martes, 2 de agosto de 2011

Capítulo 6

En este capítulo por fin Lucas y Eneas llegan a Nixia. Nuevas sorpresas, agradables y de las otras. Comenten todo lo comentable, o lo que les parezca. Que lo disfruten.

Capítulo 6: Llegada a Nixia

Los días siguientes transcurrieron lentamente para Lucas. Con la ayuda de Eneas se dedicó a repasar las distintas disciplinas que le tocaría estudiar en el Colegio Protocolar. Tomaban sus comidas en su camarote, excepto un par de veces que salieron a desayunar y a cenar en la Terraza de Comidas, siempre escoltados disimuladamente por los guardias imperiales. Una de esas veces pudo divisar a los cuatro chicos que desayunaban en una mesa cercana. Por las tardes salían a dar un paseo por los salones de esparcimiento, pero nunca Eneas le quitó los ojos de encima.

Al tercer y quinto día mucha gente descendió del Crucero, al llegar a Silvana y a Pegaso respectivamente. Sólo quedó menos de la décima parte de los pasajeros que subieron en Alfa Antiqua, lo que le daba cierta tristeza a los grandes espacios semi vacíos del Crucero. Al séptimo día, cuando Lucas despertó, vio a Eneas que ya estaba levantado y se encontraba preparando el equipaje. Lucas preguntó:
- ¿Llegamos a Nixia, Eneas?
- Buenos días. Nos encontramos muy cerca. Dentro de siete horas el crucero entrará en órbita alrededor del planeta y tres horas después comenzarán los descensos.
- Buenos días. Entonces tenemos tiempo de sobra para empacar.
- Vendrán a recoger nuestro equipaje en dos horas, así que es mejor que te levantes y comiences a guardar tus cosas.
El chico se levantó rápidamente y junto a Eneas tomó el desayuno que se encontraba servido. Comenzó empacando sus libros, para asegurarse que ese día no habría estudio. Terminó de guardar su ropa en las maletas justo al tiempo que llegaron los sobrecargos a recoger su equipaje. Ambos hombres tenían un sospechoso aspecto fornido. Eneas le dirigió una mirada cómplice de confirmación. Una vez que los sobrecargos se fueron, Lucas preguntó:
- ¿Qué haremos hasta el desembarco?
- Bueno, tendremos tiempo para recorrer por última vez el crucero, pero no te hagas ilusiones, no te voy a perder de vista.
- No te preocupes, no me volveré a escapar.
- Estoy seguro de eso.
Pasaron un rato en el Observatorio. Había menos gente de lo habitual. Se acercaron al ventanal y pudieron ver un cuerpo celeste a cierta distancia del crucero. Iba apareciendo por un costado, moviéndose según la rotación de la nave.
- Ese, Lucas, es Gelucoria, el satélite natural de Nixia – dijo Eneas.
A Lucas le pareció más una esfera de hielo que una luna.
- Lo recuerdo de cuando estudiamos Nixia. ¿Vive alguien ahí?
- Tengo entendido que sólo hay estaciones mineras, probablemente también estaciones militares. Su superficie es mucho más helada que el mismo planeta Nixia. Dicen que su temperatura no sube de 190 grados absolutos. Esos son como 80 grados Celsius bajo cero.
- ¡Eso sí que es frío! - exclamó Lucas - Según recuerdo, Nixia tiene una temperatura de 40 grados bajo cero.
- Sí, pero en promedio. Eso significa que puede llegar a 50 ó 55 grados bajo cero. Es realmente un clima muy duro.
- Entonces, ¿por qué se instaló el Colegio Protocolar ahí?
- Tiene que ver con que los alumnos se alejen de su familia, de su mundo, y se muevan en un clima frío y hostil, como es la política. Además, según entiendo el colegio fue fundado por un sindicato minero que explotaba hierro en Nixia.
- ¿Un sindicato minero? Eso es muy extraño.
- No lo es tanto. Antiguamente los sindicatos organizaban gran parte de la vida de las sociedades. No es raro que establecieran un colegio orientado a la enseñanza de la política. Eso les permitía influir en los gobiernos.
- Pero eso ya no es así, ¿no es cierto?
- No, desde el establecimiento del Imperio hace cuatrocientos años. Los sindicatos fueron abolidos y el Colegio pasó a una corporación privada. Aunque hay quienes dicen que los sindicatos siguen ejerciendo su poder de manera subterránea.
- ¿Cómo puede ser eso?
- No lo sé, seguramente sólo es un mito, propagado por los enemigos del Imperio.
- ¿Qué enemigos del Imperio?
- Creo que es suficiente charla. Mejor aprovechemos de visitar el Área de las Tiendas, aunque creo que tú ya la conoces.
