañas criaturas, que se encontraban prácticamente en todos los patios exteriores. De pronto le pareció que más que sus guardianes serían sus carceleros. El nombre de Los Vigilantes estaba muy bien puesto.
- Las comunicaciones hacia el exterior también se dificultarán en esa época – prosiguió Eneas.
- ¿Te has comunicado con tu familia? – preguntó Lucas.
- Sí. Todos están muy bien. Diana te manda saludos. Dice que espera que no te metas en problemas.
- Bueno, ya es un poco tarde para eso.- Lucas le contó el episodio del prendedor, aunque omitió la coincidencia con su sueño.
- Es muy extraño, – le comentó Eneas – procura no usar más ese prendedor, yo te traeré otro para las ceremonias. Esperemos que no haya ninguna pronto.
- Eneas, ¿crees que mi padre lo haya hecho a propósito, para darme problemas?
- No, por supuesto que no. Pero es posible que lo haya hecho para provocar algo o a alguien. ¿Dices que el prendedor estuvo perdido más de cien años?
- Sí. Aunque Jan dice que es probable que sea una copia.
- No lo creo. Tu padre tiene recursos suficientes para conseguir el original. Y no me refiero sólo a dinero.
- También he sabido cosas sobre mi padre, - dijo Lucas mirándolo – creo que tienen que ver con lo que vimos en el espaciopuerto al llegar
- ¿Qué te han contado? – preguntó Eneas con resignación. Sabía que tarde o temprano tendrían que hablar de eso.
- Sobre la manera como mi padre gobierna. Las palabras tirano y dictador son las que se dicen de él. Incluso escuché a dos chicos hablar de gente que era detenida y que no aparecía más. No quiero que lo niegues, Eneas. Por favor dime la verdad.
- La verdad es, Lucas, que tu padre ha hecho cosas que pueden resultar horribles de escuchar. Poco después que tu madre murió – Lucas se sorprendió de escuchar hablar de su madre, Eneas nunca lo hacía – el Emperador disolvió el Parlamento Estelar y proclamó la ley marcial, que ha regido hasta ahora. Eso por supuesto provocó oposición, y tu padre no tuvo ningún miramiento en reprimirla. Desde entonces han estado restringidas las libertades básicas. – Eneas se dio cuenta que Lucas miraba el suelo – Tú estuviste apartado de eso, viviendo protegido en el palacio. Pero el tiempo ha pasado y llegó el momento que debías salir. El Anemonnia es una ley sagrada, a la que ni siquiera el Emperador puede escapar. El sabía que cuando llegaras aquí sabrías estas cosas. También sabía que, por su culpa, encontrarías enemigos. Por eso envió a sus guardias a custodiarte durante el viaje. Incluso ahora cuando entré al Colegio, vi a varios alrededor de los muros.
- Ellos te atemorizan – dijo el chico.
- Sí, es cierto. Los guardias imperiales son conocidos por su crueldad y eficiencia. Realizan gran parte del trabajo sucio de tu padre. El Emperador se ha rodeado de mucho de lo más detestable de la sociedad.
- Pero tú trabajas para él.
- Sí, pero mi único interés siempre ha sido protegerte. Se lo prometí a tu madre poco antes que muriera. Ella estaba preocupada de lo que te pudiera pasar con el Emperador cerca. Creo que tu padre también, por eso ha tratado de estar lejos de ti, para que no corras peligro.
- ¡No! – respondió Lucas violentamente, levantando la cara. Estaba llorando – No le importo a mi padre. Él es sólo un tirano cruel, por eso me abandonó dentro del palacio. Ahora entiendo todo, por qué no se acercaba a mí, por qué no me necesitaba como yo lo necesitaba a él. Es porque no quiere a nadie.
Lucas lloraba sin poder contenerse. Eneas lo abrazó y esperó a que se calmara. Cuando ya estuvo más tranquilo trató de cambiar el tema.
- Te diré lo que haremos. En la Villa me han hablado de un parque cerca de aquí. Se trata de un bosque que fue plantado en la primera etapa de colonización del planeta. Como sabes, Nixia no tiene vida nativa, todo ha sido introducido. La próxima semana podemos ir a conocerlo. Me han dicho que es muy hermoso.