Salieron del Observatorio sin hablar. Esta última conversación le siguió dando vueltas en la cabeza a Lucas hasta que llegaron al Área de las Tiendas. Se encontraba atestada por la poca gente que aún estaba en el Crucero. La mayor parte de las personas iba cargada de bolsas y paquetes de todos los tamaños. A duras penas lograron avanzar hasta una tienda en el segundo nivel. Eneas iba entrando cuando le dijo a Lucas:
- Espérame un segundo aquí, Lucas, pero por favor ¡no se te ocurra moverte!
- Si prefieres entro contigo.
- No, sólo espérame un segundo.
Esto le pareció muy extraño a Lucas, ya que prácticamente no se había despegado de su lado los últimos cinco días. Se quedó esperándolo mientras miraba a la gente que se apretaba en los corredores. No pudo distinguir a ningún guardia imperial tratando de pasar desapercibido. Al poco rato Eneas salió de la tienda.
- Vamos a la Terraza de Comidas, ya se me abrió el apetito – dijo Eneas.
- Hay demasiada gente en esta área, espero que allá no esté tan lleno – respondió Lucas.
- No lo creo. La gente está aprovechando de hacer sus últimas compras antes de bajar al planeta. Nixia está alejado de las rutas comerciales habituales, y cualquier artículo es escaso y caro.
- ¿Nosotros no compraremos nada?
- Tendrás todo lo necesario en el Colegio, y yo, bueno, no necesito muchas cosas. Me arreglaré con lo que traigo.
- ¿Qué hiciste ahí dentro?
- Nada, sólo entré a preguntar.
Caminaron hasta la Terraza de Comidas. Si bien no había tanta gente como en el Área de Tiendas, también estaba repleto. Con mucha suerte encontraron una mesa cerca de la fuente central. Se llevaron una gran sorpresa, agradable para Lucas y no tanto para Eneas, cuando vieron que en la mesa junto a ellos almorzaban Hugo, Rigo, Fran y Jan. Los chicos inmediatamente se pusieron a saludarles. Fran dijo:
- Hola Lucas, te habíamos extrañado estos días ¿dónde te habías metido?
- Sí, te estuvimos buscando, – dijo Jan – supongo que tus guardias te tenían muy custodiado.
- No, no fue eso, es que estaba estudiando – respondió Lucas.
- Bueno, te aseguro que tendrás mucho tiempo para eso – dijo Hugo – deberías haber disfrutado el Crucero; en Nixia no encontrará nada tan cómodo.
- Siempre es bueno aprovechar el tiempo en algo útil – intervino Eneas – en vez de andar perdiendolo por ahí.
- Sí, como no – respondió Fran. – Por cierto, hola eeeh…
- ¡Eneas!
- Cierto, cierto. Hola Ene, sólo queríamos decir que queda un largo año de estudios en Nixia, y te aseguro que allí no hay nada más que hacer. A propósito Lucas, ¿emocionado por el descenso, eh?
- Sí… creo. Ustedes descenderán con sus padres, supongo.
- ¿Nuestros padres? No, nosotros estamos viajando solos – respondió Rigo.
- ¿Viajan solos? – preguntó Lucas, con cara de sorpresa. A Eneas no pareció extrañarle.
- Sí, por supuesto – dijo Hugo. - No todos podemos ser millonarios, y un pasaje en crucero espacial es muy caro. Es demasiado gasto sólo para ir a despedirnos. Por eso viajamos los cuatro juntos, así los mayores cuidamos a los menores. Además el crucero es muy seguro.
- Además es divertido – acotó Rigo. - Todos somos amigos en Alfa. De hecho somos primos. Nuestras madres son hermanas.
- ¿Las cuatro? – preguntó Lucas.
- Las tres. Jan es mi hermano – añadió Rigo.
- Sí, lo recuerdo. Entonces, ¿qué harán durante la tarde, antes de descender?
- Iremos un rato al observatorio, para ver la aproximación a Nixia. Después de eso no sé, andaremos por ahí. Si quieres puedes venir.
Lucas se dio vuelta y miró a Eneas poniendo su mejor cara de súplica, muy sobreactuado. Eneas tuvo que contener la risa, y le dijo al chico:
- Lo siento, ya hablamos de eso. Debo cuidar tu seguridad. Escuchaste a tu padre en el espaciopuerto.
- ¡Pero sólo serán un par de horas! No pasará nada.
- Es cierto Ene, - intervino Fran – nosotros lo cuidaremos. No dejaremos que se nos escape como a ti.
- No podría aunque quisiera – respondió Eneas – los guardias imperiales no los dejarán ir muy lejos. Estoy seguro que tienen instrucciones de no dejar que nadie más que yo se acerque al príncipe.
- ¡Los guardias imperiales! - dijo Rigo - Es cierto, los habíamos olvidado. No tendremos oportunidad de escapar.
- Estoy seguro que nos dejarán - dijo Lucas - si tú vienes con nosotros, Eneas. Vamos, no pongas esa cara, será entretenido, por favor.
- Eso, Ene, - volvió a hablar Fran – lo pasarás bien. Podrás ser parte del grupo ¿eh? ¿Qué te paree?
- Lo haré con una condición – respondió Eneas.
- ¿Cuál, Ene?
- ¡Que dejes de llamarme Ene!
- ¡Hecho, Ene!

Después que terminaron de almorzar salieron los seis juntos camino al Observatorio. Los chicos iban charlando alegremente, contando historias del Colegio, advirtiendo a Lucas y a los otros dos chicos menores sobre los profesores más estrictos y cosas por el estilo. El príncipe se reía de las ocurrencias de sus nuevos amigos, especialmente de Fran, que era el más desordenado del grupo. Eneas lo observaba muy contento. Nunca había visto a Lucas reírse de ese modo, en realidad nunca lo había visto tan alegre, tan diferente del chico melancólico que era en el palacio. Sin embargo Eneas también estaba preocupado. Había notado que un número de guardias imperiales mayor a lo habitual los seguían, confundiéndose entre la gente.
Entraron al Observatorio que se encontraba con más gente que en la mañana. Avanzaron como pudieron, tratando de subir los escalones para observar el ventanal. Los chicos pudieron colarse hasta la primera fila, pero Eneas se quedó más atrás.
- ¡Uf, cuánta gente! - dijo Hugo - siempre es lo mismo cuando nos acercamos a Nixia. El año pasado fue igual.
- Pues podrías habernos avisado, para haber venido antes y ganar lugar – le respondió Jan.
- No protestes, ya estamos aquí y en muy buena ubicación. ¡Miren, ahora se asoma Nixia!
Hugo apuntó a un extremo del ventanal donde, producto de la rotación de la nave, empezaba a asomarse una esfera de un color indefinidamente gris. Lucas miró como el planeta se acercaba lentamente al centro del cristal. Aunque aún no estaba suficientemente cerca para advertir los detalles de la superficie, algo en su aspecto no le gustó. Lentamente lo empezó a invadir una sensación de temor.
- Hay algo siniestro en ese planeta – dijo sin dirigirse a nadie en particular.
- Mucha gente dice que sus manchas le dan un cierto parecido a una calavera – dijo Rigo – pero sólo si tienes mucha imaginación, pienso yo, – miró al príncipe – te ves preocupado Lucas.
- Ese planeta me da mala espina – respondió.
Hugo lo miró un momento, entendiendo el temor del muchacho. Luego le dijo al resto del grupo:
- ¡Está bien, ya vimos suficiente! En un par de meses no querrán ver más esa bola de nieve, se los aseguro. Ahora vamos o no alcanzaremos los juegos de video.
Todos comenzaron a salir a la orden del chico mayor, serpenteando entre la gente. Llegaron donde Eneas se había quedado esperándolos, quien le preguntó a los chicos:
- Bueno, ¿y qué tal estuvo?
- No te perdiste de nada – dijo Hugo, que traía a Lucas de los hombros, para protegerlo de los choques de la multitud.
Pero Eneas se percató del aspecto del príncipe, aunque no dijo nada. Caminaron hasta el sector de los juegos, que comenzaba con un amplio sector de máquinas tragamonedas, después estaban los juegos de video y finalmente al fondo un sector de juegos de azar de altas apuestas. Las llamativas luces de las máquinas fueron haciendo que Lucas olvidara su experiencia en el Observatorio, por lo que cuando llegaron a los juegos de video ya se encontraba suficientemente interesado en ellos. Hugo dijo:
- Bien, tomen una máquina sin alejarse mucho, recuerden que casi no quedan créditos en los pasajes, por lo que aprovechen bien sus jugadas.
- Cuéntame Lucas – dijo Jan - ¿cuál es tu favorito? A mí me gusta Combate en Gaiana y a Fran le fascina Excavación.
- Este, no sé – respondió Lucas – nunca he jugado uno de éstos.
- Entonces, ¿a cuáles has jugado?
- A ninguno, nunca he jugado algo así.
- ¿Cómo, no te gustan los juegos de video? – preguntó Fran sorprendido.
- La verdad nunca había visto uno.
- Bueno chico – dijo Fran – tú sí que estabas aislado en ese palacio.
- Así parece – dijo Lucas un poco avergonzado.
- No importa, nosotros te enseñaremos – intervino Jan tratando de consolarlo - ¡Oye! ¡Eso significa que no has ocupado los créditos de juego de tu pasaje!
- No, creo que no. No sabía que tenía.
- No alcanzarás a gastarlos en el par de horas que nos queda, así que nosotros te ayudaremos – dijo Fran alegremente.