- Está bien, - respondió Lucas secándose los ojos - será divertido poder salir. Sólo llevo una semana, pero me ha parecido un mes. Realmente ha sido pesado. Oye, ¿crees que podamos llevar a mis amigos con nosotros?
- No lo sé, tendré que preguntar antes de irme. Debes darme el nombre y el curso de tus cuatro amigos.
- Ahora somos siete en el grupo, con las tres chicas.
- ¡Vaya! Para no estar pasándolo muy bien, tu vida social es muy activa.
- Sí, creo que he tenido suerte.
Siguieron conversando el resto de la tarde. Lucas lo llevó a conocer las dependencias del Colegio donde podían entrar los visitantes. Esto incluía el Gimnasium, el comedor, los salones de estudio, el Aula Magna y los patios exteriores. Los dormitorios, las salas de clases, la biblioteca y los laboratorios sólo estaban permitidos para los alumnos y profesores. Había otras dependencias prohibidas incluso para los alumnos y para algunos profesores.
Antes de que Eneas se fuera, Lucas le dio los nombres de sus amigos para que consiguiera el permiso para la excursión que habían planificado. Cuando el mayordomo miró la lista dijo:
- No me habías dicho que eres amigo de Felix Musant.
- ¿Lo conoces? - preguntó Lucas.
- Conozco a su familia - respondió Eneas. - Han sido buenos amigos desde hace tiempo.
Después Eneas pasó a la Dirección del Colegio para conseguir el permiso. Cuando salió del despacho de Ignatus dijo a Lucas:
- Ha sido un poco complicado. Sólo me autorizaron a llevar a los chicos de tu curso. Son muy estrictos con el reglamento. Ese hombre, Andro Ignatus, insistió en que debía obtener autorización escrita de los padres. Me ocuparé de eso, aunque podría tomar un tiempo. De las chicas ni hablar, según parece se complican mucho con tener alumnas, y exageran con las medidas de cuidado. En fin, cuando tenga los permisos te avisaré.
-Está bien, muchas gracias por todo, Eneas.
Se despidieron en la entrada del Colegio. Lucas mandó saludos a la familia de Eneas, especialmente a Diana. De vuelta en el dormitorio, Lucas fue interrogado por sus compañeros de cuarto.
- ¿Cómo estuvo tu tarde con Ene? - preguntó Jan.
- Estuvo bien, - respondió Lucas - estuvimos conversando. Es un buen amigo. Nos invita a hacer una excursión a un bosque cercano.
- ¡Estupendo! - dijo Fran - Debe tratarse del Parque de Tram, Rigo me habló de él. Es una reserva natural que hay cerca del Colegio. Según entiendo tiene árboles y animales que pueden sobrevivir al clima de Nixia. Son animales que no encontrarás en ningún otro planeta del sistema. Se dice que los trajeron los primeros colonizadores, en los tiempos de los Cinco Mensajeros.
- Eneas me habló de eso - dijo Lucas - pero pensé que era una leyenda.
- No lo es -el que hablaba era Félix, que generalmente guardaba silencio en las conversaciones del grupo, - de hecho mi familia desciende de uno de los Mensajeros.
- Oh, no digas, – replicó Fran – muchas familias pretenden ser descendientes de algunos de los Cinco Mensajeros.
- Pero es cierto – dijo Félix con vehemencia, – descendemos de Arno Musant. Los Musant somos una de las familias más antiguas del Sistema de Antiqua.
- ¿Quién era ese Arno Musant? – preguntó Lucas, muy interesado.
- Uno de los Cinco. Trajo el espíritu de las Nieves Eternas a Nixia. Es por eso que todos los hombres de mi familia estudiamos en el Colegio Protocolar. Es una tradición.
- Pero no vives aquí – acotó Jan.
- No, mi familia es de Alfa. Pero mi abuelo dio clases en este Colegio, y de hecho está enterrado aquí, en el cementerio de Villa Estrella.
- Esa es una historia muy buena, Félix - dijo Lucas, - pero siguiendo con lo de la excursión, necesito que avisen a sus padres. Eneas los llamará para que le den un permiso por escrito.
- No hay problema – respondieron los demás.