Lucas se divirtió mucho en ese par de horas. Jugó principalmente Duelo Maestro, en el que debía combatir con una serie de oponentes con una especie de garrote de luz en una mano y un escudo con forma de abanico en la otra. No le costó nada adaptarse a las gafas de realidad virtual y a los comandos de mano inalámbricos, demostrando cierta habilidad para ese tipo de juegos, una vez que se acostumbró a su dinámica. Cuando gastaron los créditos de juego de todos, incluyendo los de Eneas, fueron nuevamente hasta la Terraza de Comidas a tomar un refrigerio. Estuvieron comentando las hazañas de Lucas contra los guerreros virtuales de Andrómeda, un planeta inventado por los autores del juego, y riéndose de las reiteradas caídas de Hugo en Carrera Hasta Las Estrellas.
- Bueno, algunos tenemos otras habilidades – se defendía de las burlas de Fran – alguien tiene que ser bueno en los estudios, para ayudarlos a ustedes.
- Eso me recuerda – intervino Eneas – que ya es hora de preparase para la llegada al Colegio. Todos deben colocarse sus uniformes para descender a Nixia.
- ¿Qué uniformes? – preguntó Lucas.
- Los uniformes del Colegio, por supuesto – dijo Rigo.
- ¿Pero por qué debemos cambiarnos aquí? Todavía faltan algunas horas para descender a Nixia.
- Sí, pero una vez que abordemos los transbordadores no habrá donde cambiarse hasta llegar al Colegio. Allí debemos entrar perfectamente uniformados. Por algo se llama Colegio Protocolar, es muy formal y estricto en ese tipo de cosas, bueno, en todo tipo de cosas.
- Vamos al camarote, Lucas – dijo Eneas – allí está tu uniforme y podrás cambiarte; yo también debo hacerlo.
Se despidieron momentáneamente de los cuatro chicos, y fueron hasta su habitación. De uno de los armarios Eneas sacó una maleta que no había entregado a los sobrecargos, y de ella extrajo unos pantalones grises, un suéter blanco de cuello alto y una larga chaqueta negra. También entregó a Lucas unos zapatos negros impecablemente lustrados. El chico se vistió y vio que todo le quedaba perfectamente. Se sintió feliz de no tener que usar su túnica de campesino, que lo hacía sentirse extraño y ridículo. Entretanto Eneas también se había cambiado. Se puso un abrigo verde musgo de gruesa lana con un forro interior térmico sobre un traje oscuro. Lucas lo miró y, al verlo tan abrigado, le dijo:
- Me parece que este uniforme no será suficiente para el frío de Nixia, ¿estás seguro que es el correcto?
- Por supuesto. La tela del suéter es de un material sintético especial que genera su propio calor cuando es necesario, al igual que los pantalones. Además debes usar esta capa – Eneas sacó una capa en el tono gris de los pantalones, con piel blanca por el interior – que es del mismo material. En tu equipaje va otra capa, que debes usar en ceremonias oficiales, allá te dirán cuando.
Pusieron las pocas cosas que les quedaban en un carro autolevitante y salieron de la habitación. Por los pasillos circulaba mucha gente en dirección al área de desembarco. Podían verse chicos de distintas edades vestidos con el uniforme del Colegio Protocolar. Lucas no había notado antes la cantidad de chicos que también viajaban en el crucero. Caminaron hasta el sector 2 de desembarco, siguiendo las flechas parpadeantes de sus boletos. El salón se encontraba repleto de gente, con mucho ruido proveniente principalmente de los chicos que conversaban alegremente entre ellos. Mientras Eneas leía una pantalla informativa, Lucas divisó a sus cuatro amigos, también vestidos de uniforme, que le hacían señas para que se acercara.
- Vaya, te queda muy bien el uniforme – le dijo Rigo.
- Gracias, aunque me parece un poco caluroso – respondió Lucas.
- Te aseguro que cuando llegues a Nixia no te lo parecerá – intervino Hugo - ¿ya sabes en qué transbordador bajarás?
- Eneas está averiguando eso. Mira, aquí viene.
Eneas se acercó al grupo de chicos, llevando el carro autolevitante.
- Bien, nos toca el transbordador 16 – les dijo a los chicos al momento de saludarlos.
- Hola Ene. Qué lástima, nosotros tenemos el 1 – respondió Hugo. - Tendrán que esperar un buen rato para descender. Nos volveremos a encontrar en el Colegio.
- Te guardaremos un lugar en el dormitorio – dijo Fran. – Las habitaciones están asignadas por curso y son para cuatro alumnos, así que estaremos tú, Jan, yo y… bueno, supongo que alguien más.
- Espero que sea alguien de Alfa, para poder juntarnos en las vacaciones, – dijo Jan – es una lástima no conocer a nadie más de primer año.
- ¿Vienen alumnos de todos los planetas del Sistema? – preguntó Lucas.
- Por supuesto – contestó Hugo – Aunque la mayoría viene de Alfa. Reconocerás enseguida de qué planeta es cada uno, ya que todos tienen sus particularidades.
- Es cierto – dijo Rigo. – Por ejemplo, los que vienen de Pegaso son todos extraños, parece que siempre estuvieran en las nubes – Lucas recordó al monje de Pegaso que conoció en palacio y estuvo de acuerdo con Rigo. - Cuando les hablas no sabes si te escuchan, aunque te estén mirando; es algo desesperante.
- Los de Silvana por su parte son tranquilos, – dijo Hugo – muy metódicos y prácticos, además de agradables, – Lucas pensó en Diana y estuvo de acuerdo con lo de agradable, aunque no le pareció que fuera muy tranquila – son buenos amigos y muy buenos compañeros de estudio. Ene, tú eres de Silvana ¿no es cierto?
- Así es, – respondió Eneas – muy buena deducción.
- No tanto, - dijo Fran – Lucas nos lo había contado.
- Sí, gracias – dijo Hugo mirándolo molesto. – También están los de Piros, son unos pesados, quieren mandar a todos y se enojan fácilmente. Son fáciles de reconocer por eso, y porque todos son pelirrojos.
- Si no fuera por ese detalle – intervino Fran - diría que Baldo Cruz es de Piros – todos rieron.
- ¿Y los habitantes de Nixia? - preguntó Lucas - ¿Cómo son?
- Bueno… - habló Rigo – créeme que el clima nos es lo único frío en Nixia.
- Mejor no te metas con ellos – acotó Hugo.
- Con eso cubrimos todos los planetas del Sistema, – volvió a hablar Rigo – ya puedes hacerte una idea.
- Espera – dijo Lucas – falta un planeta, este... Eolia; no me hablaron de los Eolianos.
- Pues de Eolia no conozco a nadie – dijo Rigo. – No hay ningún nativo de Eolia en el Colegio, ni ha habido ninguno que yo sepa.
- Yo escuché que hubo uno hace varios años, – intervino Hugo – pero no se quedó todo el curso. Los de Eolia son gente muy extraña. No se meten con los otros planetas, estudian en sus propios colegios y universidades. Según entiendo son grandes deportistas.
Lucas recordó que cierta vez le presentaron a un embajador, o cónsul o algo así, de Eolia. No le pareció que tuviera nada extraño, excepto que era muy alto y delgado. Se lo comentó a sus amigos.
- Bueno, eso debe ser porque Eolia es un planeta pequeño y tiene menor gravedad - dijo Hugo - entonces la gente crece más.
- Lo contrario de lo que pasa en Nixia – acotó Lucas.
- Exacto – dijo Rigo.
- ¿Y los de Alfa? – preguntó Lucas.
- ¿A qué te refieres? - dijo Hugo - tú eres de Alfa, y nosotros también.
- Sí, pero tenemos que ser de alguna manera – insistió Lucas.
- Bueno, normales obviamente – dijo Jan.
- Eso nos parece a nosotros – le replicó Hugo – los nativos de otros planetas deben vernos diferente.
- Entonces debemos preguntar a alguien que no sea de Alfa – intervino Rigo.
- Eso, Ene, dinos, ¿cómo somos los Centrales? – preguntó Fran, dirigiéndose a Eneas - ¿no es cierto que somos geniales?
- Bueno, si me permiten, – comenzó Eneas – yo diría que son algo presuntuosos.
- ¿Cómo? – preguntaron Jan y Fran al mismo tiempo, con cara de sorpresa.
- Bueno, algunos… la mayoría, - siguió Eneas - y diría también que se creen el centro del Sistema. Además son bastante despistados, pues hace tres minutos que llamaron a abordar el transbordador número 1.
- ¡Vaya, es cierto, ya están abordando! – dijo Hugo. – Rápido, tomen sus cosas y síganme. Nos vemos dentro de poco, Lucas, en el Colegio, abajo en Nixia.
- ¡Hasta pronto! – dijeron a coro Rigo, Jan y Fran.
Los cuatro chicos tomaron su equipaje de mano y se fueron corriendo, tratando de colarse en la fila de abordaje, pero no pudieron y tuvieron que ponerse al final. Lucas y Eneas los estuvieron mirando hasta que entraron por la puerta de control de pasajes. Luego Eneas dijo:
- Es mejor que busquemos donde sentarnos, Lucas, pues tendremos que esperar un buen rato todavía.