Las siguientes cinco semanas pasaron lentamente para los chicos. Una tormenta azotó esa zona del planeta, lo que hizo que la visita al Parque de Tram se fuera posponiendo. Los chicos no tuvieron más remedio que esperar. Prácticamente lo único que había para hacer en el Colegio era estudiar. Por las noches, antes de acostarse, jugaban al Ataque Láser, un juego de cartas de rol basado en combates de naves espaciales. Félix mostró ser especialmente hábil en el juego, lo que no dejaba de contrastar con el miedo que sentía por los vuelos espaciales reales.
Por fin llegó el día de la excursión. Aunque la noche fue tormentosa, el cielo había amanecido despejado, mostrando un pequeño sol que no producía ningún calor a quien lo contemplaba. Cuando Eneas llegó muy temprano por la mañana, Lucas, Jan, Fran y Félix se encontraban listos para salir. Tenían puesta ropa térmica especial para la nieve, con gruesos abrigos y botas. Eneas había arrendado un deslizador de gravedad para nieve, en el que partieron. El camino corría entre cerros y campos completamente nevados. Todo el paisaje era blanco, manchado de vez en cuando por las construcciones oscuras de las granjas de invernadero. Lucas miraba por las ventanillas y se preguntaba cómo podría crecer un bosque en esa soledad helada. Sin embargo, después de dos horas de viaje y tras una vuelta del camino pudieron verlo: al fondo de un valle, rodeado de altos cerros nevados, un verde bosque se extendía por varios kilómetros. Estaba formado por miles de árboles más bien bajos, entre los cuales sobresalían otros más grandes con el tronco descubierto y follaje sólo en la cima.
- ¿Qué árboles son esos, Ene? – preguntó Jan sin dejar de mirar hacia fuera.
- En ese bolso tengo una guía de Nixia. Allí debe aparecer el nombre – respondió Eneas.
Jan buscó en el bolso y encontró un visor de pantalla rígida. Encontró el capítulo correspondiente al Parque de Tram. Tenía amplia información sobre el bosque.
- Aquí dice que los árboles altos se llaman Araucarias, y que pueden vivir más de mil años – comentó mientras leía - Los más altos entonces son los árboles originales que se plantaron hace seiscientos años.
- ¿Cómo es posible que sobreviva un bosque en este frío? - preguntó Lucas - Toda el agua debe estar congelada.
- Aquí está la respuesta – contestó Jan aún leyendo. – Es por una anomalía geológica muy poco común en Nixia. De uno de estos cerros emerge un manantial de agua termal, que se enfría a medida que sale al exterior y logra mantenerse sobre los cero grados en el verano de Nixia. Corre en forma subterránea bajo el bosque. Por eso los colonizadores escogieron este sitio para plantarlo.
- ¿Cuándo es verano en Nixia? – preguntó Fran.
- Ahora – contestó Jan.
- Oh.
- Gracias a esta agua – continuó leyendo Jan – los árboles se alimentan, que a su vez alimentan a insectos, algunas aves y cierto tipo de ardillas. En el manantial se introdujo una clase de pez modificado genéticamente, llamado salmón de hielo. Dice que también existía un animal llamado ursus, pero hace más de cincuenta años que no se ve ninguno. Al parecer se extinguió debido a los cazadores ilegales y la escasez de alimento. Era un animal muy feroz y grande, que podía llegar a cuatro metros de altura sobre dos patas. Esperen, aquí hay una holoimágen. – Los otros chicos se voltearon a verlo.
Es muy grande, – dijo Félix – es una suerte que se haya extinguido, ahora que vamos a su territorio.
- Apuesto que él no opinaría lo mismo – contestó Fran.
Descendieron por la carretera hasta el fondo del valle. El camino se internó en el bosque, que no era muy tupido. Llegaron a un claro cubierto de nieve,donde decidieron detenerse. Al bajar del vehículo pudieron percibir el suave aroma de los árboles y el alegre canto de las aves.
- ¡Qué hermoso! - dijo Eneas - Esto me recuerda mi casa en Silvana. Vivíamos en la orilla de un bosque. Las aves nos despertaban todas las mañanas.
- Para ser una atracción turística, no veo a mucha gente por aquí – dijo Fran.
- Bueno, la temporada turística es corta en Nixia, y vienen muy pocos visitantes. Entenderán que frío extremo, escasez de suministros y pocas atracciones no hacen unas vacaciones ideales – explicó Eneas. – Y los nativos del planeta no son muy amigos de los paseos.