Los transbordadores salían cada quince minutos aproximadamente, por lo que tuvieron que esperar casi cuatro horas para abordar. Durante todo ese tiempo estuvieron sentados, Eneas leyendo una novela en un visor y Lucas aburriéndose, mirando las filas de abordaje formarse y desaparecer continuamente. La experiencia de tener nuevos amigos había llenado a Lucas de emoción y ya no podía esperar para reunirse con ellos en Nixia. Miró a Eneas leer y no pudo evitar sentirse culpable por reemplazar a Diana por sus nuevos compañeros. Desechó ese pensamiento de su cabeza diciéndose que en vacaciones, cuando regresaran a Alfa Antiqua, se juntarían todos y los presentaría con su amiga, aunque en el fondo sabía que no podría salir de palacio.
Esas y otras ideas pasaban por la cabeza de Lucas durante el tiempo de espera, y tan absorto estaba en sus pensamientos que se sobresaltó cuando Eneas le tocó el hombro y le dijo:
- ¡Lucas, escucha! Es segunda vez que te digo que ya debemos abordar. Hace rato que llamaron a formar la fila.
Los transbordadores de Nixia eran algo diferentes a los de Alfa Antiqua. Primero eran más pequeños, por lo que cabían menos pasajeros y al mismo tiempo éstos iban más apretados. Los colores de la decoración eran, por supuesto, más fríos, predominando los tonos grises y azules. Además estaban adaptados para aterrizar en la nieve.
Lucas y Eneas tomaron sus asientos, abrocharon sus cinturones y se prepararon para lo que creían sería un suave vuelo hasta el espaciopuerto de Ciudad Blanca, capital de Nixia. Pero el viaje estuvo lejos de ser tranquilo. A los pocos segundos de ingresar a la atmósfera, el transbordador empezó a sacudirse en forma continua. Muchos pasajeros se sobresaltaron, pero otros permanecieron muy tranquilos. Una voz dijo por los altoparlantes:
- “Las turbulencias que estamos experimentando son normales en el ingreso a la atmósfera del planeta Nixia. Les solicitamos permanecer en sus asientos con los cinturones abrochados hasta que hayamos aterrizado. Gracias”
Esta explicación no tranquilizó mucho a Lucas que se aferraba con las uñas a los brazos de su asiento. Por la ventanilla sólo podía ver un viento blanco que soplaba furiosamente. Después de unos quince eternos minutos la nave toco tierra, más bien nieve, y supusieron que habían llegado al espaciopuerto, ya que afuera seguía sin poderse distinguir nada. Cuando Lucas se desabrochó el cinturón trató de ponerse de pié, pero sintió todo su cuerpo más pesado. Le tomó unos instantes acostumbrarse a la mayor gravedad del planeta, ya que hasta para levantar sus brazos requería más esfuerzo. Tomaron sus cosas y bajaron a través de una manga de abordaje que dejaba pasar el rumor de la tormenta. Llegaron a un salón no muy amplio, y se acercaron a las ventanillas donde debían presentar sus documentos para ingresar al planeta. Eneas comentó al funcionario que los atendía:
- ¡Vaya descenso que tuvimos! ¿Son siempre así los vuelos en este planeta?
- ¡Oh, no señor! – le respondió el funcionario, mirando el uniforme de Lucas. - Las clases del Colegio Protocolar siempre comienzan en la estación de buen clima. Es por eso que tuvieron un vuelo suave.
Lucas y Eneas se miraron sin decir palabra, tratando de no imaginarse como sería cuando no hubiera ese “buen clima”.
Una vez terminados los trámites de rigor salieron hacia el salón principal del espaciopuerto. Su tamaño era bastante menor al de Alfa Antiqua, y no tenía sus grandes ventanales. También estaba decorado con colores grises y azules, y era muy difícil encontrar alguna salpicadura de rojo o amarillo. La temperatura era fría, pero soportable. Como era un edificio muy moderno, con termostatos regulables, Lucas supuso que los habitantes del Nixia estarían acostumbrados a esa temperatura. Avanzaron por los pasillos, y al ver a la gente transportando sus maletas, Lucas preguntó a Eneas:
- ¿Debemos ir a recoger nuestro equipaje?
- No, -contestó Eneas – el tuyo se enviará directamente al Colegio Protocolar y el mío al departamento que arrendé en Villa Estrella. Ahora debemos abordar algún transporte que nos lleve a nuestro destino.