- Sin embargo aquí hay marcas recientes de vehículos – dijo Jan - Anoche nevó y no están cubiertas.
- Seguramente fueron los guardias imperiales que vinieron a revisar antes que llegáramos – contestó Eneas.
- ¡Había olvidado a los guardias! - exclamó Lucas - Es muy raro que no los tengamos encima ahora, como en el crucero.
- Bueno, nos han seguido todo el camino – dijo Eneas y los chicos lo miraron con cara de sorpresa – aunque ustedes no los vieron. Seguramente han revisado todo el bosque y se encuentran observándonos ahora.
- Pues es una suerte que no nos hayan impedido venir a un lugar tan abierto – dijo Jan – donde Lucas podría estar más expuesto a algún peligro.
- No es así – replicó Eneas. – En realidad un lugar abierto y deshabitado es más fácil de controlar que un sitio lleno de gente. Además ellos no nos pueden impedir que vayamos donde queramos, porque romperían el Anemonnia.
- Bueno, - dijo Fran – basta de charla, ¿qué haremos ahora?
- Traje algo de comer – respondió Eneas. – Podemos hacer un picnic y luego iremos a explorar el bosque.
Tendieron una manta térmica sobre la nieve y comieron con buen apetito los emparedados que les dio Eneas. Algo de leche caliente les ayudó a preparase para la excursión. Antes que se levantaran, Eneas les dijo:
- Tomen estos comunicadores – les entregó un pequeño botón a cada uno – se usan en la solapa y nos permitirán estar en contacto. En el bosque es fácil perderse de vista, así que no se alejen.
Los chicos se pusieron a recorrer el bosque entre los árboles. Miraban hacia arriba a las gigantescas araucarias y trataron de escalarlas, pero pronto desistieron. Persiguieron algunas ardillas y escalaron los otros árboles detrás de ellas. Algunas aves los seguían dando saltitos por el suelo, aunque no se dejaban tomar. Eneas trataba de seguirles el paso, pero frecuentemente se quedaba atrás. Terminaron haciendo una guerra de bolas de nieve todos contra todos entre los árboles. Cuando estuvieron bastante cansados se echaron en la nieve a tomar aire. De pronto Jan se enderezó y dijo:
- Oigan, ¿dónde está Fran?
Miraron en todas direcciones y no lo vieron por ninguna parte. Se levantaron y empezaron a buscarlo, llamándolo en voz alta. Lucas recordó los intercomunicadores, apretó el suyo y dijo:
- Fran, Fran, contesta, ¿dónde te metiste?
Jan y Félix lo imitaron y se pusieron a llamar por sus aparatos. De pronto, por los intercomunicadores se escuchó la voz de Eneas que decía:
- Lucas ¿qué sucede?
- No encontramos a Fran – contestó Lucas. – Estábamos jugando y lo perdimos de vista.
- No se muevan de donde están, yo llegaré enseguida – dijo Eneas.
Permanecieron quietos un rato. Empezaban a sentir miedo, cuando por los intercomunicadores se escuchó la voz de Fran:
- Chicos, ¿están ahí?
- Sí, aquí estamos – contestó Lucas.
- Fran, tarado – dijo Jan por su aparato - ¿dónde estás? Nos tienes a todos asustados.
- Estoy bien – contestó la voz de Fran – deben venir a ver lo que encontré.
- Contesta ¿dónde estás? – repitió Lucas.
- Estoy cerca, subiendo el cerro junto a ustedes, cerca de dos araucarias idénticas que crecen juntas.
- Puedo verlas – dijo Lucas luego de una breve inspección – baja hasta acá para que podamos regresar.
- Les digo que tienen que ver esto. No bajaré hasta que vengan.
- Espero que valga la pena – contestó Lucas que se dispuso a caminar.
- Espera, - era Félix que hablaba - Eneas nos dijo que esperáramos aquí.
- Vamos – respondió Lucas – no pasará nada. Ya me entró la curiosidad.
- No lo sé – dijo Jan – creo que Félix tiene razón.
- Este lugar es muy seguro; si permanecemos juntos no habrá problemas – dijo Lucas tratando de convencerlos. - Estos intercomunicadores seguramente también tienen un dispositivo de rastreo, por eso Eneas nos dejó alejarnos. ¿Vienen?
Lucas empezó a caminar cerro arriba. Jan miró a Félix y siguió a Lucas. Finalmente Félix no tuvo más remedio que seguirlos también, para no quedarse solo. Caminaron un corto trecho en subida, serpenteando entre los árboles y hundiéndose en la nieve. Llegaron jadeando a un pequeño claro en el que estaba Fran. Los esperaba de pié con una sonrisa de satisfacción. Lucas dijo:
- ¿Y bien?
Fran apuntó hacia una pared rocosa cercana a ellos. En su base se podía ver la entrada de una caverna, de unos dos metros de altura y tres de ancho. Lucas y Jan se acercaron. Félix, algo temeroso, prefirió mirar desde donde estaba.
- ¡Vaya! - exclamó Lucas - una caverna.
- ¿No les dije que debían verla? – dijo Fran con orgullo. – Parece profunda, podríamos explorarla un poco, ¿no les parece?
- Creo que no deberíamos, – dijo Félix – puede ser peligroso.
- No tengas miedo, sólo entraremos un poco – dijo Lucas. Luego, mirando hacia el interior, agregó: – Más adelante está oscuro, tenemos que buscar cómo iluminarnos.
- Nos podemos arreglar – acotó Fran, – será divertido.
Los chicos comenzaron a entrar en la caverna, Félix quedó un poco rezagado. Aunque la entrada era más bien pequeña, más adelante la caverna se ensanchaba. La oscuridad hacía que se viera muy atemorizante, pero esto sólo aumentó la curiosidad de Lucas y Fran, que se adentraron.
- Creo que es suficiente – dijo Jan.
- Sí – lo siguió Félix – es mejor que esperemos a Eneas.
- ¡Oh, vamos! - exclamó Lucas, molesto - ¡No seas cobarde!
Al escuchar estas palabras, la cara de temor de Félix cambió radicalmente, apareciendo una expresión de enojo.
- ¡Yo no soy ningún cobarde! – dijo con voz grave, e inmediatamente se puso a caminar con paso decidido hacia el interior de la caverna.
- ¡Hey, espera! – gritó Jan cuando Félix entró en la zona de oscuridad.
- ¡No lo tomes tan a pecho! – gritó a su vez Lucas.
- ¡Díganme ahora quién es cobarde! – se escuchó la voz de Félix desde la oscuridad.
- Está bien, detente. No tienes que… - un grito ahogado que surgió desde la oscuridad interrumpió a Lucas. Después sólo hubo silencio. Los tres chicos se asustaron y comenzaron a llamar:
- ¡Félix! ¡Félix! ¡Vamos, no es gracioso! ¡Ya entendimos! – gritaban, pero como respuesta sólo obtenían más silencio desde el interior de la caverna. Después de unos instantes de tensa espera, Lucas dijo:
- Entraré a buscarlo - la preocupación se reflejaba en su cara.
- Es mejor que esperemos a Eneas- respondió Jan.
- ¡Entró ahí por mi culpa! - dijo Lucas - Debo ir por él ¿alguien tiene alguna luz?
- Toma mi reloj, tiene una luz que algo te puede ayudar, es mejor que nada – dijo Jan.
Lucas recibió el reloj que le ofrecía Jan y lo puso en su muñeca. Después dijo:
- Iré a ver si puedo encontrarlo. Ustedes traten de ubicar a Eneas por los intercomunicadores.
Lucas se adentró en la oscuridad de la caverna. La luz del reloj apenas si ayudaba a ver por donde andaba. Miró hacia atrás y vio las siluetas de sus dos amigos recortadas sobre la salida. Avanzó un poco más, con paso lento y un temor creciente. Desde atrás escuchó la voz de Jan que le decía:
- ¡No podemos comunicarnos! ¡Saldremos fuera de la caverna para ver si hay mejor señal!