Se encaminaron hacia una de las salidas que conectaba con el terminal de transporte terrestre, que también se encontraba cubierto, cuando un repentino movimiento de gente les llamó la atención. En medio de la multitud que llenaba el salón, formada principalmente por chicos con uniformes del Colegio Protocolar, entre empujones y gritos de reclamos, Lucas pudo contar seis hombres que subieron a un mostrador y desplegaron un cartel con consignas que no alcanzó a leer. Un hombre joven, bajo pero esbelto, que parecía dirigir al grupo, empezó a hablar a través de un amplificador de voz que llevaba en sus manos:
- ¡Gente de Nixia, escúchen! ¡El hijo del tirano ya se encuentra en nuestro planeta! ¡No permitamos más atropellos a nuestros derechos! ¡Libertad para nuestros dirigentes! ¡Fuera la semilla de la opresión!
Una mujer, también joven y baja, se acercó de improviso al Príncipe con algo similar a una lata en su mano derecha, pero no alcanzó a llegar hasta él, porque en un parpadeo unos diez guardias imperiales vestidos de civil salieron de la nada y rodearon a Lucas y Eneas. Se llevaron una gran sorpresa cuando uno de ellos les habló:
- ¡Rápido, síganme! – les dijo al tiempo que los obligaba a correr. – Salgan por esta puerta y aborden ese deslizador. Es seguro, ya fue revisado, y los llevará hasta el Colegio Protocolar.
- ¿El Colegio Protocolar será seguro? – preguntó Eneas.
- Es el lugar más seguro para el Príncipe en este planeta. Apresúrense.
Mientras salían Lucas alcanzó a mirar hacia atrás y ver como el grupo de manifestantes era rodeado por guardias, se producían forcejeos y se escuchaban gritos. La mujer que se les había acercado desapareció tras el muro de guardias imperiales. Dos segundos después, Lucas y Eneas se encontraban arriba del vehículo. Para su sorpresa se trataba de un transporte público, donde viajaban más personas. Según parecía, el Anemonnia tenía más fuerza de lo que pensaban.
Se sentaron rápidamente en un par de asientos casi al final del pasillo y el deslizador comenzó a moverse. Al salir del terminal el viento blanco empezó a azotar el vehículo de pasajeros, pese a lo cual el viaje continuó normalmente. Obviamente contaba con un sistema de navegación por instrumentos, pues era imposible distinguir el camino. A medida que pasaron los minutos, Lucas y Eneas empezaron a respirar más tranquilos. Ambos habían quedado muy nerviosos por lo ocurrido en el espaciopuerto, pues era algo que no esperaban. Cuando llevaban una hora de viaje más o menos, el clima había mejorado. Ya se podían ver los costados del camino por las ventanillas, y de vez en cuando era posible divisar alguna construcción cercana. Pero Lucas no prestaba atención a lo que pasaba fuera del vehículo. No dejaba de pensar en los últimos acontecimientos, especialmente en las palabras del hombre sobre el mostrador. De pronto preguntó a Eneas:
- Eneas, el hombre en el espaciopuerto, ¿por qué dijo eso de mi padre?
Eneas esperaba esa pregunta desde que tomaron el transporte, y había estado pensando cómo responderla.
- Entenderás que es inevitable para alguien que dirige un imperio cosechar algunos enemigos de vez en cuando. No se puede dejar contento a todo el mundo.
- Pero tú temes a mi padre, y dijiste que tenía enemigos. Además están los guardias que nos siguen, como si estuviéramos siempre en peligro.
- Por favor Lucas, yo trabajo para tu padre, no estoy en posición de contestar a esas preguntas. Estoy seguro que encontrarás respuestas en el Colegio Protocolar. Hemos llegado.
Lucas miró hacia fuera. El deslizador de pasajeros se detuvo frente a una enorme puerta con gruesos barrotes en medio de un alto muro de piedra. Hacia adentro podía verse una gran edificación oscura. Sobre la reja, escrito con negras letras de hierro se leía: “COLEGIO PROTOCOLAR”.