- ¡Está bien! – contestó Lucas. El volumen del grito de su amigo le dijo que ya se había adentrado bastante en la caverna. Debía estar cerca de Félix. De pronto se detuvo en seco. Sus pié derecho no había encontrado apoyo y estuvo a punto de caer en una gran abertura en el suelo. La luz del reloj apenas iluminaba unos centímetros hacia abajo, y no le permitía ver el fondo. Seguramente Félix había caído ahí. Trató de llamarlo:
- ¡Félix! ¡Félix!- gritó hacia el oscuro pozo, pero no obtuvo respuesta. Miró hacia atrás y llamó:
- ¡Jan! ¡Fran! – La única respuesta que recibió fue el eco de la caverna. Debían estar fuera, tratando de comunicarse con Eneas. Apagó la luz del reloj que poco le ayudaba en ese momento. Poco a poco sus ojos fueron acostumbrándose a la oscuridad y pudo tener una mejor idea de su entorno. Con gran temor decidió que su deber era bajar a buscar a su amigo. El borde rocoso de la abertura le permitiría agarrarse y bajar, así que comenzó a hacerlo, lentamente. Con dificultad bajó un par de metros, cuando le pareció escuchar ruido de movimiento abajo. Se quedó quieto mirando a la oscuridad, pero no escuchó nada más. Otra vez llamó:
- ¿Félix? ¿Estás ahí? – y nuevamente no obtuvo ninguna respuesta. Bajó un pié para continuar descendiendo, cuando la roca en que se apoyó cedió bajo su peso. Lucas se soltó y cayó al vacío. Golpeó su cuerpo contra el suelo de piedra. Afortunadamente la caída sólo fue de un par de metros. Muy adolorido miró hacia arriba, viendo un tenue haz de luz proveniente de la entrada de la caverna, recortarse contra la abertura. Calculó que la subida no debía tener más de cuatro o cinco metros de altura. Se puso de pie y miró alrededor suyo. Cerca vio un suave resplandor entrando por una rendija en el muro de la caverna. La rendija era suficientemente ancha para pasar por ella, así que se asomó. Al otro lado había una gran cámara, iluminada por una extraña grieta en los muros de roca, que emitía un débil resplandor plateado. El aire se sentía ligeramente tibio. Miró el interior de la cámara y, en una esquina vio a Félix sentado en el suelo. Se alegró mucho de comprobar que el chico tenía los ojos abiertos, con los que miraba una gran roca cerca de él, y, aparte de una pequeña mancha de sangre en una de sus sienes provocada seguramente por la caída, parecía estar en perfectas condiciones. Entrando en la cámara, Lucas lo llamó:
- ¡Félix! Que bueno que… - pero se interrumpió cuando Félix lo miró y rápidamente se llevó un dedo a la boca para que se callara. Luego apuntó hacia la roca que miraba. Lucas también miró la roca y su cara cambió cuando vio que no se trataba de una roca, sino de un gran animal, completamente cubierto de pelo de color oscuro. A través de la escasa iluminación pudo encontrar la cabeza de la bestia y comprobó que tenía los ojos cerrados. El animal era idéntico a la imagen del ursus que habían visto durante el viaje, y aún acostado era más alto que los chicos. Miró a Félix y en silencio le hizo señas para que viniera hacia él, pero el chico negó con la cabeza. Volvió a hacerle señas de manera más insistente, pero Félix estaba paralizado de terror. Lucas comprendió que no le quedaba más remedio que ir a buscarlo, para lo cual debía pasar muy cerca del animal. Se armó de valor y empezó a caminar sigilosamente hacia su amigo. El único sonido que se oía era la rítmica respiración del ursus, que sonaba como un rugido apagado. Cuando pasaba junto a la bestia, ésta emitió un ronquido y se movió un poco, por lo que Lucas se quedó muy quieto. Cuando dejó de moverse, Lucas siguió avanzando hasta que llegó junto a Félix. Lo tomó del brazo y lo ayudó a pararse. Lucas pensó que sería difícil volver a subir por la abertura, así que con la vista buscó otra salida. Se desanimó mucho cuando vio que la única alternativa estaba justo detrás del ursus, y sólo pasando sobre él podrían alcanzarla. Decidió intentar por la abertura, por lo que se pusieron a caminar hacia la rendija. Pasaron junto al animal y éste no se movió. Cuando estaban a dos metros de la rendija, algo llamó la atención de Lucas. Miró la grieta en la piedra que emitía luz, y se dio cuenta que formaba una figura muy curiosa. Mientras su mente trataba de reconocerla, percibió algo extraño en el ambiente. Todo seguía en silencio pero con una diferencia. Se paralizó cuando comprobó que ya no escuchaba la respiración de la bestia. Lentamente volteó la cabeza y vio con terror que el ursus tenía la cabeza levantada. La luz se reflejaba en los ojos que apuntaban directamente hacia ellos. La bestia emitió un largo gruñido que rápidamente aumentó su volumen. Lucas gritó:
- ¡¡Corre!! - Empujó a Félix a través de la rendija y apenas alcanzó él mismo a pasar antes que el ursus llegara rugiendo ferozmente. La rendija era demasiado pequeña para el animal, que sin embarga pasó una gran garra con la que daba zarpazos al aire.
- ¡Sube, rápido! – dijo Lucas a Félix, y lo ayudó a subir por la pared rocosa, tratando de que llegara hasta la abertura. Subió detrás de él, empujándolo desde abajo. Félix no era muy ágil, por lo que subía lentamente. Al sonido de los rugidos se agregó el de piedra cayendo, y Lucas se dio cuenta que el ursus estaba agrandando la rendija con sus garras.
- ¡Apúrate, que ya viene! – le gritó a Félix, que estaba por alcanzar el borde de la abertura. Lucas miró al ursus, que ya había pasado la cabeza por la rendija y seguía rugiendo y excavando. Lucas tomó el pié de Félix y lo empujó hacia arriba, con lo que el chico pudo salir. A Lucas sólo le faltaba un metro, cuando vio que el ursus pasaba su enorme cuerpo por la abertura excavada. El animal se alzó en sus patas traseras, llegando casi a la altura en que se encontraba el chico. Con una de sus garras logró golpear el tobillo de Lucas, quien apenas se sujetó para no caer. Estaba casi en la orilla de la abertura, pero el miedo aumentado por lo rugidos del animal no le permitía continuar. Empezó a resbalar, mientras trataba desesperadamente de sujetarse de las rocas que se desprendían. Miró hacia abajo y vio los largos y afilados caninos del animal brillar en la semioscuridad de la caverna. Una garra dio en la pantorrilla de Lucas, que sintió un agudo dolor. Ya le era muy difícil sujetarse y siguió resbalando, dirigiéndose directamente a las fauces de la bestia, cuando sintió que algo lo tiraba hacia arriba del cuello de su abrigo. Miró y vio a Eneas inclinado en la abertura subiéndolo con una mano. Lo sacó fuera de la abertura y Lucas lo abrazó respirando agitadamente. A su lado estaba Félix, que llevaba una linterna en las manos. Eneas lo tomó en brazos y lo sacó en medio de los rugidos furiosos del ursus, que se fueron apagando. Afortunadamente el enorme peso de animal no le permitía escalar la roca.
Llegaron a la entrada de la caverna donde los esperaban Jan y Fran, que corrieron a abrazarlos. A una indicación de Eneas todos salieron. Tardaron unos instantes en acostumbrarse a la luminosidad exterior y se encontraron frente a frente con una fila de guardias imperiales que los miraban. Lucas reconoció al guardia que les había hablado en el espaciopuerto, que volvió a hacerlo:
- ¿Está todo bien? – les preguntó.
- Sí, claro – respondió Eneas, tratando de parecer tranquilo, con Lucas aún en los brazos. Lo bajó y se pusieron a caminar, pasando entre los guardias. Lucas trataba de no cojear a pesar del fuerte dolor que sentía en la pantorrilla. Un guardia miró la herida que tenía Félix en la sien, y el chico dijo, sin dejar de caminar:
- No es nada, solo me golpeé con… eeh… la pared.

Bajaron el cerro en silencio, sin mirar atrás. Caminaron por el bosque hasta que llegaron al claro donde estaba su deslizador, del que Eneas sacó un bolso que contenía botellas con bebidas calientes, las que repartió a los chicos. Poco a poco las bebidas les fueron devolviendo el ánimo y se sintieron mejor. Eneas se ocupó de limpiar y vendar la herida de Félix. Luego revisó la pierna de Lucas. Afortunadamente la gruesa tela del pantalón térmico del chico lo protegió, por lo que sólo tenía la marca de cuatro anchos rasguños paralelos.