© 2011 Marcos Scotti D.

3 comentarios:

  1. Por fin lo terminé. Lo tuve que dejar a la mitad la semana pasada proque me fui de viaje y hasta hoy no he podido leerlo ^^

    Me ha gustado mucho la atmósfera, los amigos de Lucas y sobre todo me ha gustado mucho la información sobre los habitantes de otros planetas. Quizás le pondría un pero y es que a la hora del "motín" en el espaciopuerto lo haría quizás que se notara más, darle más ambiente. Pero eso ya es mi percepción (que siempre intento darle muchas vueltas a la ambientación)

    Siento mucho no haber terminado de leer y de comentar hasta hoy. En un par de días como mucho tendrás comentario en el capítulo de esta semana ^^

    ¡Un saludo!

    ResponderEliminar
  2. Como siempre muy atinados tus comentarios, Elisa. La verdad el relato del "motín" (prefiero "manifestación", pues yo mismo he estado en varias) podría haber quedado con mayor ambientación (de hecho lo reescribí dos veces) pero quería que también fuera una escena "rápida", con una sensación de que quedó inconclusa. Más adelante, muuucho más adelante, podría encontrar su conclusión, o al menos su continuación.

    Saludo de vuelta.

    ResponderEliminar
  3. Muy detallado todo, me gustó, ahora a mirar laas sorpresas del colegio.

    ResponderEliminar