- Esto está muy bien, – le dijo a Lucas mientras rociaba un antiséptico en la herida – te dolerá unos días mientras cicatriza. Después sólo te quedará la marca.
- Eneas, - empezó a decir Lucas – yo fui el culpable de todo. No debí…
- No digas nada, – lo interrumpió Eneas – lo único que importa es que están todos bien. La sonrisa en la cara de Eneas tranquilizó a Lucas. Luego todos abordaron el deslizador y partieron para volver al Colegio Protocolar. Fran acompañaba a Eneas en el asiento delantero. En el asiento trasero Lucas miraba los árboles mientras el vehículo pasaba junto a ellos. Después de un rato, Félix por fin se decidió a hablarle:
- Lucas, gracias por rescatarme en la caverna.
- No digas eso, por favor – contestó Lucas – todo esto fue por mi culpa, yo hice que entraras y te expusieras al peligro.
- Eso no es cierto; – dijo resueltamente Félix – yo hice lo que quise hacer, nadie me obligó. Y tú me salvaste.
- Gracias por decir eso – dijo Lucas sonriendo.
- Lo digo porque es verdad – contestó Félix.
- Espero que ambos hayan aprendido alguna lección de esto – dijo Eneas mientras conducía.
- Eso, – acotó Fran – a ver si aprendieron a no entrar en cuevas de animales salvajes sin protección.
- Tú no deberías hablar – lo reconvino Jan. – En primer lugar fuiste tú el de la idea de la caverna.
- Pero díganme si no fue emocionante – dijo Fran, para salir del paso, con lo que todos pudieron por fin reírse del asunto.
Durante el resto del viaje los chicos fueron conversando animadamente sobre los hechos del día. Lucas y Félix relataron a los otros los detalles de lo ocurrido con el ursus. Félix exageraba el valor de Lucas al sacarlo de la cámara de piedra, lo que avergonzaba al príncipe. Llegaron al Colegio protocolar bien entrada la tarde, cuando empezaba a oscurecer. Se despidieron de Eneas con abrazos y fueron a su habitación a cambiarse para la cena. Los chicos caminaban por los pasillos muy alegres, y a más de algún alumno mayor que se cruzó con ellos le llamó la atención, considerando que uno cojeaba y otro tenía un parche en la cara. Después de la cena, que comieron con especial apetito fueron directamente a sus camas y, tras una breve conversación, se durmieron rápidamente.
Lucas abrió los ojos y se encontró en el mismo salón de piedra donde había visto a su madre la última vez. Ella se encontraba sentada en el mismo sitial. El chico se acercó y la abrazó. Ella le dijo:
- Te he visto hoy en la caverna de ese animal. Estoy muy orgullosa de ti, fuiste muy valiente.
- Me porté muy mal. Puse a mi amigo en peligro – respondió Lucas.
- Eso seguirá siendo así, y no podrás evitarlo. Pero ellos han elegido apoyarte en las pruebas que debes pasar. – Sacó una cadena con una medalla y la colgó del cuello de Lucas – Toma esta medalla, te la has ganado.
Lucas miró la medalla. Era la figura de un águila de plata con las alas extendidas. Miró sobre el hombro de su madre, y vio la insignia del águila en la placa metálica. Luego se subió al regazo de su madre y volvió a quedarse dormido en sus brazos.

© 2011 Marcos Scotti D.

3 comentarios:

  1. Wow! Si no fallo, y para aclararme... ¿Oso, no? (de ursus...). Quizás a ese momento o cuando lo ven en la guía le añadiría una descripción. En teoría ellos no saben lo que es, así que estaría chulo si se mostrara un poco más la forma o eso. (como siempre es una opinión jeje)

    Me encanta esta historia, la verdad. Llevas muy buen ritmo y va genial. ^^

    Se va a hacer largo para la semana que viene jaja

    ¡Un saludo!

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  2. Bueno, es que no es exactamente un oso. Vendría siendo algo así como un oso modificado, más cercano a un oso de las cavernas (extinto). Lo que me interesa es que sea un animal-muy-grande-y-peludo-con-garras-y-colmillos-malas-pulgas-que-vive-en-cavernas. Como dato extra le gustan los salmones de hielo y los piñones de araucaria (tampoco es que tenga mucho de donde elegir).

    Un saludo también para tí.

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